Wednesday, November 09, 2005

En La Calle

“En La Calle”
Preparé la maleta, me despedí de mi mamá que llorando en su impotencia me pedía que no me fuera, que ya no le contestara a mi papá, pero la situación era muy tensa y sentía que no podía dar un paso atrás. Caminé unos metros, volví la mirada a la que había sido mi casa, grabándola en la memoria con un nudo en la garganta y opresión en el pecho evitando en lo posible derramar lagrimas, sentía que perdía para siempre a mi familia. A unas calles vivía la mamá de mi papá, con quien llevaba una excelente comunicación, coincidiendo en muchos de los temas que eran motivo de discusión con mi papá. Llegué a su casa, le comenté lo sucedido y me ofreció que me quedara a vivir con ella, lo cual acepté sólo por esa noche, pues estaban presentes las palabras de mi papá, “no quiero que causes lástima en la familia”.

Con una mezcla de sentimientos difíciles de narrar, con la convicción de que ya era un hombre y podría trabajar, me despedí de mi abuela dejando mi maleta y sólo con lo que traía puesto para comenzar con el reto de la vida. Con la ilusión ingenua de que podría vivir un tiempo en el seminario de Puebla, me dirigí a la avenida Zaragoza, para pedir mi primer “aventón”, pronto se presentó y sin mayor contratiempo llegué al seminario, a los dos días el padre rector una vez enterado que estaba fuera de mi casa me dijo que yo ya no podía estar ahí, así que debería abandonar el lugar a la brevedad.

Me despedí aparentando tranquilidad, caminé rumbo al centro de la ciudad hasta llegar al jardín “paseo bravo”, era fin de semana, las familias visitaban el lugar para ver algunos animales enjaulados, lo que me parecía irónico, yo era “libre” pero ellos tenían de comer y yo no. Veía como algunos niños jugaban con sus papás a la pelota, reían, corrían felices, mientras yo dejaba volar la imaginación, esperando me preguntara algún señor – ¿qué haces niño, tienes casa?, ¿quieres trabajar?, ¿ya comiste? Y lo mejor, ¿te gustaría ir a vivir con nosotros? mientras sus hijos asentían con la cabeza esbozando una mueca de sonrisa, en fin deseaba me adoptaran.

Pero no, nunca me preguntaron y despertaba a mi realidad, debería encontrar qué comer y dónde dormir, después de innumerables vueltas al jardín, esperaba que la gente se retirara para que no viera el lugar donde me quedaría a dormir, que se trataba de un agujero hecho por la extracción de unos árboles, en donde disimuladamente había colocado algunos cortes de papel periódico.

Así me inspiré mientras comía un pedazo de pan que encontré en el mercado “la victoria” para escribir desde lo más profundo de mi ser lo que a continuación quiero compartirles.

DESAMPARADO

La lluvia cae... la gente corre
Las nubes chocan...el viento helado
Oscuro el cielo... el sol se esconde
Y... un pobre niño allí sentado

Sus manos tiemblan la mugre enjuga
Mezclando el agua al llanto callado
Ignora el hambre que lo tortura
Mientras revive lo no olvidado

De entre sus ropas que son hilachos
Saca un pedazo de pan mosqueado
Que recogiera antes que el perro
Que el perro hambriento de algún mercado

Sufre en el alma llora en silencio
Porque recuerda su hogar...su casa
El agua y viento cubren su cuerpo
Siente a su madre que ya lo abraza

Nadie se fija, nadie lo escucha
Soledad, dolor e indiferencia
Frío, tristeza y hambre
Pobre fruto de padres sin conciencia

Al día siguiente con la alborada
Volvió la calma nadie corría
Se detenían al ver la escena
De aquel chiquillo que ya moría

El sufrimiento se terminaba
Cuando el destino de el se apiadó
Imaginando cerca a su madre
Una sonrisa le dedicó

El niño al sol significaba
Ya se reunía con el creador
Y le pedía que perdonara
Tanta injusticia...tanto dolor.

Desafortunadamente el “dormitorio” no pudo ser por mucho tiempo, tuve que abandonarlo después de haber sido picado por algún insecto que me hizo temporalmente una tercera nalga, pero antes les comento, que fue un excelente refugio, sobre todo una ocasión en la que después de ayudar a lavar algunos carros, recibí un modesto pago, por lo que decidí darme la oportunidad de ir al cine “reforma” ya que presentaban dos películas de vaqueros.

Pues bien, ahí estoy en la barra que dividía la zona de las butacas con la parte de arriba, que por cierto olía muy mal, pero bueno, mi intención era disfrutar de las películas, entre las penumbras se acercó un hombre de alrededor de 25 años. –Hola, ¿qué haces?, ¿cómo te llamas?, ¿de dónde eres?, ¿dónde vives?, a cada una de sus preguntas contesté con creces, excepto la última, más por pena que por desconfianza. ¿Nos vamos a sentar? – sí, respondí sintiendo que era iluminado por un halo de luz, ya que poco antes me había dicho que no me preocupara que él tenía un departamento y si yo quería me invitaba a vivir con él y no me faltaría de comer, por lo que pensé “es el ángel de mi guarda”.

