Monday, November 28, 2005

Visitas a la Familia

Visitas a mi familia


Un poco antes de convertirme en “empresario”, Tony y mi hermana se habían hecho novios, en pocas ocasiones lo acompañé a mi casa. Una ocasión, caminando por uno de los corrales, mi papá se acercó y tranquilamente le dijo.- Mire joven, como amigo de mi hijo es bien recibido, pero como novio de mi hija no puede andar paseando dentro de la casa.- Tony asustado, sólo pudo decir.- Sí señor está bien.- Apenado con mi amigo, le recordé que las costumbres eran distintas. A partir de ese día, él platicaba por la ventana que da a la calle, mientras yo aprovechaba todos los momentos para platicar con hermanas y hermanos.

Tenía en mente hacer una visita “triunfal”, ese día Tony no podía acompañarme, así que agarre carretera en mi v.w. y me fui al rancho, llegué como de costumbre temprano, estacioné mi auto frente a la casa, esperé un poco a que salieran a “investigar” quien llegaba, al estar seguro de que ya me veían, cerré las aletas de las ventanillas traseras y estaba por salir del carro, cuando me abordaron mis hermanos.- ¿Es tuyo?.- preguntaban uno y otro, a lo que respondía sonriente y satisfecho.- ¡Y tuyo también!.- Ya saben después me las arreglaba para conversar y hacerles bromas a todos y cada uno.

Con mi papá esa vez fue distinto, estaba tranquilamente almorzando en la cocina, cuando él llegó a hacer lo propio .- ¿Y En que estás trabajando?.- Muy orgulloso le respondí.- Trabajo en Filter Queen, en el departamento de crédito y cobranza.- Con razón, pues ya tienes manos de señorita.- La agresión fue seca y directa.- No todo el trabajo se hace con las manos, pero si es necesario, todavía puedo ponerles la muestra a mis hermanos y a usted.- Quiero ver si es cierto, estamos limpiando uno de los corrales y hay que llenar el camión de estiércol.- ¡Claro!, vamos.- me coloque unos guantes de estambre que encontré a la mano y decidido acompañé a mi papá. Comencé a un ritmo fuerte, unos minutos y ya estaba sudando, los guantes se desgarraron y sentía como las ampollas se rompían adhiriéndose a lo que quedaba de los guantes, mi papá a un ritmo mucho más lento, me veía de reojo, mostrando una risilla de satisfacción. Llenamos el camión y m fui a curar las manos.

Al día siguiente, dado que una de las llantas dejaba prácticamente ver el aire, le pedí a mi hermano Ignacio que me acompañara al pueblo de Juventino Rosas, para comprar “un gallito” (llanta de reúso).

Hablamos con el dueño, escogimos un par de llantas, le ofrecí un reloj a cambio, todo iba bien, estábamos afuera del local, mi hermano quitaba las tuercas de una llanta.- Buenos días.- se oyó a un señor saludar, mi hermano levantó la vista y dijo.- Buenos días “viejito”.- Era un señor maduro, pero ciertamente no era un “viejito”.- Viejita tu chin… madre.- contestó el aludido.- ¿Qué así te llevas con él?.- Le pregunté a mi hermano.- No oí lo que dijo, ¿Porqué, que dijo?.- Le repetí lo que había dicho y nos dirigimos al interior del local donde se encontraba el “viejito”.- ¿Qué paso “viejito”?.-Le dijo nuevamente mi hermano, mientras le daba unas palmaditas en el estómago.- El señor le aventó la mano muy enojado y dijo algo entre dientes.- Yo ya me encontraba un tanto “inquieto” por lo que había dicho antes y conociendo a mi hermano, sabía que él no acostumbraba ese tipo de trato.- ¡Si tiene muchas ganas conmigo se arregla!, lo tomé del brazo y jalé fuerte guiándolo hacia la puerta del local, de inmediato me quité el reloj que ya prácticamente no era mío, él se dirigió a su camioneta, pude ver que era “contador” puesto que a cada paso hacía un balance, bueno sucede que tenía un problema en una pierna. Al salir para ajustar cuentas ¡sorpresa!, me apuntaba con una pistola que extrajera rápidamente de la guantera de su vehículo.- “Aquí te vas a morir hijo de tu …,”.- Mi hermano me jaló del brazo y me dijo ¡déjame a mí!.- Suelta la pistola y nos arreglamos, le dije al “viejito”.- Él encañonaba primero a uno y luego a otro, dependiendo del que se adelantara un poco, creo que trataba de evitar ser sorprendido.- Fueron sólo unos instantes.- “Si he sabido que te cagas, ni los calzones te pongo.- Dijo mi hermano.- Después de acordar, que cuando él y yo nos encontráramos, sin más, haríamos uso de las armas, cambiamos las llantas y nos retiramos. Este incidente años más tarde continuaría.

Al día siguiente, me despedí de la familia y regresé a la ciudad de México.

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