Wednesday, January 25, 2006

Uno de mis Entretenimientos





Durante los primeros años de casado, la inquietud por pintar se incrementó, así que lo intenté al óleo y en pirograbado, logrando inclusive participar en alguna exposición y vender algunos cuadros. A la fecha conservo algunos que me permito compartir con ustedes.

Sunday, January 22, 2006

Una Aventura en Guanajuato

La mudanza llegó, el chofer y dos ayudantes; incluyéndome claro, subimos los “cachivaches” y también los muebles útiles, el camión partió, no sin antes hacerle toda clase de recomendaciones al chofer, con el fin de que evitara se rompieran nuestras “cosas”.

Más tarde, nos trepamos al Valiant y allá vamos rumbo al nuevo hogar. Sin mayor problema, llegamos a nuestro destino. Una casa antigua en medio de grandes árboles, con una vista muy bonita, una alberca que servía de estanque para enfriar el agua que provenía del poso artesiano que salía caliente, agua que se utilizaba para regar los plantíos.

El camión con la mudanza llegó un poco después que nosotros, bajamos los muebles y los acomodamos en “nuestra” nueva casa.

Se trataba de un rancho realmente grande, contaba con 80 hectáreas de uva de mesa, 20 de fresa y 60 de maíz y 5 de durazno, había ganado lechero en su primera y segunda etapas y ganado de engorda.

Ahora era el administrador de este rancho, iba decidido a hacer un muy buen papel, así que la mañana siguiente, me levanté antes del amanecer, me vestí mi pantalón de mezclilla, una camisa a cuadros y mis botas vaqueras un tanto citadinas. Salí a dar un paseo de reconocimiento. La casa colindaba con un lienzo charro, al frente los viñedos y a un costado un sendero bordeado de pasto seco, caminé hacia el oriente hasta llegar a los corrales en donde había un buen número de vaquillas. El sol comenzó a causar estragos, regresé a la casa; después de un almuerzo me dirigí a la oficina, sin imaginar que a partir de ese momento, tendría muy poco tiempo para estar con mi familia.

Frente a la oficina, se encontraba la bodega que contaba con un andén de carga y una banda transportadora de uva, unos trabajadores se encargaban de separar “el grano” de los racimos para luego colocarlos dentro de unas cajas de madera que portaban la etiqueta. Por otra parte, el grano era depositado en una pileta, en una de las paredes se encontraba instalado un molino, pronto me acostumbré a ver como las moscas hacían sus grandes bacanales en dicho depósito. El grano era molido para extraer el jugo de la uva, mismo que se almacenaba en bolsas de plástico negras, para después venderlo a una compañía de vinos.

Llamé al caporal, para que me indicara sobre la situación de la operación en el campo, una vez me enteré del numero de personas que trabajaban y los pocos o nulos controles, pude fácilmente deducir que había mucho por hacer, así que manos a la obra.

Don Chencho era el encargado del ganado, un hombre de todas las confianzas de Don Jacobo, pero que siempre se había dedicado al campo; y muy pronto pude darme cuenta que no tenía la menor idea sobre ganado.

Otro empleado era el encargado de la maquinaria y equipo de transporte, al preguntarle sobre el inventario, titubeando me dijo sobre algunos muebles, pero realmente no sabía con precisión y tampoco contaba con algún control.

Atrás de la bodega había un cuarto, se trataba de la “farmacia”, contaba con muchos medicamentos para las vacas y caballos, pero tampoco existía un inventario, mucho menos se conocía la fecha de caducidad.

El pago a los trabajadores era semanal, la nómina se venía realizando en hojas tabulares, como bien suponen era arcaico y muy poco productivo.

La cuenta del banco, correspondía a la sucursal de San Miguel Allende, a unos veinte minutos, donde por instrucciones debería llevar a cabo todos los movimientos.

Las ventas de uva eran diarias, las de los demás productos eran irregulares incluyendo el ganado de engorda. El ganado lechero era trasladado a otro rancho alrededor de los 7 meses de gestación.

Don Jacobo, era el dueño del rancho, un hombre de edad avanzada, muy conservador y desconfiado y eso sí, muy exigente. Los días jueves se presentaba para llevar a cabo una reunión de trabajo, revisábamos el presupuesto semanal, se aseguraba de checar el balance en banco, analizando detalladamente cada una de las entradas y salidas de dinero. Cuidaba los centavos pero descuidaba los pesos. Sin embargo, era un hombre muy rico, posiblemente debido a una sustanciosa herencia; conjugada con la explotación acumulada de varias generaciones de campesinos.

