Sunday, January 22, 2006

Una Aventura en Guanajuato

La mudanza llegó, el chofer y dos ayudantes; incluyéndome claro, subimos los “cachivaches” y también los muebles útiles, el camión partió, no sin antes hacerle toda clase de recomendaciones al chofer, con el fin de que evitara se rompieran nuestras “cosas”.

Más tarde, nos trepamos al Valiant y allá vamos rumbo al nuevo hogar. Sin mayor problema, llegamos a nuestro destino. Una casa antigua en medio de grandes árboles, con una vista muy bonita, una alberca que servía de estanque para enfriar el agua que provenía del poso artesiano que salía caliente, agua que se utilizaba para regar los plantíos.

El camión con la mudanza llegó un poco después que nosotros, bajamos los muebles y los acomodamos en “nuestra” nueva casa.

Se trataba de un rancho realmente grande, contaba con 80 hectáreas de uva de mesa, 20 de fresa y 60 de maíz y 5 de durazno, había ganado lechero en su primera y segunda etapas y ganado de engorda.

Ahora era el administrador de este rancho, iba decidido a hacer un muy buen papel, así que la mañana siguiente, me levanté antes del amanecer, me vestí mi pantalón de mezclilla, una camisa a cuadros y mis botas vaqueras un tanto citadinas. Salí a dar un paseo de reconocimiento. La casa colindaba con un lienzo charro, al frente los viñedos y a un costado un sendero bordeado de pasto seco, caminé hacia el oriente hasta llegar a los corrales en donde había un buen número de vaquillas. El sol comenzó a causar estragos, regresé a la casa; después de un almuerzo me dirigí a la oficina, sin imaginar que a partir de ese momento, tendría muy poco tiempo para estar con mi familia.

Frente a la oficina, se encontraba la bodega que contaba con un andén de carga y una banda transportadora de uva, unos trabajadores se encargaban de separar “el grano” de los racimos para luego colocarlos dentro de unas cajas de madera que portaban la etiqueta. Por otra parte, el grano era depositado en una pileta, en una de las paredes se encontraba instalado un molino, pronto me acostumbré a ver como las moscas hacían sus grandes bacanales en dicho depósito. El grano era molido para extraer el jugo de la uva, mismo que se almacenaba en bolsas de plástico negras, para después venderlo a una compañía de vinos.

Llamé al caporal, para que me indicara sobre la situación de la operación en el campo, una vez me enteré del numero de personas que trabajaban y los pocos o nulos controles, pude fácilmente deducir que había mucho por hacer, así que manos a la obra.

Don Chencho era el encargado del ganado, un hombre de todas las confianzas de Don Jacobo, pero que siempre se había dedicado al campo; y muy pronto pude darme cuenta que no tenía la menor idea sobre ganado.

Otro empleado era el encargado de la maquinaria y equipo de transporte, al preguntarle sobre el inventario, titubeando me dijo sobre algunos muebles, pero realmente no sabía con precisión y tampoco contaba con algún control.

Atrás de la bodega había un cuarto, se trataba de la “farmacia”, contaba con muchos medicamentos para las vacas y caballos, pero tampoco existía un inventario, mucho menos se conocía la fecha de caducidad.

El pago a los trabajadores era semanal, la nómina se venía realizando en hojas tabulares, como bien suponen era arcaico y muy poco productivo.

La cuenta del banco, correspondía a la sucursal de San Miguel Allende, a unos veinte minutos, donde por instrucciones debería llevar a cabo todos los movimientos.

Las ventas de uva eran diarias, las de los demás productos eran irregulares incluyendo el ganado de engorda. El ganado lechero era trasladado a otro rancho alrededor de los 7 meses de gestación.

Don Jacobo, era el dueño del rancho, un hombre de edad avanzada, muy conservador y desconfiado y eso sí, muy exigente. Los días jueves se presentaba para llevar a cabo una reunión de trabajo, revisábamos el presupuesto semanal, se aseguraba de checar el balance en banco, analizando detalladamente cada una de las entradas y salidas de dinero. Cuidaba los centavos pero descuidaba los pesos. Sin embargo, era un hombre muy rico, posiblemente debido a una sustanciosa herencia; conjugada con la explotación acumulada de varias generaciones de campesinos.

El día no era suficiente para llevar a cabo las diferentes actividades, comencé por olvidar la hora de la comida, me quedaba en la oficina, donde no faltaban uvas, no quería perder tiempo, pues la casa estaba a unos 3 kilómetros de distancia y aunque tenía un carro asignado, sabía que el ir a casa a comer significaba por lo menos una hora. Héctor mi hijo, había ingresado a el preescolar, con cierta frecuencia me olvidaba de ir por él. Me encontraba muy saturado de trabajo, regresaba a casa por la madrugada y dormía unas 2 ó 3 horas para continuar, pronto mi cuerpo resintió y si bien ya era delgado, bajé unos 7 kilos en unas semanas.

