Wednesday, June 15, 2011

De la calle a Oxford


Recostado en el pasto todavía adormilado buscaba alguna posible mirada de desaprobación que pudiera haberme visto dormido, hacía unos instantes me había salido del “refugio” un agujero donde seguramente antes había un árbol y lo extrajeran desde la raíz, el bullicio de los vendedores ambulantes que se apresuraban a colocar sus mercancías en el puesto y claro la luz del día me despertaron. No me gustaba que me vieran en ese lugar que previamente había acondicionado con papel periódico.

Unos minutos y comenzó el movimiento más en forma, el olor al aceite para preparar los sopes, quesadillas y la carne asada para los tacos invitaba a los apenas pocos paseantes a comprar, un viento poco perceptible era el encargado de esparcir los aromas provocando que mi estómago reaccionara, saqué de la bolsa del pantalón una cajetilla de cigarros donde guardaba las “colillas” que recogía durante el día, escogí una de las más grandes y comencé a fumar con el fin de engañar al estómago.

“El paseo bravo”, es un jardín ubicado en la ciudad de Puebla, México, en ese entonces contaba con un espacio para animales, como un zoológico en pequeño, había cocodrilos, leones y algunas aves y bueno ahí también estaba mi refugio.

El fumar me causaba una especie de mareo y malestar, pero no tenía suficiente dinero para sustituir el humo por alimento. El dinero que me daba un muchacho por ayudarle a lavar carros en la calle era muy poco.

Recordaba a mis papás y hermanos y me provocaba nostalgia, la consecuencia de las discusiones permanentes con mi papá por las diferentes maneras de pensar se hacían presentes, hacía unas semanas que me había salido de mi casa de la ciudad de México, ingenuamente se me ocurrió ir al seminario, donde apenas hacía unos meses había concluido la instrucción secundaria, ubicado en la colonia Zaragoza de Puebla, unos días después de mi llegada el padre rector me pidió que me retirara y así fue como llegué al refugio.

Después de hacer un recorrido a todo el jardín, ver por nueva cuenta a los animales y echarme un poco de agua en la cara y cabello, regresé a sentarme donde antes me encontraba. Mientras observaba jugar a algunos niños acompañados por sus papás, trataba de recordar alguna ocasión vivida con los míos, pero no los había o no los recordaba, ni a la fecha lo recuerdo.

Sumido en la nostalgia y tristeza se mezcló el rencor con mi papá -que después eliminé- pues sabía que no podía regresar a casa, el me lo había dicho “prefiero perder a uno que a todos” y aún más “si te vas te morirás de hambre”, a la fecha no logro entender su segunda frase, él sabía que desde que tenía uso de razón me había acostumbrado a trabajar bajo la sentencia “aquí el que no trabaja no come”. A pesar de contar con 14 años de edad me sentía seguro, grande, sabía que podía trabajar y salir adelante, aunque por otra parte no dejaba de ser un niño.

Comencé a idealizar las cosas, imaginaba que se acercaba un señor a platicar y luego de confesarle mi situación me ofrecía adoptarme a cambio de que hiciera algunos trabajos en su casa, me veía arreglando el jardín, lavando su carro, jugando con sus hijos y desde luego sentado a la mesa.

Cambié la fantasía de adopción por un ideal que duraría mucho tiempo más, me imaginaba que cuando creciera llegaría a tener una casa grande donde estaría con mi esposa y mis hijos, a los que no les faltaría nada, saldríamos a pasear y les compraría juguetes, jugaría con ellos, les contaría cuentos y serían profesionistas. Este ideal se convertiría en el proyecto más importante de mi vida.

Luego de trabajar en diferentes oficios alcancé la mayoría de edad, teniendo la oportunidad de incursionar en un trabajo formal, aunque regresé a la escuela estudie la preparatoria pero no pude lograr una profesión, sin embargo, ante la demanda de conocimientos en el trabajo y la necesidad de saber un poco más, me convertí en autodidacta.

Precisamente en uno de los trabajos conocí a mi esposa, para ese entonces ya rentaba un departamento amueblado y aunque modesto tenía mi carro, poco a poco, con esfuerzo la vida era ahora muy diferente, el hambre, las invitaciones a delinquir, el frío y la lluvia ya no me preocupaban, pero me sentía solo, sentí que era el momento de dar el paso que pudiera cristalizar mi ideal, a la edad de 24 años me case y a los nueve meses nació nuestro primer hijo Héctor Manuel.

Continué luchando, poco antes de cumplir los 31 años llegó un cambio sustancial en mi vida y la de mi familia, me nombraban jefe del departamento de productividad industrial del programa de abasto social y fomento lechero en Puebla – Tlaxcala, un peldaño importante y sobre todo en ese momento que ya teníamos nuestros tres “pollitos”.