El día no era suficiente para llevar a cabo las diferentes actividades, comencé por olvidar la hora de la comida, me quedaba en la oficina, donde no faltaban uvas, no quería perder tiempo, pues la casa estaba a unos 3 kilómetros de distancia y aunque tenía un carro asignado, sabía que el ir a casa a comer significaba por lo menos una hora. Héctor mi hijo, había ingresado a el preescolar, con cierta frecuencia me olvidaba de ir por él. Me encontraba muy saturado de trabajo, regresaba a casa por la madrugada y dormía unas 2 ó 3 horas para continuar, pronto mi cuerpo resintió y si bien ya era delgado, bajé unos 7 kilos en unas semanas.

Mi familia estaba bien, a mi esposa lo que no le era grato es que la tienda más cercana estaba a unos kilómetros de distancia y el que no hubiera con quien compartir sus pensamientos debido a mi poca presencia y a que sólo contaba con una vecina, la esposa de Don Chencho, quien era una buena persona e inclusive le hacía las tortillas a mano, pero con una forma diferente de pensar. Mis hijos estaban felices, podían hacer uso de la alberca todos los días y el tiempo que quisieran, iban a cortar uvas o a comer fresas y jugaban con los hijos de Don Chencho, Que por cierto, uno de ellos fue victima del carácter de mi hijo Luis. Resulta que jugaban en la alberca, mientras mi esposa lavaba la ropa, el niño comenzó a ofender a mis hijos por alguna razón, utilizado algunas palabras folklóricas, suponiendo que no debería preocuparse por alguna reacción ya que era algunos años mayor que Héctor. Nunca imaginó que Luis, un niño de apenas 2 años y medio respondería la agresión; por lo que se descuidó. Mi hijo agarró una piedra y se la aventó impactando en la ceja del agresor abriéndole la piel. “Todo fue tan rápido”, dijo mi esposa, “que no tuve tiempo de hacer nada”.

Al día siguiente, Don Chencho se presentó en la oficina, pues me iba a avisar que las vacas andaban “muy inquietas”, por lo que aproveché para hablar sobre el incidente -A propósito, le ofrezco una disculpa por lo ocurrido con mi hijo- A Don Chencho, le cambió el color de la cara y evidentemente apenado- Al contrario Señor, yo le ofrezco disculpas, mi hijo es mucho más grande y no debe andar peleando con los hijos del patrón, pero ya le arregle su asunto.

Una vez, luego de un recorrido por el rancho, nos encontrábamos en el andén donde estaba la banda de empaque, Don Jacobo quería saber cuanto pesaba un litro de jugo de uva, por lo que me pidió; que con apoyo de algunos trabajadores presentes, lleváramos a la báscula un tambo, que contenía una bolsa casi llena con capacidad de 200 litros, para después destarar el peso del tambo vació. Ante su petición, me atreví a sugerirle que llenáramos de jugo un botecito de un litro y lo pesáramos, resultando más práctico. Me miró muy molesto y dijo- No es mala idea, pero traigan el tambo para pesarlo.

Pensando en hacer bien mi trabajo, observé que tres personas se ocupaban durante varias horas en elaborar la mezcla de alimento balanceado para las vaquillas, resulta que los insumos les quedaban un tanto distantes de la revolvedora, teniendo que acarrearlos en carretillas; para luego de pesarlos depositarlos en la revolvedora. Les pedí acercaran lo más posible los insumos, hice la conversión de carretilladas a paladas y se redujo la mano de obra, siendo necesario sólo un trabajador. Con el fin de evitar algún error, elaboré en una cartulina una tabla, señalando la cantidad de paladas que se requerían para elaborar una tonelada de alimento balanceado. Llegó el jueves de visita de Don Jacobo, miré desde la oficina; se encaminaba al área de elaboración, pronto me acerque, quería ver su reacción.- ¿Quien hizo este cambio?- Yo Don Jacobo, a los dos trabajadores les encomendé otras actividades- Muy bien, te felicito.- Gracias- ¡Era la primera vez que Don Jacobo me felicitaba!

