Tuesday, June 08, 2010

Un día en la calle

Al recordar algunas de mis vivencias de hace casi 40 años, cuando siempre he dicho que ya perdoné, que eso ya pasó, me doy cuenta que aún duele, que la cicatriz es muy sensible.

Duele la explotación iniciada en el seno familiar y continuada después, el golpeo psicológico permanente por parte de mi papá, que en paz descanse, de igual forma duele recordar la sumisión de mi madre ante el maltrato y luego la indiferencia de parte de mi familia, pues durante mucho tiempo no sabían si aún vivía, si comía, o tenía una cobija para cubrirme del frío.

Así fue nadie me busco, aunque en ese tiempo tampoco pensaba que lo harían, sin embargo, quien después de un tiempo tomó la iniciativa fui yo, quise ver a mi mamá y hermanos, los visitaba eventualmente

Sí ya perdoné, pero no puedo ni quiero borrar los hechos, por esa razón y con el propósito ayudar a reflexionar a los padres ante una posible determinación, a continuación me permito compartirles lo que se vive un día en la calle.

Serían entre las 6:00 y 7:00 de la tarde noche, caminé, con la cabeza baja, la cara todavía dolida por los recientes golpes propinados injustamente por mi papá, llevando mis cosas personales en una maleta vieja y una caja de cartón amarrada con un hilo de ixtle, a unos treinta metros de la puerta volví la vista hacia lo que pensé “esa fue mi casa, ya nunca volveré a verla” sentía en ese momento una gran tristeza, las gotas de lágrimas nublaban mi vista, en mi mente confusa se repetían las palabras de mi papá “ prefiero perder a uno y no a todos” “no quiero que vayas a causar lástima con la familia” “te vas a morir de hambre”, venía a mi la imagen de mi mamá llorando cuando salía de la casa, me encontraba muy aturdido. Mi abuela paterna estaba en la casa cuando se dieron las cosas, ella me ofreció que me fuera a vivir a su casa, lo cual no sentía que podía ser, pues eso implicaba “el comenzar a causar lástima”. Por lo que le agradecí y solo le pedí me guardara mis cosas y me dejara dormir esa noche en su casa.

Al día siguiente me desperté temprano pues estaba acostumbrado, la hora de iniciar el trabajo era entre 5:00 y 5:30 de la mañana, de inmediato recordé la situación en que estaba, mi abuelita ya se había levantado y me ofreció de desayunar, no tenía hambre, así que le dije que ya me iba, que necesitaba hacer algunas cosas, ella no dijo mucho sólo nos despedimos.

Me dirigí a la Av. Ignacio Zaragoza, pronto tuve la suerte de que me dieran un raite, mi destino sería la ciudad de Puebla, en particular el seminario donde hacía poco estuviera internado, creyendo que ahí encontraría algo de comprensión y apoyo, dos días después me di cuenta de mi error, cuando el padre rector en turno me dijera “aquí no puedes estar”.

Ni hablar, me despedí de los conocidos y me dirigí a las calles del centro de la ciudad, caminé hasta llegar al mercado “la victoria” donde en aquel tiempo era un mercado tradicional, con venta de verduras, frutas, alimentos, etc., lo aclaro porque ahora tengo entendido es un mercado de artesanías.

Tenía que buscar trabajo, me sentía grande, pues siempre había trabajado desde que tenía uso de razón, me sentía seguro de poder desquitar mi comida, otro error, al pedir trabajo a algunas personas de los puestos del mercado, su actitud de inmediato era de alerta, buscando con la mirada a los de los puestos cercanos y haciendo muecas y señas evidentes “que decían” ¡cuidado puede ser un ratero!

Sin pensarlo mucho y motivado por el orgullo y el hambre, no creí conveniente pedir algo de comer, opté por tomar un plátano y comencé a comerlo frente al dueño del puesto, mostrando interés en las demás frutas, luego de preguntar el precio por kilo le dí las gracias y continué con otro puesto, increíblemente no me dijeron más, creo que logré sorprenderlos.

Me encaminé hacia la plaza donde se encuentra la catedral de Puebla, llegué a la calle de reforma y sin prisa me dirigí al jardín de “paseo bravo”, ya me sentía cansado de tanto caminar, me senté al pie de un árbol y descubrí un buen agujero de donde habían sacado unos árboles, ya tengo donde dormir, sólo tengo que juntar algunos periódicos para taparme por la noche, y así fue durante varios días.
Pero continuamos con él día, muchas personas paseaban de un lado a otro del jardín, donde en ese entonces había un pequeño zoológico, yo imaginaba la situación de cada persona que veía, curiosamente en ningún caso pensaba que pudiera tener algún problema, al ver a una familia que jugaba con una pelota de manera divertida, todos riendo felices me puse a fantasear imaginando que el papá se acercaba y me decía “Que tal niño, ¿Dónde están tus papás y tus hermanos? - Después de que le contaba mi situación el me ofrecía “Mira, yo necesito que me ayuden en la casa con algunas actividades del jardín o de la casa, si quieres yo te adopto y te vienes a vivir con mi familia. Fantasía que repetiría con cierta frecuencia al ver alguna familia que me llamara la atención.

