Monday, November 28, 2005

Mi Primer Empresa

Mi primer “Empresa”

En el taller había un carro viejo abandonado, las relaciones con los familiares de Tony a raíz del incidente con Hernán; no eran del todo buenas. Agradecí la hospitalidad y me fui a vivir al taller.

Pasaron muchas “cosas” durante mi primera etapa como “empresario”, pero sólo les comentaré algunas; que considero más relevantes.

Resulta, que José; el dueño del taller clandestino me ubicó y fue a visitarme, me comentó que habían tenido un accidente en la “curva del diablo” por Ecatepec, estado de México, así se conoce hasta la fecha, y que él no podía dar la cara para realizar el trámite ante las autoridades. .- Quiero pedirte de favor, que te hagas cargo; parte del carro quedó en el río de aguas negras y si lo dejo mucho tiempo se va acabar.- prosiguió.- Por dinero no hay problema, además te doy algo para ti.- No podía negarme por diferentes razones, acepté y realicé sin mayores problemas los trámites, pero sí fue necesaria una buena suma de dinero. El carro fue llevado a mi taller para su reparación. ¡Grande fue mi sorpresa! Cuando José me presentó al hojalatero; que identifiqué de inmediato, aunque no se lo hice ver, ya que él no me reconoció.

Resulta que se trataba de un tipo que hacía unos años yo le había pegado por pasarse de listo con mi hermana Alicia. Durante mi “regreso efímero” a la casa, una mañana, mi mamá y hermana platicaban en la puerta de la casa, paso el tipo por la banqueta y simulando estar borracho le tocó un nalga a mi hermana; quién de inmediato me gritó mientras le tiraba unos golpes al fulano. Yo, salí de inmediato, todavía no sabía de qué se trataba, pero intuí lo que sucedía; por lo que le di un fuerte empujón que cayó al piso.

Dejé que se levantara, al hacerlo sacó una navaja y me hacía “fintas” amenazando con cortarme, contrarresté sus “fintas” y le acomodé una importante patada en donde convergen las piernas y se dobló, para continuar literalmente a gatas su camino.

Todo esto, mientras mi hermano Mario, el mayor, mi mamá y hermana, veíamos su graciosa huida.

Esta vez era diferente, iba como amigo de José y además como el oficial hojalatero que repararía el carro. No creí prudente recordarle el incidente.

Pocos días más tarde, el carro salió del taller, pero lo delicado es que José ya me había encontrado y realmente no me interesaba cultivar su amistad.

José me comentó, que la costurera que una vez acompañé a la parada del camión estaba próxima a dar a luz, lo malo era que aseguraba que yo había sido el “héroe”. Le platiqué a José cual había sido mí relación con la muchacha, y él me comentó.- Pues ella dice que el hijo que espera es tuyo; y se lo dijo a sus tíos que son judiciales, te lo digo como “cuates” para que te cuides porque te andan buscando.- Te agradezco que me avises; pero no hay problema porque yo no fui.-.

Caminaba frente al taller, esperando a Oscar, el mecánico, para abrir. Unos tipos en la patrulla se me quedaron viendo, yo ingenuamente sostuve la mirada. Rápidamente se bajaron del auto y me agarraron, pensé que se trataba del caso de la costurera.

Una vez que me revisaron, me pidieron “amablemente” a empujones que subiera a la patrulla, comenzando con el interrogatorio. ¿Donde vives? , ¿A que te dedicas?, ¿Cuál es tú nombre?, Etc..- Contesté a sus preguntas, sin embargo, no querían creer que vivía en el taller.

Unos 30 minutos y seguían paseándome en la patrulla, no dejaban de amenazarme con ir a la casa de mis papás, a lo que yo les decía que si querían los llevaba aunque estaba retiradito, en el estado de Guanajuato. Pregunté.- ¿De que se me acusa?.- Me dijeron que estaban buscando a un violador, lo que me causo gracia y no pude contener la risa, lo que a ellos no les causó mucha gracia. Me escapé de una “calentada” (golpes). Afortunadamente, pasábamos frente a unos baños públicos; salían dos tipos, uno de ellos vestía un pantalón negro muy ajustado y con unas botas muy sugestivas, y una camisa desabotonada con estampado en flores, evidentemente era un homosexual con su compañero de aventura.

Uno de los policías, supongo el de mayor rango le dijo al que manejaba.- ¡Párate, párate, mira lo que nos encontramos! El carro se detuvo y dos de los policías bajaron y de inmediato subieron junto con la “parejita”. Al Verles sus gestos, la imaginación me traicionó, pensando en el contraste de seguramente unos minutos antes, cuando todo era “color de rosa”, me provocó un ataque de risa; y uno de los mariconcitos no me ayudaba nada, porque se puso a llorar como todo una dama, al tiempo que amenazaba a los “polis” con denunciarlos. Terminaron dándole unos cachazos y después de quitarles sus relojes y el dinero; los bajaron de la patrulla. Yo continuaba muy sonriente, uno de los policías me insistía.- ¿Y tú de que ríes? Pero no podía contestar, sólo me limité a señalar a la parejita que ya se encontraba distante.