Por la tarde, durante la reunión de trabajo- ¿Cuánto tiempo te llevó hacer la cartulina para la tabla de conversiones?, porque la letra está muy adornada- No me llevó mucho, así escribo, con esa letra- Bueno, pero no está bien que pierdas tiempo en esas cosas- ¡No podía creerlo!, apenas unas horas antes me había felicitado.

Así pasaron unos meses, con reuniones semanales, llamadas de atención injustificadas y mucho pero mucho trabajo al grado de que sólo en una ocasión, durante una visita de la familia por parte de mi esposa, pude meterme unos 15 minutos a la alberca.

Los domingos, apresuradamente íbamos al mercado de Dolores Hidalgo, comprábamos lo necesario para la despensa, llevaba a la familia a comer un cóctel de camarones y regresábamos lo más pronto posible a la casa, podía presentarse algún problema. Con mucha frecuencia, algunos de los trabajadores se presentaban a cobrar su sueldo, en otras, era necesario atender alguna vaquilla necesitada de “cariño” y era importante llevar un registro de la fecha; y del semental responsable de una nueva gestación.

Dolores Hidalgo, es el lugar donde inició la independencia de México, en el mes de septiembre, en la explanada frente a la iglesia, se instalaban una buena cantidad de vendedores ambulantes, razón por la que haciendo un esfuerzo; acudimos al pueblo al medio día del miércoles 16 de septiembre, caminábamos puesto por puesto; mirando las tantas cosas que vendían, cuando nos encontramos a un conocido, se trataba de un ex compañero del CPAR. Platicamos unos minutos, él se veía un poco incómodo, pues su acompañante no era precisamente su esposa, me comentó que trabajaba en una empresa paraestatal de nombre Liconsa, inclusive me hizo la invitación para que acudiera a una entrevista para ver la posibilidad de que me incorporara, anoté la información y nos despedimos, no sin antes asegurarle asistiría a dicha entrevista.

Por la tarde, comenzaron los bailables en un templete cercano al atrio, una señorita era la conductora y amenizaba el evento. Héctor, mi hijo me dijo, papá yo quiero hablar allá arriba, señalando en donde estaba la conductora. Si hijo vamos a ver si la señorita te da permiso. Le dije de la inquietud a la susodicha y Héctor llevó a cabo su debut ante un importante número de personas, contó unos chistes y creo hasta declamó una poesía, la gente aplaudió entusiasmada, ya que no era común que un niño de 5 años se parara con seguridad en un foro de esa naturaleza. Sin embargo, no íbamos preparados, por lo que no contamos con la evidencia. Previamente había debutado en la guardería durante un evento del día de las madres, recitando la poesía “Así te Quiero” escrita por un servidor.



Recuerdo del debut de Héctor Manuel
a la edad de cuatro años



¡ASÍ TE QUIERO!

Como se quiere a la vida
como agua limpia en el desierto
como luz para unos ojos ciegos
así también te necesito

Hoy que felices festejamos
la dicha de tenernos mutuamente
te pido un minuto de silencio
oremos por los que no tienen esta suerte

Mis manos te acarician suavemente
moldeando con paciencia están las tuyas
pues aún sin conocerme ya en tu vientre
el arte de ser madre profesabas

Hoy en este día tan especial te digo
que poco es un día para honrarte
¡porque madre eres siempre!, siempre
y tu amor lo percibo a cada instante

Así, cual golondrina que año con año
regresa al sitio donde vio la vida
¡como rosal que florece en primavera!
Como pretende el mundo que te quiera

Así ante la gente te grito que te quiero
pero el sol calienta aunque no se vea
y así, aunque pequeño te valoro
pues tú eres para mí ¡la flor más bella!.




Uno de los jueves de mesa redonda, le comentaba a Don Jacobo como había solucionado un problema de una parte mecánica de uno de los camiones, esperaba un gesto de aprobación, pues la pieza había sido reparada, representando un ahorro considerable, en el supuesto de comprarla nueva. La reacción fue muy desafortunada, Don Jacobo se molestó al grado de comenzar a golpear la mesa con la mano, diciendo prácticamente a gritos- ¡Es un error el pensar en reparar las cosas!, deberías haber comprado la pieza original- Su actitud me sorprendió de momento, pero de inmediato me recuperé- Don Jacobo, la pieza está garantizada, pero si gusta yo cubro el gasto por la reparación y pido que le pongan la original, pero no alce la voz ni golpeé la mesa, no estoy acostumbrado a este trato y usted no tiene porque molestarse tanto, si no está de acuerdo con mi trabajo simplemente me voy, al cabo es usted el dueño.- ¿Y a donde vas a ir, aquí tienes tus cosas y a tú familia?- De eso yo me encargo, usted no se preocupe. Don Jacobo se levantó de la silla y comenzó a toser, tambaleando se recargó en la pared, pronto me acerque a ayudarlo- ¿Qué le pasa, que tiene?- Seguía tosiendo y colocaba su mano en el pecho, no me contestó. Una vez se recuperó, creí conveniente terminar la plática diciendo- Bueno Don Jacobo, si gusta mande a la persona que se quedará en mi lugar para que le indiqué las actividades, si está de acuerdo, en unos quince días o máximo un mes me voy.