La noche llegó, poco a poco el jardín se quedaba vacío la gente y el bullicio se iba, sólo unas siluetas de parejas a la distancia que parecía no querer irse, yo no quería ser descubierto, no quería que se dieran cuenta que me iba a meter a dormir, un rato después por fin no había nadie, sólo yo con mis pensamientos.

Por un lado el cansancio y el sueño, pero por otro el estómago me reclamaba, me dí una vuelta por los pasillos y no encontré mucho, algunas bolsitas con unas cuantas frituras que me provocaron más hambre.

Me fui a dormir, consciente que debería levantarme temprano pues no quería ser descubierto.


Así fue mi primer día en la calle en la ciudad de Puebla, esto apenas comenzaba, vendrían muchos días de angustia.

Monday, June 07, 2010

Los niños de la calle

Resulta para mi interesante conocer que actualmente existen diferentes organizaciones que tratan de ayudar con la solución de este problema que aqueja a la humanidad, ya que si bien es cierto se acentúa principalmente en países denominados del tercer mundo, o en vías de desarrollo, en los considerados de primer mundo también existe aunque en menor proporción.

Definición:
La definición más comúnmente usada proviene de UNICEF y distingue dos grupos:
-Niños en la calle: son aquellos que pasan la mayor parte del tiempo en la calle, pero que tienen algún tipo de soporto familiar y vuelven a su casa por la noche.
-Niños de la calle: pasan el día y la noche en la calle y están funcionalmente sin soporte familiar.
Contexto actual de la infancia pobre
Las estadísticas de las Naciones Unidas dicen que América Latina los niños de la calle sus edades oscilan entre 8 y los 17 años. Las niñas constituyen aproximadamente un 10 y 15%, ya que tienen más posibilidades de elaborar estrategias alternativas (cuidados de hermanos menores, trabajo doméstico, prostitución.)
La pobreza en América Latina produce muerte, enfermedades evitables, causadas por las falencias, ausencia de sistemas sanitarios y educativos, el abandono y la falta de hogar.
Las diferentes organizaciones que estudian este fenómeno coinciden en que la pobreza es un factor determinante para que se propicien las condiciones para que el problema continúe, considero que existen otras causas que por si lo detonan, siendo más evidentes en la pubertad y adolescencia, particularmente en familias que viven en zonas urbanas marginadas, conjugándose: edad, ambiente, ignorancia e inseguridad de los padres y pobreza moral.

Por experiencia propia, un buen número de niños (as) de la calle, provienen de familias desintegradas, si así les pudiéramos llamar, ya que seguramente nunca lo fueron, ya que tampoco existió el proyecto de familia, más bien son producto de la unión física de dos personas arrastradas por las necesidades fisiológicas, donde no hubo el objetivo de procrear, siendo una consecuencia del acto sexual y por ende son hijos no deseados que vienen a generar una serie de problemas adicionales a los ya existentes, lo cual provoca la “desintegración” de algo que nunca estuvo integrado. El que dos o más personas compartan el mismo techo, sin que existan intereses en común y lazos de comprensión y afecto, puede generar un ambiente de inseguridad, desconfianza y agresión constante, motivando a sus integrantes a huir de su realidad, comenzando muchas veces por la “ventana” del alcohol o las drogas minando su voluntad, para luego abandonar su casa haciendo a un lado su responsabilidad básica de alimentar y educar a sus hijos, de esta manera se cierra un ciclo y abre uno nuevo de las mismas condiciones.

Los hijos salen a la calle con una carga de emociones, buscando encontrar satisfacer sus necesidades de: comprensión, afecto, seguridad, confianza, alimento y vestido, integrándose la mayoría de los casos a grupos de muchachos en situaciones similares, existiendo un caldo de cultivo excelente para establecer su rechazo a la sociedad y hacia todo lo que implique líneas de autoridad. Por otra parte siendo muchas veces victimas de explotación laboral, sexual y drogadicción por personas y organizaciones sin escrúpulos.

Es bueno que existan organizaciones y personas preocupadas por atender a los niños en situación de calle, sin embargo el atacar consecuencias no ayuda mucho ya que considero que el problema debe ser atacado de raíz, siendo los cimientos una distribución más equitativa de los bienes materiales, permitiendo a las personas cubrir sus necesidades básicas elementales, logrando como consecuencia el desarrollo de sus capacidades, una persona bien alimentada durante sus primeros cinco años de vida, tendrá mayor oportunidad de almacenar y procesar la información necesaria para ser productivo para su familia y la sociedad en general. Lo antes mencionado considerando que la educación de un niño debe iniciar 20 o 30 años antes de que nazca.