Tuesday, December 20, 2005

El Primer Año De Matrimonio

Continuamos trabajando, a ella la cambiaron de área y en consecuencia de horario, siendo prácticamente el que yo tenía. Sin embargo, casi nunca salíamos a la misma hora.

Por lo regular me quedaba a dar el extra, algunos de mis compañeros pedían mi apoyo y con gusto e interés les ayudaba; principalmente en actividades nuevas para mí.

Un día de febrero de 1982, Luy acudió a mi oficina para decirme que le dolía el estómago, saliendo del trabajo fuimos a visitar a un médico, pues sí, a una clínica particular, no teníamos mucha confianza para acudir al servicio del ISSSTE.

El médico, después de consultarla.- Tengo que hacerle el tacto, es muy probable que se trate de un embarazo.- Doctor, ¿no seria mejor hacerle un ultrasonido?.- De cualquier forma debo hacerle el tacto.- Ante su determinación, me pareció ver en el doctor a un tipo lujurioso y con intenciones morbosas.- Hágale el tacto a la más vieja de su casa.

Salimos de la clínica, iba bastante molesto por el incidente y emocionado por la posibilidad. Si bien, en principio habíamos comentado esperaríamos un tiempo para el primer embarazo, para nada era motivo de preocupación que el plan no se cumpliera al pie de la letra.

Luego de los exámenes de embarazo correspondientes, sin incluir el tacto, ya que sin tener conocimientos de medicina, intuía que esta acción pudiera provocar en su caso un aborto. El resultado fue positivo, la noticia nos provocó mucha alegría, tendríamos a nuestro primer hijo. Luego de la explosión.- ¿Qué no te estabas cuidando?, le pregunté a mi esposa.- Pues no, yo pensé que tú me ibas a cuidar.- Su respuesta me provocó ternura, la abracé y regresamos felices a nuestra casa.


Mi esposa e hijo deberían ser atendidos de la mejor manera, acudimos a un hospital lejos de nuestra colonia, ubicado por las “fuentes de petróleos”, el trato era muy bueno, mensualmente íbamos a la consulta, el proceso era normal, después de los tres primeros meses de malestares; todo estaba bien.

Administrando ambos ingresos, pronto logramos amueblar el departamento. Luy bordaba en sus ratos libres las tradicionales chambritas y los pañales de tela de algodón, si claro, de varios colores, azul si es niño, rosa si es niña y dado que no sabíamos que sexo tendría; algunos neutros.

Recuerdo un vez que viajábamos en el pasillo de un camión urbano, debido a que iba completamente lleno. De pronto, mire como un chorro de un liquido café viscoso, de unas dos pulgadas y a presión; bañaba la espalda de la señora que se encontraba sentada frente a mi. Luy iba a mi lado, e instintivamente la jalé del hombro diciendo.- ¡A un lado, no te vayan a ensuciar!, percatándome en ese momento que ella era la emisora de tan repugnante vomito. Una señora de edad madura un poco “encopetada” (creída), que se encontraba a la derecha de mi esposa; también salió afectada con una muestra.- ¡Vieja cochina¡.- dijo muy molesta, por su parte, la que recibió la mayor cantidad en su espalda dijo comprensivamente.- No se preocupe, son cosas que pasan.- La señora, evidentemente se encontraba en el mismo estado.

-¡Vamos a bajarnos¡ - le dije, mientras miraba por la ventanilla, simulando haber llegado a nuestro destino.- No, ya se me pasó.- me contestó muy tranquila.- La tomé de la mano y le insistí .- Vamos a bajarnos. Finalmente bajamos del transporte para esperar el siguiente.

Mi esposa era una persona físicamente bien formada, pero también muy delgada, los primeros meses no presentaba mayores cambios, como al quinto mes de embarazo comenzó a crecerle el vientre de forma acelerada.

Tocaba ir a la consulta mensual, corría el séptimo mes de embarazo, llegamos al metro “indios verdes”, al estar en la fila para acceder a los andenes, un tipo acelerado se metió en la fila delante de mi esposa.- Tranquilo “maestro” todos vamos a pasar- le dije un tanto molesto por su acción.- ¡Maestro!, en donde me viste la cuchara, hijo de…- contestó, agregando un repertorio florido, proyectando su limitada educación.