Para ese entonces ya había acudido a la cita en Liconsa, sólo estaba pendiente de la respuesta que muy pronto llegó y fui aceptado, ocuparía el puesto de Jefe de Productividad Industrial, el sueldo era superior y además tendría prestaciones superiores a las establecidas por la ley.

Tuesday, January 17, 2006

Un Vació en el Nido

Hoy 16 de enero del 2006, es un día inolvidable para la familia Pérez Urbina. Con satisfacción veo el inicio del nuevo vuelo de mi “pollito”, no puedo ocultar mi orgullo y emoción traducida en lágrimas, tampoco puedo dejar de agradecer a Dios, por habernos confiado a tu mamá y a mí, una “energía” tan hermosa, disfrazada en un bebé hace 23 años.

Es doloroso el corte del cordón, pero es doblemente motivo de alegría, el verte partir para luchar por tus ideales.

Ahora que has comenzado a volar fuera y muy lejos del nido, estoy seguro que alcanzarás tu objetivo, sé que la voluntad, perseverancia, organización y entereza, son en buena parte las herramientas que utilizarás permanentemente, si a éstas les sumas invariablemente la fe y el amor, seguramente te allanarán el camino.

Sin embargo, cuando sientas que la soledad física te golpea y las presiones te atormenten, respira profundo y recuerda que siempre estaremos contigo para apoyarte en todo lo que esté a nuestro alcance.

Quisiera escribir mucho más, en este momento se me vienen a la mente muchos pasajes de tu vida, pero prefiero no darle cuerda a la nostalgia, simplemente te invito a recordar que te queremos mucho, que estamos muy orgullosos por lo que ya eres. Que las expectativas de quienes te rodeamos nunca representen una carga adicional, aunque sé que esto último nunca lo has considerado, es bueno tenerlo presente.


Con mucho cariño y deseándote lo mejor del mundo.


Tus papás

Thursday, January 12, 2006

Mi Niña

El retraso se fue alargando, al 3er mes acudimos a una clínica para que le realizaran un ultrasonido a mi esposa y ¡ahí estaba!, era un bebé, se veía palpitar el corazón, “El retraso” fue de nueve meses y afortunadamente no había problema de riñón.

El embarazo fue considerado como de alto riesgo, dábamos por hecho que sería otro niño, aunque realmente queríamos una niña, cuando nos preguntaban, la respuesta obligada era “que sea lo que Dios quiera”.

Cuando le platicamos a nuestro hijo Héctor que tendría otro hermanito, él muy seguro nos dijo- Va a ser hermanita y se va a llamar Karina- lo que en principio nos provocó risa.

Por ese entonces llegó a vivir con la familia, una señora de nombre Concepción. Resulta que era hermana de una vecina; con la que ella y su pequeño hijo Iván vivían. Por problemas aparentemente con su cuñado, la habían corrido de la casa y no tenía a donde ir. Mi esposa me planteó el problema y acordamos darle apoyo; al igual que mi esposa se encontraba embarazada.

Como olvidar los interminables pleitos; de mi hijo Luis con el hijo de “Concha”, que era de la misma edad; con diferencia de unos días. Invariablemente al llegar a la casa, Luis entraba buscando con la mirada inyectada de coraje a su contrincante, en cuanto lo localizaba, sin pensarlo se le lanzaba a golpes. Dado que se trataba de un niño de aproximadamente año y seis meses, era incomprensible su reacción. Aunque debo decir, que desde recién nacido, cuando mi esposa por alguna razón no le daba el pecho a la hora que lo solicitaba, se enojaba tanto que después lo rechazaba. Preocupados por educarlo, muchas veces le llamamos la atención, inclusive, al no ver respuesta mi esposa le llegó a pegar.

