Wednesday, November 09, 2005

Regreso Efimero a casa

Regreso efímero

El resentimiento con mi familia y ahora en general con la sociedad se agudizaba, estaba conciente de las diferencias, de la explotación y pisoteo a la clase más marginada.

Sin embargo, consideraba tener derecho a un techo, a una cama y algo para comer, sin la necesidad de en ocasiones acudir al mercado más cercano para sustraer alguna fruta ante la mirada incrédula del dueño del puesto.

Ante los problemas inherentes al vivir en la calle, algunos que prefiero no mencionar, recordaba a mi mamá y hermanos. Mi casa que si bien no era un palacio, podía dormir en una cama y no faltaría algo de comer. Yo siempre había trabajado y la situación económica de la familia había cambiado gracias al esfuerzo de todos sus integrantes.

Había dejando en la casa una cerda, literalmente hablando, siendo un excelente pretexto decir que iba para venderla porque necesitaba el dinero, así poder ver como estaban las cosas, “que tal si ya no había problema”.

El recibimiento no fue muy halagador, con excepción de mis hermanos que me hacían infinidad de preguntas a las que contestaba cuidando no dañar mi imagen. Mi mamá supongo debería portarse ecuánime y mi papá me dijo- “cámbiate de ropa para que te pongas a trabajar”.- - Vengo a vender mi puerca y después me voy.- Ya ándale ponte a trabajar.-. Estas palabras en boca de mi papá significaban “ya no hay problema”, de otra forma seguramente me hubiera dicho “la puerca que dejaste hace mucho tiempo que se hizo carnitas”, razón por la que consideré convenientemente quedarme.

Al poco tiempo mi papá me recuperó la puerca misma que vendí, ocupando la mayor parte del dinero en hacerle un préstamo a un primo de mi papá, que por ese entonces abriera una tienda de abarrotes y necesitaba surtirla. La acción definitivamente fue bien vista por mi papá.

Motivando a mis hermanos para terminar lo más pronto posible los quehaceres del establo y tener oportunidad de salir a jugar a la calle fut-bol, provocaba competencias y más aún, propuse se asignaran tareas a cada uno, lo que nos permitiera a mis hermanos y a mi descansar una tarde durante la semana. Propuesta que fue aceptada por mi papá, haciéndome sentir que mi estatus en la familia mejoraba.

Me ilusioné, presenté el examen de admisión para la preparatoria, fui aceptado en el Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Vallejo, retomé el ritmo de trabajo, provocando competencias entre mis hermanos y papá, para demostrar que yo era quien más rendía.

A unas cuadras de la casa vivía Paty, una muchacha de catorce años bien desarrollada y muy extrovertida, la menor de cuatro hermanos dos hombres y dos mujeres. Con sus miradas me di cuenta que no pasaba desapercibido, inicié una amistad que pronto se convertiría en noviazgo. Los domingos procurábamos asistir a misa de diez de la mañana aprovechando para vernos y acompañarla a su casa, los días de descanso iba por ella a la escuela al entonces pueblo de San Juan de Aragón.

Recuerdo algunas anécdotas de esta etapa. Resulta que por las mañanas y las tardes, una vez ordeñado las vacas y limpiado el corral, sacábamos el estiércol en una carreta arrastrada por un caballo para irla a tirar en los terrenos baldíos “Romero de Terreros”, que ahora se han convertido en colonias populares del Estado de México como Valle de Guadalupe y el Chamizal, que colindan con el Distrito Federal delimitadas por el Periférico Norte o bien avenida río de los remedios, si, el río en donde me divertí hacía un tiempo fue entubado en varios kilómetros.

Pues bien, resulta que cuando iba a tirar el estiércol, como es de suponerse mi ropa era apropiada y más aun evidenciaba contundentemente el contenido de la carreta, lo que me apenaba al pasar frente a la casa de Paty, motivo por el que me ocultaba ingenuamente en un pasa montañas y pasaba lo más pronto posible esperando que no me identificara.

Una vez, después de asistir a misa nos encontrábamos en el atrio de la iglesia, Paty me tomó por la cintura y apoyándose con la cadera me levantó, lo que ocasionó que mi estómago se quejara por el apretón, al escuchar el “ruido” las burlas de mi hermano y sus hermanas que estaban presentes no se hicieron esperar. Me sentí avergonzado y traté de no hacer mucho caso para lograr que cambiaran de tema. Sin embargo, la pena sentida no se compara con lo que en unos días más pasaría.

