Tuesday, December 27, 2005

Un Cielo Color Naranja

La madrugada del 19 de noviembre de 1984, mientras dormíamos placidamente fuimos abruptamente despertados, se escucharon fuertes explosiones, los vidrios de algunos de los departamentos vecinos se rompieron y el interior de la recamara se iluminaba con una luz anaranjada.- ¿Qué pasa? – Pregunto mi esposa.- No sé, contesté mientras me incorporaba para investigar- Me asomé a la ventana que daba a la avenida ticomán, todo era iluminado del mismo color, la imaginación muchas veces puede confundirte, pensé tal vez algún país le ha declarado la guerra al nuestro, ¿y si se trata de un bombardeo?, estos pensamientos los guardé de inmediato. Pronto, se escucharon voces, volví a la ventana y miraba correr a las personas, muchas gritaban los nombres supongo de algún familiar, otras lloraban sin dejar de correr o caminar con pasos acelerados, la mayoría vestía poca ropa y descalzos. – Creo que se trata de una peregrinación- Le dije a mi esposa, con la intención de no alarmarla. Era común que por esas fechas pasaran por la calle las peregrinaciones hacía la basílica de Guadalupe. Fui a la sala, prendí la televisión, supuse bien, había noticias.- ¡El riesgo está latente!, dos “salchichas” (depósitos de gas) pudieran hacer explosión en cualquier momento, ¡Es una tragedia!...decían los comentaristas.

La distancia entre, San Juan Ixtlahuaca (San Juanico) y la colonia Ticomán donde vivíamos no era mucha, pero tampoco tan cercana como para imaginar pudiéramos salir afectados. Subí a la azotea del edificio, al sur se veía el cielo más iluminado era el lugar donde se produjeran las explosiones, hacia el oriente había un terreno baldío, veía como la gente corría desesperada sin dirección, unos hacia el norte otros al contrario. Resulta impresionante observar la conducta que adoptamos los seres humanos bajo este tipo de circunstancias. Al ver algunas imágenes en la televisión que mostraban parte del tremendo desastre, así como la desesperación de la gente por salir de la zona de riesgo, decidí ayudar. Mi esposa con un embarazo de seis meses y mi hijo de dos años se quedaron en la casa, Arranque el carro que hacía poco tiempo comprara al “tío” Tomás, un valiant doster 1975. Antes de llegar al “epicentro” encontré a mucha gente que corría, abrí las puertas del carro y de inmediato se ocupó a su máxima capacidad, di vuelta y me dirigí hacia Tlalnepantla; con la intención de alejar a las personas del peligro.

Una vez puestos a buena distancia les pedí se bajaran, pues debería regresar por más gente. Una señora no bajaba.- Señora por favor baje del carro debo irme- Le dije volteando la cabeza para mirarla sobre mi hombro, momento en que me percaté que se encontraba únicamente en pantaletas, cubriendo sus pechos con las manos- ¡Es que me da pena salir así!- Me contestó tímidamente- Un señor que había sido mi “pasajero” ya se retiraba- Señor, señor, por favor préstele su chamarra a la señora para que pueda cubrirse.- Claro que sí, no se la presto, se la regalo- Dijo en un gesto de solidaridad.

Ya no me fue posible regresar, personal del ejército ya había acordonado la zona considerada de riesgo. Me alarmé al llegar al cruce de la avenida politécnico nacional y ticomán, pues mi familia se encontraba dentro de dicha zona; debido a que existía un gasoducto que pasaba precisamente por la avenida ticomán, misma que pudiera explotar. Dejé el carro y corrí a la casa, en la televisión continuaban emitiendo imágenes e informando de la situación. No fue necesario evacuar.

Tristemente unos días después, los diferentes medios de comunicación daban grandes cifras de muertos, heridos y desamparados. No faltaron las revistas amarillistas; que mostraban fotografías de cadáveres de personas y animales calcinados, cargadas de un morbo inconcebible.

La corrupción se cobraba una vez más a costa del sufrimiento de los más desprotegidos. ¿Las compañías de gas no deberían estar ahí?, o bien, ¿Porque se permitían asentamientos humanos en estos lugares?

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