Nos fuimos a radicar al hermoso estado de Tlaxcala, unos años más tarde ahí adecuaríamos una casa que en principio era muy pequeña, pero que llegó a ser de buen tamaño.

Otra promoción me llevó a ser el subgerente de Liconsa en el estado de Tlaxcala y luego de Puebla, llegando inclusive a administrar más de un millón de beneficiarios en el D.F, en fin dediqué muchos años de mi vida a esta institución, no quería correr mayores riesgos buscando algo diferente, pudiendo poner en aprietos la calidad de vida de mis hijos y esposa, además que las actividades me gustaban.

Mientras tanto, nuestros hijos nos llenaban de satisfacciones constantes, en la escuela, los deportes y en otras distintas actividades, les decía esa es mi gasolina para seguir caminando.

Remitiéndome al título de este escrito, les comento por qué "Oxford". Resulta que mi hijo Héctor Manuel, siempre dio muestras de ser un niño muy aplicado, un tanto huraño, muy ordenado y perfeccionista, distinto a los demás. Tal vez tuvo que ver el accidente que tuvo cuando era apenas un pequeñito de 1.7 meses, que aunque afortunadamente no recuerda, pudo haberle dejado secuelas en el subconsciente, lo que sí es seguro, es que las secuelas físicas (cicatrices) le afectaron durante mucho tiempo, sobre todo por los comentarios crueles y ofensas de los compañeritos de la escuela.

Al concluir su primaria luego de una serie de competencias logró ser uno de los ganadores de la olimpiada del conocimiento en el estado, desde luego nos sentimos muy orgullosos y satisfechos en la familia, fue premiado con un viaje al D.F. El que incluía visitar diferentes lugares y el más significativo a “Los Pinos” a ver al presidente de la república.

En la secundaria, dados los resultados que normalmente lograba, su percepción de los que lo rodeaban era poco importante, aunado a que él fue elegido por votación para ser el presidente de la sociedad de alumnos, comenzó a perder el piso, situación entendible, ya que además se encontraba en el proceso de cambio de la niñez a la adolescencia. Debo decir que esto duró poco tiempo.

Una de las razones por las que había elegido estudiar en la secundaria No. 1, era porque había el programa de intercambios con un colegio de EEUU y él siempre tenía en mente viajar. Llegó el momento de la selección de los alumnos que irían de intercambio, todos suponíamos que sería uno de los ganadores y él prácticamente lo daba por hecho, pero grande fue la sorpresa al saber que no había quedado dentro del grupo, fue un golpe muy fuerte para él, al grado que me decía que ya no quería estudiar. Platicamos un rato y se tranquilizó, en la escuela sus compañeros y algunas otra personas le hicieron un convivio, señalando que él realmente había ganado, lo cual le ayudó de manera muy importante. Esta experiencia la capitalizó modificando su actitud, para reponerse y lograr ser el mejor de la generación del colegio de bachilleres CBTiS No. 3 de Tlaxcala.

Para ese entonces ya podía imaginar que sería un profesionista y muy probablemente exitoso.

Me había planteado que quería estudiar inglés y paralelamente a la preparatoria estudiaba en una escuelita particular que se ubicaba cerca de la casa, pero también quería viajar. Investigó cómo le podía hacer para en principio ir a un curso a Canadá, y a unos días de decidirlo encontró una mejor opción para ir a Londres.

Al regresar traía un documento que certificaba el curso, con la confianza y el aprendizaje que obtuvo, fue contratado para dar clases en su anterior escuela.

Ingresó a la universidad de las Américas en la ciudad de Puebla. Con los recursos que obtenía por sus trabajos como maestro de inglés y luego otro en una empresa llamada “Mad Science” dedicada a transmitir conocimientos a niños de primaria mediante algunos actos de "magia" (química y física), pagaba sus estudios en la escuela de francés.

Estaba por terminar su licenciatura como ingeniero en sistemas computacionales, cuando su asesora de tesis lo invitó a colaborar con Gennaro Bruno, un italiano estudiante de doctorado en una universidad de Francia, en donde estuvo por dos diferentes periodos: los veranos de 2004 y 2005.

Luego de terminar la licenciatura, trabajó en una empresa constituida por algunos ex compañeros de nombre “Techniks”. En eso se encontraba mientras era emitido su título, cuando se presentó “la feria internacional de becas para estudiar en el Reino Unido” en el World Trade Center de la ciudad de México. Asistimos, él iba muy emocionado y yo también, aunque me parecía muy lejano que pudiera darse una oportunidad.

Recuerdo que sentados en una banquita de un jardín, leímos el folleto que le habían dado mientras dejábamos pasar el tiempo para que llegara su abuela a abrir la puerta de su casa. 'Es esto lo que quiero estudiar', me dijo mientras señalaba una opción. 'Creo que está difícil hijo, el porcentaje de probabilidades es muy bajo de acuerdo con lo que dice', 'Pues sí papá, Web semántico, esto es lo que me gusta y voy a solicitar la carta de aceptación a la universidad de Manchester.'