Mi familia estaba bien, a mi esposa lo que no le era grato es que la tienda más cercana estaba a unos kilómetros de distancia y el que no hubiera con quien compartir sus pensamientos debido a mi poca presencia y a que sólo contaba con una vecina, la esposa de Don Chencho, quien era una buena persona e inclusive le hacía las tortillas a mano, pero con una forma diferente de pensar. Mis hijos estaban felices, podían hacer uso de la alberca todos los días y el tiempo que quisieran, iban a cortar uvas o a comer fresas y jugaban con los hijos de Don Chencho, Que por cierto, uno de ellos fue victima del carácter de mi hijo Luis. Resulta que jugaban en la alberca, mientras mi esposa lavaba la ropa, el niño comenzó a ofender a mis hijos por alguna razón, utilizado algunas palabras folklóricas, suponiendo que no debería preocuparse por alguna reacción ya que era algunos años mayor que Héctor. Nunca imaginó que Luis, un niño de apenas 2 años y medio respondería la agresión; por lo que se descuidó. Mi hijo agarró una piedra y se la aventó impactando en la ceja del agresor abriéndole la piel. “Todo fue tan rápido”, dijo mi esposa, “que no tuve tiempo de hacer nada”.

Al día siguiente, Don Chencho se presentó en la oficina, pues me iba a avisar que las vacas andaban “muy inquietas”, por lo que aproveché para hablar sobre el incidente -A propósito, le ofrezco una disculpa por lo ocurrido con mi hijo- A Don Chencho, le cambió el color de la cara y evidentemente apenado- Al contrario Señor, yo le ofrezco disculpas, mi hijo es mucho más grande y no debe andar peleando con los hijos del patrón, pero ya le arregle su asunto.

Una vez, luego de un recorrido por el rancho, nos encontrábamos en el andén donde estaba la banda de empaque, Don Jacobo quería saber cuanto pesaba un litro de jugo de uva, por lo que me pidió; que con apoyo de algunos trabajadores presentes, lleváramos a la báscula un tambo, que contenía una bolsa casi llena con capacidad de 200 litros, para después destarar el peso del tambo vació. Ante su petición, me atreví a sugerirle que llenáramos de jugo un botecito de un litro y lo pesáramos, resultando más práctico. Me miró muy molesto y dijo- No es mala idea, pero traigan el tambo para pesarlo.

Pensando en hacer bien mi trabajo, observé que tres personas se ocupaban durante varias horas en elaborar la mezcla de alimento balanceado para las vaquillas, resulta que los insumos les quedaban un tanto distantes de la revolvedora, teniendo que acarrearlos en carretillas; para luego de pesarlos depositarlos en la revolvedora. Les pedí acercaran lo más posible los insumos, hice la conversión de carretilladas a paladas y se redujo la mano de obra, siendo necesario sólo un trabajador. Con el fin de evitar algún error, elaboré en una cartulina una tabla, señalando la cantidad de paladas que se requerían para elaborar una tonelada de alimento balanceado. Llegó el jueves de visita de Don Jacobo, miré desde la oficina; se encaminaba al área de elaboración, pronto me acerque, quería ver su reacción.- ¿Quien hizo este cambio?- Yo Don Jacobo, a los dos trabajadores les encomendé otras actividades- Muy bien, te felicito.- Gracias- ¡Era la primera vez que Don Jacobo me felicitaba!

Por la tarde, durante la reunión de trabajo- ¿Cuánto tiempo te llevó hacer la cartulina para la tabla de conversiones?, porque la letra está muy adornada- No me llevó mucho, así escribo, con esa letra- Bueno, pero no está bien que pierdas tiempo en esas cosas- ¡No podía creerlo!, apenas unas horas antes me había felicitado.

Así pasaron unos meses, con reuniones semanales, llamadas de atención injustificadas y mucho pero mucho trabajo al grado de que sólo en una ocasión, durante una visita de la familia por parte de mi esposa, pude meterme unos 15 minutos a la alberca.

Los domingos, apresuradamente íbamos al mercado de Dolores Hidalgo, comprábamos lo necesario para la despensa, llevaba a la familia a comer un cóctel de camarones y regresábamos lo más pronto posible a la casa, podía presentarse algún problema. Con mucha frecuencia, algunos de los trabajadores se presentaban a cobrar su sueldo, en otras, era necesario atender alguna vaquilla necesitada de “cariño” y era importante llevar un registro de la fecha; y del semental responsable de una nueva gestación.