Mi hermano Ignacio, (mayor que yo) mi primo José de Jesús y yo nos pusimos de acuerdo para ir a visitar a las muchachas, mi hermano se interesaba en Clara y mi primo en Mariana. Platicando fuera de su casa, yo lucía un pantalón de mezclilla a la moda, ajustado y acampanado, pero también la moda era, según algunas voces, el no usar ropa interior, por lo que para no sentirme atrasado lo había tomado en cuenta. De pronto me percaté que con frecuencia Paty desviaba la mirada hacia debajo de mi cintura, me retiré unos metros de la reunión para revisar que pasaba y que momento tan bochornoso, traía la bragueta del pantalón abierta. Me despedí sin mayor protocolo desde donde me encontraba con solo un “nos vemos después” y unos días más tarde el noviazgo terminó.

“Nacho” mi hermano fue novio de Clara por un buen tiempo y mi primo no logró convencer a Mariana.

Por mi parte, hice migas con algunos muchachos que se reunían en la calle a unas cuadras de la casa para tocar la guitarra y cantar, de está manera las tardes en que me tocaba descansar en el establo las aprovechaba para acompañarlos. Si bien nunca se dijo que éramos una pandilla si se consideraba el apoyarnos en caso de algún problema.

Un día, Tére, una muchacha que conocí mientras iba a descargar unos viajes de estiércol en la colonia zona militar, a un lado de la colonia San Felipe de Jesús, me invitó a la fiesta que su familia haría con motivo de sus quince años de vida.

La noche era muy obscura, no había iluminación pública, el patio de su casa estaba limpio y arreglado, algunos invitados platicaban animadamente mientras escuchaban a todo volumen la “cumbia de los pajaritos”. Felicité a Tere y le entregué un anillo que anticipadamente comprara para la ocasión, ella me pidió que la acompañara a casa de una amiga para pedirles permiso a sus papás para que asistiera a su fiesta. Caminando en la oscura calle se me ocurrió echarle el brazo al hombro como muestra de protección, de pronto sentí un golpe en la cara, me abalancé sobre el bulto tirando golpes, pero eran varios porque me pegaban por todos lados hasta hacerme caer al tiempo que escuche un grito “Ya déjenlo”, era Tere quien por la forma parecía conocerlos.

Doblado por la cintura, protegiendo la cara con los brazos y el estómago con las rodillas recibí una andanada de patadas. ¡Sabía que debería escapar!, de lo contrario lo más probable era que culminaran su hazaña clavándome alguna navaja para luego meterme a uno de los hoyos para los postes del alumbrado público que permanecían inundados, acción que con frecuencia se presentaba, o la otra, aventarme al río de los remedios que para estas fechas ya arrastraba aguas negras. Jalé aire y los sorprendí levantándome como impulsado por un resorte, corrí hacia el puente de madera para cruzar el río, ellos me siguieron pero no contaban con que una de mis cualidades era la velocidad, terminando por lanzarme piedras. Al otro lado del río en la colonia El Chamizal, una camioneta repartidora de hielo iba a baja velocidad, dadas las condiciones de la calle, lo que aproveché para subirme en el estribo de la caja en la parte trasera.

Con las huellas de la golpiza y muy enojado pensé en la venganza, pues los agresores seguramente estaban en ese momento disfrutando de la fiesta, busque a mis “amigos” que decían que ate cualquier problema nos apoyaríamos, pero una vez les comenté lo sucedido ninguno se ofreció, todos tenían algo que hacer, por lo que a partir de ese día decidí que nunca más confiaría en ellos.

Llegué a casa para limpiarme y atenderme las heridas, comenté lo sucedido con mis hermanos y mi papá escuchó, yo les decía que quería regresar para que Tere me dijera quienes habían sido y así vengarme de uno por uno.

Mi papá tomó la pistola, y no dirigimos al lugar mi hermano Nacho, un amigo y mi papá.

Al entrar a la casa, mi papá se quedó en la puerta junto con los demás acompañantes, noté algunas miradas poco comunes de los “chambelanes”, me dirigí con un grito a Tere.- ¿Quiénes fueron?.- No te puedo decir, me vas “aguadar” la fiesta.- A mi ya me la “aguadaron” hija de tu….- en eso pude ver la mueca de sonrisa de uno de los chambelanes, quien antes de modificarla el amigo que nos acompaño le asestara un buen golpe. Se hizo el silencio incomodo, mientras me dirigía en un grito poco amable a los chambelanes.- quien fue hijos de …, si son hombrecitos vamos a darnos uno por uno. No hubo respuesta, salimos del lugar rumbo a la casa.

La relación con mi papá continuaba difícil, la escuela cada vez exigía más tiempo y el trabajo en el establo también por lo que pensé debo encontrar un trabajo fuera para aportar algún dinero a mi familia y así evitar los enfrentamientos cotidianos.

Hubo la oportunidad de entrar a trabajar en un centro comercial “Superama, sucursal Linda vista”, hacía las veces de “cerillo” además de apoyar en el departamento de cajas en lo que se me pidiera. Rocío Pérez Campos, era una de las cajeras, ¡no claro! no cualquier cajera, mientras registraba las ventas, yo buscaba su mirada sin dejar de trabajar más aún poniendo todo mi empeño y energía para causarle la mejor impresión, me emocionaba al ver que ella me correspondía.