Unos instantes después de iniciada la función, él aparentemente estaba muy emocionado, pues al ver alguna escena que para mi gusto no era motivo de tanto, me palmoteaba la rodilla y luego la pierna, lo que dentro de mi inocencia comprendí que no era normal, lo que hizo que el corazón me diera un vuelco, porque había alguna vez escuchado que los homosexuales eran muy malos y podían hasta matar si uno no los aceptaba y sentía que muy probablemente el “ángel” había resultado maricón.

Tenía que huir, debería escapar, - ¿quieres un refresco? , pregunté, - Sí, yo los traigo, contestó,- No, yo te lo ofrecí , nada más no te muevas de lugar para localizarte, me levanté inmediatamente dirigiéndome hacia la escalera y corrí lo más fuerte que podía hasta llegar a mi guarida en “paseo bravo”. Después de unos minutos me asomaba para ver si no me había seguido, lo cual afortunadamente no ocurrió.

Las terminales de autobuses, “Estrella Roja”, “Flecha Roja” y “A.D.O.”, se convirtieron en mis guaridas, rotando por lapsos para evitar fastidiar en un sólo lugar y se “me cerraran las puertas”. Después de un tiempo, viendo como los proyectos de superación no estaban muy al alcance, decidí regresar a la ciudad de México (con aventones por supuesto), pude conocer gente y ambientes hasta ese entonces desconocidos, la Zona Rosa, Garibaldi, la merced, las colonias: Guerrero, Morelos, Tepito, Tlatelolco, etc.

YO QUIERO SER

Después de tanto sufrimiento
Del llanto sofocado a escondidas
Quiero mostrarle al mundo
Que pueden cerrarse las heridas

Quiero grabar en mi pecho un mensaje
Para quienes abusan y confunden
Buscando que cambie al alma su linaje
Y entiendan que también ellos se hunden

Que aparten el odio y el rencor
Complejos y sentimientos retorcidos
Que si basan su vida en el amor
Sin duda también serán queridos

No abusen del débil o mendigo
No distingan la gente por su piel
Si incapaces son de dar abrigo
Ya basta no derramen tanta hiel

Una sonrisa quisiera ver en cada boca
En cada pecho palpitando una ilusión
Cada mano ofreciendo una flor roja
Disfrutando el placer de dar amor

Sentía que el medio ambiente me absorbía, mi vocabulario era realmente fluido y pintoresco. El hábito al cigarro cada vez era más fuerte, dado que me inhibía el apetito y muchas ocasiones no tenía que comer, ¡claro! No me costaban, en una cajetilla vacía juntaba los cigarros a medio consumir que encontraba tirados.

Encontrar trabajo se complicaba, seguramente mi edad y apariencia no ayudaba. Muchas veces podía darme cuenta que dudaban de mi honestidad o bien de mi capacidad para trabajar. Pintaba casas, ayudaba a albañiles e incursioné en diferentes oficios.

Alguna vez, mientras lavaba platos en un restaurante que se ubicaba en la calle diagonal de San Antonio de Ciudad de México, reflexionaba sobre la calidad de vida que seguramente tenían los comensales, los veía bien vestidos, dejaban buenas propinas, claro no para mi, seguramente llevaban carro y el colmo era que con frecuencia regresaban los platos a la mitad, lo que muchas veces, entre enjabonada de loza aprovechaba para degustar. Considero importante comentar, que nunca tuve la humildad para pedir alimentos gratis, siempre el orgullo fue más fuerte.

Los “compañeros” de calle en su mayoría con historias lamentables que dejaban salir con la mirada de rencor, perdida por los efectos tóxicos del “activo” como “chemo” u otro inhalante como aguarrás o tinher. Con resentimientos hacia la sociedad en general, con valores de lealtad entre el “gremio”, más por miedo a represalias que por convicción.

La aceptación en el grupo era gradual, aunque el lazo inicial era evidente dada la imagen física y modismos utilizados al hablar (caló). Sin embargo, existen rangos o niveles no escritos, siendo reconocido básicamente uno, quien viene siendo el líder por mostrar mayor audacia y agresividad.

Un mito entre la gran mayoría de la sociedad, es que se piensa que estas personas presionan para iniciarte en el consumo de drogas, lo cual no es así, ya que cada uno día con día busca los recursos para allegarse de sus drogas y si te llegan a ofrecer es considerado como muestra de aceptación, sin que exista problema por no aceptar.

Era muy importante no dejarte atrapar por “la chota” o “Julia”, camionetas utilizadas por policías que realizaban redadas de muchachos, siendo su propósito aparente llevarte a desayunar, rapar y bañar. La realidad muchas veces su intención era obtener información sobre algunos delitos comunes, razón por la que no deberíamos dejar que nos atraparan, ya que los compañeros podían pensar que nos habían “sacado la sopa”, provocando desconfianza entre el “gremio”.

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