-Ya te dije que tranquilo, ahorita no puedo atenderte, llevamos prisa.- Vamos a salirnos- me invitaba a darnos unos golpes.- Lo ignoré por unos instantes, pero era muy insistente, caminaba atrás de nosotros, me continuaba ofendiendo y luego hizo una especie de “cata”, tratando de intimidarme con movimientos de karate, diciendo- No le pego a un ciego.- Mira no estoy ciego, te voy a hacer el gusto, pero será rápido; porque aquí nos pueden ver los policías y nos aprenden.- Le entregue a mi esposa el reloj y los lentes, le dije no te preocupes espérame un momento, se quedó a la mitad de la escalera para llegar al anden. Bajé los escalones, él hacía unos movimientos karateriles, supongo de calentamiento, pero no había tiempo y me lance de inmediato, luego de unos cuantos golpes en la cara y unas cuantas patadas; concluyó como lo preví. Alcancé a ver como un policía saltaba el reguilete del control de entrada, pronto subí los escalones de la escalera, abracé a mi esposa y me coloque los lentes, él “afectado” pasó corriendo a mi lado huyendo del policía, no pudo escapar, ingenuamente se fue al final del anden y ahí lo “pescaron”, fue sujetado por el cinturón desde la parte trasera y con una mano volteada a la espalda, forzándolo a caminar con el pantalón metido literalmente en sus glúteos, abría desmesuradamente los ojos , no se si buscándome para acusarme o por la acción del pantalón. Continuamos nuestro camino.

Dadas las diferentes formas de vida, las maneras de pensar entre mi esposa y yo muchas veces deferían en fondo y forma. Me propuse a darnos un tiempo todos los días para platicar, los temas de fondo eran los más relevantes, así que esta práctica la llevamos a cabo de forma intensa a partir de entonces y durante unos diez años, lo cual nos ayudó mucho para comprendernos. Gradualmente, la intensidad disminuyó pero nunca hemos dejado de comunicarnos. Debo confesar, que muchas veces después de un problema pretendía no dirigirle la palabra, el orgullo mal fundado no me dejaba. Sin embargo, reconozco en ella una gran nobleza y humildad, siempre buscaba la manera de retomar.

Cuando los problemas atacan, casi siempre es preferible esperar a estar más tranquilos y contra atacar a cada problema por separado, pero nunca dejarlo pasar, dando por hecho que una reconciliación sexual es la solución.

El primer momento desagradable se presentó, era un 21 de febrero de 1982, ella como de costumbre salía antes que yo de la oficina, al llegar a la casa toqué la puerta y no hubo respuesta, por esos días Luy ya me había comentado que se no andaba sintiendo muy bien, me alarmé y metí la llave para abrir la puerta, alguien prendió la luz y -Estas son las mañanitas que cantaba el rey…-El tocadiscos acompañado por algunas amistades cantaban las “mañanitas Luy fue hacia mí .- ¿Qué estás loca o que? Le pregunté molesto. Hizo un “puchero”(mueca de llanto), - Es que es tu cumpleaños- Discúlpame, es que no me acordaba, la abracé y la consolaba mientras veía los arreglos, globos de colores, letreros de “felicidades”, un pastel en la mesa, que después me dijo ella había horneado. Me sentí muy mal por haber reaccionado de esa forma. Ya a solas, le comenté que no estaba acostumbrado, habían pasado muchos años en que no festejaba, prácticamente era la primera vez, le expliqué que me había preocupado porque al tocar la puerta no había abierto, en fin, ya la había herido.

Era el octavo mes del embarazo, Tony mi amigo que para entonces era coordinador regional de un proyecto denominado PIDER, radicaba en la ciudad de Guadalajara nos invitó a su casa, era arriesgado por el viaje; pero decidimos visitarlo, viajaríamos en avión.
-¡Que barbaridad, no vamos a llegar a tiempo al aeropuerto, ya es tardísimo¡ -sí, nos quedamos dormidos, llegamos tarde y perdimos el vuelo, aceptamos en anotarnos en lista de espera y sí que esperamos. Como a las cinco de la tarde, unas 9 horas después nos subimos al avión. Mi esposa iba con los pies muy inflamados, parecían garrapatas recién comidas. Arribamos a Guadalajara, teníamos la dirección de la oficina de Tony, el acuerdo era vernos ahí y él nos llevaría posteriormente a su casa.

Al llegar, una señorita nos recibió muy amablemente, comentando que su jefe le había dado instrucciones de que nos proporcionara el domicilio de su casa y una camioneta.

Cerca de las 8:00 pm. Llegamos a nuestro destino, los saludos, el comentario penoso del retraso y nos invitó a comer las famosas tortas ahogadas, cerca del “teatro degollado”, más de cortesía que por apetito aceptamos la invitación, realmente estábamos cansados y mi esposa más que caminar; parecía rodar con un par de llantitas de las redondas.

