Sunday, January 08, 2006

Un Nuevo Hijo

Nos dirigimos al hospital 1º. De octubre, habían iniciado los dolores de parto, gracias a los resultados obtenidos en el caso de Héctor, habíamos recuperado la confianza.

Serían entre las 9 y 9:30 de la noche del jueves 7 de febrero de 1985. El doctor en turno después de revisar a mi esposa nos sugirió que regresáramos a nuestra casa.- Todavía le falta dilatación, es cuestión de varias horas para que de a luz, si no vive muy lejos regrese a su casa.-

El hospital se encontraba a unos diez minutos, mi mamá estaba de visita en la casa, había aceptado la invitación de quedarse; las veces que tuviera consulta por el problema que presentaba en el corazón. ¿Qué pasó, “mijo”? -Le comenté lo dicho por el doctor- Mira hija, come estas nueces para que tengas fuerza.- dijo dirigiéndose a mi esposa, extendiendo la mano.- No doña Tere, muchas gracias, no tengo ganas, me duele mucho el oído-

Unos minutos y -Mi amor, ¡Creo que se me rompió la fuente!- La cargué y salimos nuevamente hacía el hospital, Héctor mi hijo, ya estaba dormido, por lo que mi mamá nos acompañó. Bajaba con cuidado la escalera, ella pesaba cerca de 70 kilos; 28 de estos los había ganado durante el embarazo- Despacio hijo, con cuidado- Decía mi mamá, cargando una sábana que previamente tomara de la cama.


Ante los quejidos de mi esposa, la distancia me parecía incrementarse –No te preocupes “mija”, si es necesario yo recibo a tu niño- dijo mi mamá, tratando de tranquilizar la situación. Yo pensaba, ¿“tu niño”? ¿y si son dos?, como nos habían dicho unos meses antes. No sabíamos, porque los últimos meses; debido a que ella se sentía bien no habíamos acudido a la consulta.

Entre cargando a mi esposa -¡Rápido un doctor, ya está naciendo mi hijo!- Espere un poco, el doctor salió un momento- me dijo una enfermera, tratando de interponerse en mi camino- Esto no espera, hace un rato me dijeron que faltaban todavía unas horas y ya se le ha roto la fuente de agua.- contesté en tono de reclamo. Pronto acercaron una silla de ruedas para que la sentara.- Yo la llevo a la sala de expulsión, usted no puede entrar-

Esperé un momento en el pasillo, luego decidí llevar a mi mamá a la casa para que pudiera descansar. Regresé en unos minutos, pregunté por mi esposa y mi hijo pero aún no tenían el informe, esperé nervioso en la sala.

Serían la 7:00 am cuando- Familiares de la señora Lourdes Urbina (Luy)- Si, dígame, soy el esposo- La señora dio a luz un niño a las 11:15 pm. Ambos se encuentran bien, a partir de las 9:00 inicia la hora de visita, si gusta puede traerle ropa por si la dan de alta.

Di aviso a la oficina, regresé a la casa para darles la noticia a mi mamá y a mi hijo, que estaba muy pendiente de que llegara su hermanito, a quien con frecuencia le inventaba canciones aún en el vientre de mi esposa, que entre otras cosas decía “pronto vas a salir y vas a jugar conmigo”.

Mi esposa se recuperaba después del baño en una camilla, su rostro evidenciaba las huellas de la noche anterior. Me recibió con una sonrisa diciendo- Hola mi amor- Hola ¿Cómo te sientes?- Bien, aunque adolorida, no hubo tiempo para trabajo de parto, nació sin anestesia y me rasgo mucho, pero creo que me van a dar de alta porque no hay suficientes camas. A su costado estaba el bebé, ella hizo a un lado la cobijita y ¡que emoción! ahí estaba durmiendo el bebé, un poco inflamado de la cara pero ya mostraba sus facciones. La enfermera me comentó que ya había sido dada de alta, por lo que se puso la ropa que le había llevado y después de algunos trámites salimos del hospital alrededor de las 11:00am.

Ya en la casa, mi esposa nos comentó los pormenores, se le había reventado un oído y narraba los dolores combinados con los inherentes al parto, le habían desgarrado el pantalón de maternidad que llevaba, lo que lamentaba pues le gustaba mucho. Héctor al conocer a su hermanito saltaba de alegría, mientras mi mamá le hacía a mi esposa algunas recomendaciones tradicionales de cómo cuidarse.

Mi mamá se quedó una semana en la casa, haciéndose cargo de los cuidados de recuperación de mi esposa. Continúe asistiendo de manera normal a mi trabajo, donde las “cosas” se mantenían un tanto tensas, ambiente al que ya me había acostumbrado.

Mi esposa aplicó la misma estrategia que en el caso de Héctor, aprovechando los 90 días de gravidez a partir de la fecha en que dio a luz, permitiéndole estar de tiempo completo con el bebé.


La complicación llegó, cuando Luy debería reincorporarse a su trabajo y nos enteramos que no había cupo en la guardería. Afortunadamente, la abuelita Lolita por parte de mi esposa y una tía religiosa (Emilia), que vivían en la colonia Martín Carrera, nos ofrecieron cuidar del bebé mientras asistíamos a nuestro trabajo.

Un fin de semana, la tía Emilia se encontraba de visita en la casa y se dirigió a mí, interpretando a mi hijo, -“Papá me lejas il con mi tía mili a Michoacán”- Sí, sé que se oye cursi, pero recuerden que ella interpretaba a un bebé de tan sólo 3 meses. Sin dudar acepté su primer permiso, sabíamos mi esposa y yo que lo poníamos en muy buenas manos.

Tres meses después se solucionaba el ingreso del bebé Luis Gerardo a la misma guardería del ISSSTE, en la que Héctor Manuel era atendido.

Por estas fechas, ya se gestaba uno de los desastres naturales más grandes registrados en la historia de México.

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