Monday, December 19, 2005

Un Fuerte Rompimiento

Desde un principio, Luy estaba de acuerdo en que yo continuara visitando a mi hijo, y así lo hice durante unos meses después de habernos casado. De ninguna manera escondía la argolla, muestra del compromiso matrimonial, al contrario, esperaba que Pilar al notarlo hiciera algún comentario, pero ella se mantenía en su posición y simulaba no verlo.

En más de alguna ocasión, después de que mi hijo se quedaba dormido, ella casualmente vestía un camisón provocativo, yo me limitaba a despedirme, el acuerdo con mi esposa fue muy claro, visitar a mi hijo. La incomodidad que sentía, me llevó a cambiar la decisión que alguna vez tomara, de no decirle nada más acerca de mi relación. Era urgente poner en claro las cosas, por lo que en una de estas visitas le dije.- Este anillo es de matrimonio, me casé con la chica que alguna vez te comenté.

¡No esperaba su reacción!, primero de risa, luego de coraje.- ¡Desde este momento tu has muerto para mí y para mí hijo!, y no lo vuelves a ver nunca.- me gritó llorando.- Pilar, también es mi hijo y estoy dispuesto a darte un pensión alimenticia, si gustas yo mismo la tramito.- No, no quiero nada de ti y si sigues viniendo me voy a cambiar de domicilio o de estado, te lo digo para que ni lo intentes, porque a la primera ocasión que sepa que vienes a buscarlo; te juro que me voy de aquí..- Insistí en realizar el trámite de la pensión alimenticia, argumentando que para mí sería sencillo llevarlo a cabo, pues trabajaba en Recursos Humanos, pero su respuesta fue un contundente no.

Mi temor a perderlo para siempre me limitó, sabía que Pilar tenía los medios para alejarse, además, como antes mencioné, no tenía la intención de arrebatarle al niño a esa mujer, que su error más grande fue quererme demasiado, exceptuando la decisión unilateral de embarazarse.



Me “cobijó” la tristeza, realmente me dolía el no poder convivir con mi hijo, me costaba trabajo aceptar que no se puede tener “todo” en la vida.

Muchas veces busqué la forma de verlo a escondidas, conociendo el recorrido que Pilar hacía para llevar a su trabajo, oculto entre los arbustos esperaba que llegaran a la estación del metro indios verdes, en varias oportunidades pude verlo, pero el dolor se acentuaba al no poder acercarme y darle un abrazo, decirle lo que lo extrañaba y lo quería.

Después de unos días de haber esperado sin éxito en la estación, comprendí que Pilar ya había cumplido con su amenaza, quizá alguna vez pudo verme sin que me diera cuenta, no lo sé.

Compartí la pena con mi esposa, ella me escuchaba y continúa escuchándome, muchos días y noches fueron de nostalgia, como si estuviera de duelo, Luy, el tiempo y una inmejorable noticia me ayudaron a superar la cuesta de esta etapa.

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