Necesitábamos conseguir a una muchacha, que apoyara en las actividades del hogar durante la convalecencia de Luy, razón por la que después de la visita, decimos ir a la ciudad de Jalostotitlán, Jalisco, ahí vivía mi hermana Lupita, mi cuñado administraba un hotel de su papá, era probable que conocieran a alguna persona interesada en trabajar.

Ya en casa de mi hermana -Tenemos una tía, que tú no conoces, está muy “necesitada”, (pobre) ella tiene una hija, a lo mejor acepta irse con ustedes- ¡Estaría muy bien!, si puedes llevarnos hoy mismo platicamos con mi tía.

Por la tarde noche, cruzamos un río con un caudal a las rodillas, subimos un cerro y llegamos a la casa de la tía, en ese momento no se encontraba, saludamos a mi tío político y a otras niñas hermanas de “Chayo” (Rosario) la mayor. Esperamos, mientras el tío me mostraba unas hortalizas que cultivaba en el patio trasero, un terreno atrás de los cuartos de su casa.

Llegó la esperada tía, portaba un mandil tradicional, vinieron las presentaciones de rigor y los comentarios alusivos a la familia. – Tía, ¿no le da miedo atravesar el río a esta hora?- pregunté curiosamente.- No, “mijo”, que me puede pasar, pero si a alguno se le ocurre aquí traigo con que responder.- me contestó, mientras sacaba una pistola 38 especial que traía abajo del mandil.- No, pues así sí.- le contesté convencido.

Regresamos a casa, Luy, “Chayo” y yo. Chayo, una muchacha alta, delgada, rubia ojos azules, sería la “secretaria” particular de mi esposa, aunque su posición en la casa nunca fue vista; al menos por ella de esta manera, sintiendo en principio que era mí prima. Resulta que era flojita, no ayudaba gran cosa, le gustaba recostarse en el sofá y leer revistas de moda o bien salir de paseo, cuando mis cuñadas y cuñado mayor, hermanos de mi esposa la invitaban, lo que se dio durante su estancia con cierta frecuencia

¡Que feo!, alguna vez viajábamos en el metro, mi esposa y Chayo iban sentadas, yo de pie frente a “Chayo”, de pronto, observé un animalito que caminaba alegremente en la cabeza de “Chayo”, puse atención, ¡no!, no podía ser ¡era un piojo! que se paseaba por el caminito que en el cabello se formaba. Al llegar a la casa le comenté a Luy mi descubrimiento, armamos un plan, yo me saldría de la casa con algún pretexto, mientras ella veía la forma de desparasitarla, para que no se apenara conmigo; me dirían que se habían hecho un tratamiento de mayonesa para el cabello. Así fue, sólo que el tratamiento aplicado a Chayo fue de un poderoso insecticida (DDT), además sin diluir, lo que le causó quemaduras en el cuero cabelludo, claro que a los parásitos les cambio la suerte.

Luy, a pesar de su embarazo avanzado, continuaba asistiendo a la oficina, con la intención de que una vez diera a luz pudiera estar mayor tiempo con el bebé

Un domingo 26 de septiembre de 1982, llegó el tan esperado momento, el proceso iba muy rápido, supusimos que no llegaríamos al hospital en el que venía siendo atendida, el más cercano era el “1º. De octubre” perteneciente al ISSSTE. Llegamos aproximadamente a las 11:00pm. La internaron y todavía pude ver que la habían puesto a caminar un rato, acompañada de otras mujeres en similar condición. Me quedé en el pasillo a esperar la noticia, me encontraba muy nervioso, emocionado, preocupado, contento y angustiado, todo junto.


Tuve que esperar a que amaneciera, no había personal administrativo para que me diera información, alrededor de la 7:00am. – Sí, la señora dio a luz hoy a las 4:19 am., fue niño y ambos están bien- Me pareció poco emotivo el tono en que lo dijo, seguramente yo esperaba que brincara de gusto, pero era comprensible, al fin y al cabo no eran su hijo y esposa.

Hablé por teléfono a la oficina para avisar, fui a la florería más cercana y compre unas flores. Regresé a la hora de visita, felicité e mi esposa y en un momento entró una enfermera con mi hijo, le tocaba de comer. Obviamente, quienes son padres, comprenden esos gratos momentos, a los que no lo son, simplemente les digo ¡es muy bonito!.