.-Te vamos a llevar a la treceava delegación, a ver si cuando estés encerrado sigues tan sonriente.- No hay problema, yo no he hecho nada malo, pero si quieren llevarme está bien, me la puedo pasar mejor que afuera, me dan de comer y tengo gratis donde dormir.- viendo mi actitud.- Ya güero, caite con lo que traigas y bájate.- No traigo nada, ¿si quieren revisar?.- Mira si te pasamos a la “báscula” y traes algo te lo quitamos y te damos una “calentada”.- Con seguridad volví a decirle.- No jefe, no traigo nada, esperando que no me revisaran, porque en una carterita llevaba un billete de a $100:00 pesos doblado en cuatro. ¡Órale pues, ya bájate!.- ¿No van a regresar por el rumbo en que me subieron? Para que me den un “raite”. .- No te pases de chistoso y bájate. Me bajé y unas dos horas más tarde regresé a la San Felipe.

Respecto a la “costurera” Tuve noticias más adelante; y José después de que su carro salio del taller; dejó de visitarme y si me buscó nunca lo supe.

La relación con Juanita continuaba, pasaba por mí todos los miércoles a las 7:00 pm. para ir directamente a un lugar privado.


Sucedió que uno de esos miércoles de pasión, llegó acompañada de su hermana lo que de ninguna manera me gustó, no quería involucrarme más allá. Razón por la que decidí dar por terminada la relación, no sin antes platicarlo.

El siguiente miércoles, antes de subir a su carro.- Hoy no puedo salir, si quieres nos quedamos aquí en el taller. Le dije para desanimarla.- ¿Pero como…? iba a decir algo .- No te preocupes, me adelanté, podemos meternos al carro; en el que me quedo a dormir.- Bueno vamos.- El taller obviamente ya estaba cerrado, entramos por una puertita trasera y no había iluminación; lo que causó que ella metiera un pie en una canaleta llena de lodo con aceite. Nos subimos al carro y ya se imaginan, estábamos con “carita feliz” cuando se me ocurrió limpiar un poco el medallón del carro para quitarle lo empañado y ¡sorpresa!, al ver que unas vecinas de la casa de junto; desde la azotea estaban muy entretenidas analizando el movimiento del carro y quizá observando las técnicas utilizadas.

Hablé con Juanita, le manifesté mi disgusto por la visita anterior con su hermana y terminó la relación.

Comencé a visitar con cierta frecuencia el café “diana”, el lugar era frecuentado básicamente por muchachos y muchachas, supongo que la ventaja de que estuviera a dos cuadras de la iglesia de la “San Felipe”, permitía que los papás; fueran muchas veces engañados, y que en lugar de acudir a misa y dar la limosna, sus “cachorros” iban al café a convivir con sus amistades. Conocí a muchas personas, El tema de mayor “rating”, era el relacionado con sexo, supongo por las edades y la poca información de los que ahí nos reuníamos, seguido en menor escala por los referentes a las aventuras, idilios y finalmente, temas sociales, política y religión.

Generalmente, me gustaba iniciar la conversación; apoyándome con un chiste un poco malicioso, si el caso lo ameritaba, dado que una nueva integrante en la mesa; pudiera ofenderse con el tema de moda, de esta forma podía ver sus expresiones, para continuar subiendo el tono hasta argumentar “Es de lo más natural hablar sobre sexo o de temas que nos interesa saber”.- Soportando mi “conferencia” en la última revista o libro leído, intentando mostrarme lo más “profesional” dentro de mis grandes limitaciones.

La necesidad de criticar las diferentes líneas de autoridad, empezando por los papás, pasando por los dueños de los medios de producción y haciendo trisas a la religión. Como si los ahí reunidos fuéramos expertos teólogos y eruditos en cualquier materia. Llegábamos a conclusiones, muchas veces, por no decir las más de las veces, inducidos por quién con mayor seguridad hablaba.

Una noche, me encontraba placidamente dormido en el taller; dentro de “mi carro viejo”, escuche que golpeaban una de las dos cortinas del taller, con precaución me asomé para ver de que o quién se trataba, eran unos “chavos” (muchachos), que poco antes dejara en el “café”, cantaban muy alegres, los “acompañaba” una botella de vino y supongo otras ya las traían “puestas”..- Venimos a invitarte una cuba.- dijo uno de ellos arrastrando la voz.- Esperen ahora les abro la puerta de atrás.- En la siguiente ronda la botella quedó vacía, por lo que de inmediato nos cooperamos para ir a comprar una o dos más.