Un día me pidió que fuera a recogerla a la avenida universidad, pues recibiría un curso de capacitación, entusiasmado saliendo de trabajar, en lugar de irme a la escuela que era mi rutina, fui a encontrarme con “mi destino”. La encontraba más bonita que siempre, abordamos el trolebús, sin decir nada ella se recostó en mi hombro yo tembloroso la abracé y busqué sus labios, fue mi primer amor.

Había un subgerente que veía con interés a Rocío, lo que no me causaba gracia, era evidente que yo tampoco a él, lo cual desde su posición no dejó de aprovechar, resulta que me vio tomar un par de uvas en el área de frutas y verduras, estaba prohibido, aunque muchas veces no pasaba más allá de un “recuerda que está prohibido”, pero este no fue el caso, me llamó a su oficina y comenzó con amenazarme diciendo que si me volvía a ver me correría. Yo envuelto en la ira por los celos que sentía y la situación vergonzosa, le dije que me cobrara las dos uvas y que además se cobrara un puño de ceviche que había tomado y que no había visto, muy enojado me dijo me presentara con el gerente y de inmediato me retiré.

El gerente una vez conociendo el problema, me pidió que entendiera que yo había incurrido en un error, lo acepté, pero no sin hacerle ver que yo trabajaba muy fuerte y jamás me habían promovido a un mejor puesto, que eso no lo veían, sin embargo a la primera oportunidad me estaban regañando, terminé renunciando al trabajo, más por orgullo mal fundado que por pensar yo tuviera la razón.

Mi salida del trabajo se convirtió en una limitante para ver a Rocío, ya que me integré al cien por ciento a las actividades del establo y a la escuela y en caso de obtener un permiso para salir de casa era regresar a más tardar a las 8:00 p.m., de lo contrario me cerraban la puerta de entrada, lo que a decir verdad no representaba mucho obstáculo, pues me subía por el poste de luz que se encontraba cerca de la marquesina por la que me trepaba hasta alcanzar la parte del techo y luego bajar por la escalera de atrás y dirigirme al cuarto de los hermanos que se encontraba en la planta baja, el problema era al abrir la puerta de la escalera que invariablemente rechinaba descubriéndome ante mi papá, que solo se incorporaba desde su cama y constataba mi retraso. Al día siguiente a primera hora, 5:00 ó 5:30 a.m. iniciaban las labores en el establo y con estas la regañada, misma que se extendía hasta la hora del almuerzo.

Habían pasado solo unas semanas de la renuncia a Superama y pocas ocasiones me había sido posible ver a Rocío, por lo que un domingo que me tocaba descanso me presenté a su trabajo para invitarla al cine y después acompañarla a su casa, faltaba aproximadamente una hora para que terminara su turno, ella me dijo que esta vez no iba a poder porque le habían pedido se quedara más tarde, situación que nunca antes se presentó, así que intuí “algo está pasando”, me despedí para ir a vigilar desde el ventanal de un negocio próximo, a la hora preestablecida pude ver como el personal salía de sus labores, descubriendo a Rocío acompañada de uno de mis ex compañeros, platicaban como dos buenos amigos y aparentemente nada más, pero me asaltó la duda …¿por qué me dijo que saldría más tarde?, al ver que cruzaban la avenida Montevideo rumbo al cine “Futurama”, ¡será posible!, los seguí a distancia, pude ver como él ponía su brazo en el hombro y compraban los boletos de entrada, no me interesó qué película exhibían, sin perder de vista las siluetas, subí la escalera por uno de los pasillos y una vez ubiqué el lugar que ellos escogieran me senté en una butaca a cierta distancia. Los celos me estaban consumiendo mientras trataba de pensar sólo deben ser amigos, pero para cerciorarme me acerqué lo más que pude hasta quedar exactamente atrás de ellos, ahí se acabaron mis dudas, se besaban apasionadamente, yo me contuve para no hacer un lío dentro del cine, creo que ella sintió la mirada ya que volteó y pudo distinguirme, retirándose del “amigo”, quien un instante después me veía de reojo. Fingí que me salía de la sala, esperé a que salieran y como diez minutos más tarde aparecieron felices abrazados, los enfrenté y…- Permíteme hablar con ella un momento.- Yo no tengo nada de qué hablar.- contestó ella,.- Pero yo sí.- insistí , a lo que el amigo reaccionó.- si ella no quiere hablar déjala en paz.- ya no me aguanté, le di un empujón mandándolo al suelo, mientras que a ella la jalé con fuerza del brazo, sólo acertando decirle “no vales la pena”, y me solté a reír irónicamente, ellos también reían aunque seguramente por razones diferentes.

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