Al día siguiente la dieron de alta. Llegamos a nuestra casa, mi esposa mi hijo y yo, nadie más se presentó, ahí Chayo nos “apoyaría”. Continué asistiendo normal a mi trabajo, con frecuencia mi esposa me comentaba; sobre lo poco o nada acomedida de mi prima. Sin embargo, el compromiso con mis tíos era regresarla una vez cumpliera con el propósito. Alguna ocasión, mi esposa llamó a Chayo, no hubo respuesta; por lo que luego literalmente gritaba desde la recámara, Chayooo, Chayooo, y no había respuesta.
Mi esposa salió de la recámara, suponiendo que no se encontraba y cual fue su disgusto al verla cómodamente acostada en el sofá leyendo una revista.- ¿No oyes que te estoy hablando?.- No, no te escuché.- No, desde luego que la distancia no era problema para que la escuchara, se trataba de unos 6 metros de distancia, aunque la puerta de la recámara estaba cerrada, obviamente los gritos de Luy bajo esas condiciones debieron ser escuchados hasta el departamento de la parte superior del edificio.

Afortunadamente, el que mi esposa esperara hasta el último momento para tomar los 90 días; que por concepto de gravidez, por ley le correspondían, nos permitieron decidir en unas semanas regresar a mi prima a su casa, por lo que Luy se incorporó a las diferentes actividades del hogar. Uno de esos días subió a la azotea para lavar y que se encuentra con un montón de su ropa interior abajo del lavadero, claro ya no servía, era el último de los recuerdos de la prima Chayo.

Previamente habíamos platicado sobre la posibilidad de mandar al niño a una guardería, analizamos ventajas y desventajas, con base en comentarios de padres experimentados.

Mi esposa se encargó de realizar los trámites y a la edad de 4 meses el bebé, Héctor Manuel Pérez Urbina, ingresaba a la guardería del ISSSTE., ubicada precisamente atrás del hospital donde naciera.

Gemma y Fernando, una pareja de mediana edad en ese entonces; fueron los padrinos de bautizó, hicimos amistad debido a que Fernando se encargaba de cobrar las mensualidades del pago del departamento, unas personas amables y educadas. El evento se llevó a cabo en la basílica de Guadalupe de la “villa”. Desafortunadamente poco a poco nos distanciamos, al parecer pesaron las diferencias económicas, no podría asegurarlo, lo que sí es que la última vez que nos visitaron fue el día en que Héctor cumplió sus 3 primeros años. Por nuestra parte, en diferentes ocasiones acudimos a su casa, sin embargo llegó el momento en que no nos sentíamos cómodos y dejamos de hacerlo.

Ese tiempo fue muy bonito, nuestro hijo crecía sin mayores problemas, mi esposa y yo trabajando, todo parecía sonreír. Ya con un poco más de confianza, me atrevía a hacerle algunas bromas a la entonces tímida y vergonzosa esposa. Una vez, viajando en el metro, comencé a hacer disimuladamente algunos ruidos con la boca, la gente al escuchar, volteaba a su alrededor buscando el origen y llevando una mano hacia la cara para taparse las narices,.- pffrr, prrr..- Ya mi amor, no hagas eso.- Me decía Luy en voz baja.- Ya vamos a llegar, aguanta un poco.- le contestaba abrazándola, asegurándome que las personas que se mantenían pendientes (chismosas) escucharan. Sin embargo, al terminar la broma ya nos encontrábamos en medio de un círculo de personas, que hacían los gestos característicos para estos casos.

Otras veces, caminando por la calle, cerraba un ojo, torcía la boca y con una mano en alto, doblada por la muñeca y los dedos tensos, los pies chuecos y cojeando, la acompañaba. Ella insistía en que no lo hiciera, le daba mucha pena, en momentos trataba de fingir que no iba conmigo, yo me acercaba a ella para dejar en claro que íbamos juntos, una vez que me cansaba regresaba todo a la normalidad.

Me parecía interesante, observar la actitud de la gente, pendiente de lo que pasa a su alrededor. El metro era mi lugar preferido.- Y ya te dije que no lo vuelvas a hacer.- de pronto le gritaba.- Ella, se inclinaba por la pena, unas personas la veían con ternura, otras con cierto desprecio y a mí con coraje retenido. Pero la siguiente el caso se revertía.- Si, tú siempre me pegas, ya te dije que no lo vuelvo a hacer.- le decía en tono de sufrimiento.- Ella continuaba agachada, lo que aprovechaba para insistir.- De verás perdóname, por favor, te digo que no lo vuelvo a hacer. Disfrutaba viendo las caras de interrogación que la escena provocaba.

En ese entonces, jamás hubiera imaginado lo que el destino nos deparaba, vendría la historia más triste y difícil de mi vida.

1 comment:

Ing. Cardioide said...

"...el bebé, Héctor Manuel Pérez Urbina..."

aaaaaaaaaaah

jajajaja...

Esas historias del metro y las caras son geniales. Despues me ensenia como hacerlas para avergonzar a mi hermana JAJAJAJAJA, ya que me debe muchas.

Muchos saludos!

Lalo.