El taller se ubicaba en la calle de “Hidalgo”, casi esquina con la avenida “León de los Aldama”, sólo había que cruzar el “camellón” de la avenida para llegar a la “vinatería

Dada la hora, la “vinatería” estaba cerrada, pero como saben; atienden a través de una ventanita, un muchacho estaba siendo atendido cuando llegamos, razón por la que esperamos unos metros antes, mientras uno de “mis amigos” se acercó para esperar su turno. De pronto se acercó con sigilo un muchacho con un cuchillo y estuvo a punto de clavarlo en la espalda de mi “amigo”, afortunadamente yo lo había visto y sin pensarlo le propiné un fuerte empujón logrando que él cayera a la banqueta, lo seguí y antes de pudiera incorporarse totalmente le di una patada en la cara, logrando levantarlo para que cayera nuevamente. Dejé que se levantara, saco una navaja y se puso en guardia, mis otros acompañantes se abalanzaron contra él y corrió como quien va a recibir herencia por el camellón; mientras aventaba una bolsita de cuero con algunas monedas, distrayendo nuestra atención.

Resulta que la persona que estaba comprando, era su “cuate”, abrazaba espantado tres botellas, mientras dos de mis compañeros lo sujetaban amenazantes con el cuchillo que el otro había dejado caer. Me acerqué y les dije que lo dejaran, que él no tenía nada que ver y me apropié del cuchillo. Una vez le comentamos como había iniciado el asunto se retiró.

Todavía nos encontrábamos comentando el problema, cuando llegaron dos carros viejos, saliendo como poseídos una buena cantidad de muchachos, armados con machetes y palos.- ¡Esos fueron!, dijo uno de ellos, que de inmediato reconocí, pues era evidente, traía media cara desfigurada.

Se trataba de la pandilla “del mano negra”, de la colonia 25 de julio, me adelanté y era “el mano negra”, nos reconocimos y le dije como había estado todo, señalando que yo sólo le había pegado a su “cuate”, aclarando que no había sido en montón, inclusive mencionando a nuestro favor, que al otro “chavo” lo habíamos dejado ir sin ninguna bronca. Viendo que él me escuchaba ya tranquilo, le entregué el cuchillo de su “cuate”. Él le reclamó al “golpeado”, quién previamente, según supe, le dijera otra versión.

Se despidió, y con él también el tremendo susto, los que en principio iban o aparentaban estar borrachos, para esas horas mostraban total lucidez, nos regresamos al taller para recuperar un poco la borrachera.

El taller no dejaba mucho dinero, pero me di cuenta que cada vez era menos, por lo que sospeché algo no andaba muy bien. Interrogué a Martha, una muchachita, hija de la señora que vendía sopes en un negocio frente al taller.- ¿Cuándo no estoy en el taller tú has visto que llegan “chambas”(trabajos)? ella inocentemente o con sinceridad, no lo sé, me dijo .- Sí seguido llegan y Oscar los atiende.- Razón por lo que un viernes le dije a Oscar, mañana voy a salir y regreso un poco tarde. Al día siguiente, esperé a cierta distancia; escondido para ver el movimiento en el taller. Llegó el primer cliente y después de unos 15 minutos se fue, llegó otro y pude ver que Oscar hacía algún trabajo, imagino calibrando los frenos, se retiró y llegó un tercer cliente. Consideré suficiente, me acerqué al taller y .- Que pasó Oscar, ¿que a habido? .- Está “muerto” ( no hay trabajo), este es el primero, agregó. A lo que le contesté.- ¿Y que los otros dos no cuentan?.- Él estaba sobre el motor del carro con el desatornillador en la mano y de inmediato se abalanzó contra mí, logré agarrarle la mano y lo desarmé para abrazarnos forcejando, nos separamos un instante y lo “invité” a pasar dentro del taller para evitar ser vistos por algún policía y los curiosos que no faltan.

Nos aliamos a golpes un buen rato, logré abrazarlo del cuello y lo estampé en repetidas ocasiones en una columna de cemento, un sobrino de él de unos 10 años de edad, que con frecuencia estaba en el taller, con el propósito de que fuera aprendiendo el oficio, al ver la situación me comenzó a tirar algunos golpes y sólo lo empujé para hacerlo a un lado, él se cayó sobre un cigüeñal de un motor desarmado fracturándose el brazo.

No fue una fractura expuesta, pero al ver como una parte del brazo le colgaba en ángulo, me enteré de lo que sucedía. Dejé a Oscar para tratar de atender al niño; que lloraba del dolor. De inmediato Oscar me dijo.- ¡Ahorita mismo voy a demandarte!.- abrazó a su sobrino y salieron del taller, uno sangrando y medio deforme por las huellas de la “batalla” y el otro agarrando su brazo.

Me preocupé por la amenaza de la demanda y me vino a la mente, el pendiente respecto a los tíos de la costurera, porque apenas hacia unos dos meses, me había enterado que supuestamente me habían ido a buscar.

Cerca del taller, estaba otro, pero en el que arreglaban motocicletas, el dueño me había dicho; que cuando quisiera traspasar, él estaba interesado. Rápidamente baje las cortinas del taller, me amarré un trapo en la mano, donde con una cuchilla durante el pleito me había hecho una pequeña herida y fui a ver al de las motocicletas, el trato fue muy fácil, no puse ninguna objeción en su propuesta, le entregué los documentos, tomé los diez mil pesos y me fui.

El traspaso del taller había sido muy barato. Sin embargo, no incluía herramientas; por lo que más adelante, ya que las “cosas” se calmaran, regresaría para venderlas.

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