Dolores Hidalgo, es el lugar donde inició la independencia de México, en el mes de septiembre, en la explanada frente a la iglesia, se instalaban una buena cantidad de vendedores ambulantes, razón por la que haciendo un esfuerzo; acudimos al pueblo al medio día del miércoles 16 de septiembre, caminábamos puesto por puesto; mirando las tantas cosas que vendían, cuando nos encontramos a un conocido, se trataba de un ex compañero del CPAR. Platicamos unos minutos, él se veía un poco incómodo, pues su acompañante no era precisamente su esposa, me comentó que trabajaba en una empresa paraestatal de nombre Liconsa, inclusive me hizo la invitación para que acudiera a una entrevista para ver la posibilidad de que me incorporara, anoté la información y nos despedimos, no sin antes asegurarle asistiría a dicha entrevista.

Por la tarde, comenzaron los bailables en un templete cercano al atrio, una señorita era la conductora y amenizaba el evento. Héctor, mi hijo me dijo, papá yo quiero hablar allá arriba, señalando en donde estaba la conductora. Si hijo vamos a ver si la señorita te da permiso. Le dije de la inquietud a la susodicha y Héctor llevó a cabo su debut ante un importante número de personas, contó unos chistes y creo hasta declamó una poesía, la gente aplaudió entusiasmada, ya que no era común que un niño de 5 años se parara con seguridad en un foro de esa naturaleza. Sin embargo, no íbamos preparados, por lo que no contamos con la evidencia. Previamente había debutado en la guardería durante un evento del día de las madres, recitando la poesía “Así te Quiero” escrita por un servidor.



Recuerdo del debut de Héctor Manuel
a la edad de cuatro años



¡ASÍ TE QUIERO!

Como se quiere a la vida
como agua limpia en el desierto
como luz para unos ojos ciegos
así también te necesito

Hoy que felices festejamos
la dicha de tenernos mutuamente
te pido un minuto de silencio
oremos por los que no tienen esta suerte

Mis manos te acarician suavemente
moldeando con paciencia están las tuyas
pues aún sin conocerme ya en tu vientre
el arte de ser madre profesabas

Hoy en este día tan especial te digo
que poco es un día para honrarte
¡porque madre eres siempre!, siempre
y tu amor lo percibo a cada instante

Así, cual golondrina que año con año
regresa al sitio donde vio la vida
¡como rosal que florece en primavera!
Como pretende el mundo que te quiera

Así ante la gente te grito que te quiero
pero el sol calienta aunque no se vea
y así, aunque pequeño te valoro
pues tú eres para mí ¡la flor más bella!.




Uno de los jueves de mesa redonda, le comentaba a Don Jacobo como había solucionado un problema de una parte mecánica de uno de los camiones, esperaba un gesto de aprobación, pues la pieza había sido reparada, representando un ahorro considerable, en el supuesto de comprarla nueva. La reacción fue muy desafortunada, Don Jacobo se molestó al grado de comenzar a golpear la mesa con la mano, diciendo prácticamente a gritos- ¡Es un error el pensar en reparar las cosas!, deberías haber comprado la pieza original- Su actitud me sorprendió de momento, pero de inmediato me recuperé- Don Jacobo, la pieza está garantizada, pero si gusta yo cubro el gasto por la reparación y pido que le pongan la original, pero no alce la voz ni golpeé la mesa, no estoy acostumbrado a este trato y usted no tiene porque molestarse tanto, si no está de acuerdo con mi trabajo simplemente me voy, al cabo es usted el dueño.- ¿Y a donde vas a ir, aquí tienes tus cosas y a tú familia?- De eso yo me encargo, usted no se preocupe. Don Jacobo se levantó de la silla y comenzó a toser, tambaleando se recargó en la pared, pronto me acerque a ayudarlo- ¿Qué le pasa, que tiene?- Seguía tosiendo y colocaba su mano en el pecho, no me contestó. Una vez se recuperó, creí conveniente terminar la plática diciendo- Bueno Don Jacobo, si gusta mande a la persona que se quedará en mi lugar para que le indiqué las actividades, si está de acuerdo, en unos quince días o máximo un mes me voy.

Para ese entonces ya había acudido a la cita en Liconsa, sólo estaba pendiente de la respuesta que muy pronto llegó y fui aceptado, ocuparía el puesto de Jefe de Productividad Industrial, el sueldo era superior y además tendría prestaciones superiores a las establecidas por la ley.

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