Honestamente me parecía casi imposible que pudiera darse, pero ya antes me había llevado algunas sorpresas, así que no dije más.

El tiempo transcurría y no había respuesta, la angustia iba en aumento y cuando creí que ya no llegaría. '¡Papá, ya me dieron respuesta de Manchester, me van a hablar por teléfono para una entrevista corta!', brincamos de alegría por la noticia, pero aún no era nada seguro, pues estaban en el proceso de selección.

Llegó la entrevista y luego una más larga, le dijeron que la respuesta sería unos días después para decirle si había sido seleccionado y así fue. No cabíamos de la emoción y orgullo ¡nuestro hijo se iría a estudiar a Inglaterra! Nos parecía increíble, como si se tratara de un sueño y no quisieras despertar.

Lo siguiente era solicitar una beca ante el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT). Lo acompañe a realizar el trámite; por cierto, ese día me dio vértigo, una enfermedad que ataca el sentido del equilibrio. Con un gusto enorme recibimos la noticia de que le habían otorgado la beca al poco tiempo.

Lo despedimos en el aeropuerto; una mezcla de gusto, sazonado con orgullo, satisfacción y melancolía nos llenaba el cuerpo.

Vendrían tiempos difíciles, el primer año lo sentía un tanto preocupado, me comentaba que el 10 absoluto obtenido en su licenciatura-por cierto el mejor de su generación-no era suficiente respaldo para entender muchas cosas nuevas que estaba viendo y que si no lograba obtener al menos un grado de maestría el CONACyT le cobraría lo que le había dado como beca.

Al siguiente año, regresó más tranquilo, las cosas funcionaban mejor, aunque en la parte económica yo sabía que lo que recibía no era lo que quisiera que hubiera tenido, pero yo ya no contaba con los ingresos que anteriormente llegué a tener.

El supervisor de doctorado el Dr. Ian Horrocks fue invitado a trabajar a la universidad de Oxford, en consecuencia le hizo extensiva la invitación a Héctor y llegó a la famosa universidad para continuar estudiando. ¡Otro motivo de alegría!

Otra noticia nos impactó, 'Ya tengo novia, se llama Cristina y es muy bonita...' Por la forma en que nos platicaba, de inmediato nos dimos cuenta que estaba enamorado. Unos meses después tuvimos el honor de conocerla y además de darnos cuenta del por qué nuestro hijo se había cautivado: no sólo es bonita físicamente sino una persona bella en su interior.

La meta ya se veía cerca, todos los familiares y amigos permanecíamos pendientes y la explosión llegó, finalmente había llegado nuestro hijo ¡el Doctor Héctor Manuel Pérez Urbina! Egresado de la universidad de Oxford.

Mi hijo desde hacía tiempo nos dijo a mi esposa y a mí, 'ustedes estarán en mi graduación.' En principio le dije que si por alguna razón no fuera posible estar físicamente estábamos muy orgullosos de sus logros, pero insistió, 'No papá, es un evento muy importante en mi vida y quiero que estén presentes, yo me voy a encargar de eso.'

Poco antes de terminar, él se fue a un intercambio por unos meses a Japón. Muchas personas le habían dado seguimiento a sus conferencias y publicaciones, en el inter viajó a Washington DC para entrevista de trabajo con dos diferentes empresas. El sueño continuaba, antes de terminar ya había trabajo y además se encontraba en posición de prácticamente escoger.

Regresó de Japón a terminar su tesis, con la “preocupación enorme” de decidir en donde trabajaría. Dada la evaluación de las propuestas se decidió por la empresa donde a la fecha trabaja.

La ceremonia de graduación se pospuso por más de un año, pero las sorpresas
continuaron: '¡Cristina y yo nos vamos a casar!'

Me encuentro escribiendo esta memoria a unos días de haber regresado de Inglaterra con motivo de su graduación y a tres semanas de asistir a la boda en Canadá. Lo había dicho mi “pollito”, 'estarán en mi graduación, yo me encargaré' y efectivamente él con el apoyo de su prometida Cristina, hicieron posible algo que jamás soñamos mi esposa y yo: viajar a Inglaterra a todo lujo, pasando unas vacaciones inolvidables.



Es cierto, la vida me ha cobrado las facturas firmadas en el camino, pero no existe comparación al ver a tus hijos realizados, con las herramientas para luchar y triunfar en la vida.

Gracias hijo por tanto cariño, satisfacciones y apoyos brindados; gracias por haber hecho posible algo que ni en mis fantasías más extremas alguna vez imaginé: ¡de la calle a Oxford en una generación!