Un día, mientras Luis jugaba distraído con un carrito, Iván llegó por atrás y comenzó a molestarlo, dándole golpecitos en la cabeza, “Concha” observaba desde un extremo de la sala, mi esposa y yo desde la recámara veíamos todo el escenario. De pronto, Luis se desesperó y se levantó para “atender” a Iván, que de inmediato corrió hacia donde estaba “Concha” su mamá, ella acudió a su encuentro diciéndole -Vente hijo, porque Luis te quiere pegar- ¡Todo lo habíamos visto!, de inmediato mi esposa se dirigió a “Cocha”- Como es posible que actúes así, primero estás viendo que tu hijo está molestando al mío; hasta desesperarlo y no le dices nada, pero cuando ves que mi hijo reacciona, entonces sí hasta hablas fuerte; para que yo te escuche y corrija a Luis- Lo que pasa es que apenas me di cuenta- dijo, sin saber que habíamos visto desde el principio hasta el desenlace- Mi esposa le aclaró y le pidió tuviera mucho cuidado con ese tipo de conducta.

Habíamos acordado apoyarla hasta que tuviera a su bebé, razón por la que no consideramos pedirle se fuera. Sin embargo, poco después se suscitó otro detalle. Resulta que Iván, al fin niño, tenía mucho interés en estar moviendo los botones de un modular y cuando le pedía su mamá se retirara del aparato, el niño se molestaba regresando a ella para patearle en las espinillas, claro de las piernas. Una ocasión, mientras ella lavaba, yo me encontraba viendo la televisión, el niño se acercó al aparato y le pedí se retirara, en automático se regresó contra mi para patearme, lo detuve poniendo una mano en su cabeza y le hablé a su mamá- “Concha” Controla a tu niño, este tipo de conductas no las tolero ni de mis hijos, representan un mal ejemplo y si uno de mis hijos intenta agredirme tendré que corregirlo- No dijo nada, rápidamente tomó a su hijo de una mano y le pidió se agarrara de la falda, mientras ella continuaba lavando. Más tarde, mostrando cara de desagrado; se sentó en un tapiz en el suelo, cuando siempre lo hacía en uno de los sillones, para ver la televisión. Su actitud me molestó- “Concha” aquí en mi casa hay reglas que se deben seguir, me molesta que pongas esa “cara”, ni yo me comporto así, menos voy a aceptar que otra persona lo haga, si no estás a gusto nadie te detiene- Se aguantó, no dijo nada y tampoco decidió irse. Desde luego no era fácil, su embarazo cada vez era más avanzado y ahí tenía techo y alimentación a cambio de prácticamente nada.

Por estas fechas, ocurrieron diferentes incidentes de distintas índoles. Un sábado, mi esposa y yo fuimos de compras a la tienda del ISSSTE, regresábamos cargados con bolsas de plástico, al intentar atravesar la Av. Politécnico Nacional, un carro casi nos atropella, razón por lo que no tuve empacho en hacerle una seña grotesca alusiva a la mamá del conductor, que sin pensarlo, detuvo el auto a media avenida, bajando muy enojado y con mucha prisa; dejando inclusive la puerta abierta. Le dije a mi esposa que no se espantara por lo que iba a ver, que no pasaría nada. Mi atuendo era: pantalón de mezclilla, guaraches de correa gruesa y suela de llanta, camisa a cuadros y un bonito sombrero, sí, todo un campirano, ah me olvidaba, en el cinturón llevaba un estuche de cuero y adentro una bonita navaja. Al ver la decisión del “incomodo”, me apresuré a sacar la navaja de la funda y me dirigí velozmente hacia él, impostando la voz y abriendo desmesuradamente los ojos para que me la creyera,-¡Ahora vas a ver como me enredo tus intestinos en ésta navaja!- El tipo ya estaría a unos 5 metros de distancia cuando, al ver el filo de la navaja sin decir una palabra, freno de lleno, creo que hasta con motor, regresando más rápido, se metió al carro y arrancó quemando llanta. Mi esposa y yo nos fuimos a casa.

Dado el avance del nuevo embarazo, muchas veces iba sólo de compras. Un día esperaba el camión en una esquina para regresar a la casa, un carro blanco se detuvo frente a mí, manejaba un muchacho y venia una señora en el lugar del “copiloto”. Sentí su mirada y voltee a verla –Hola papito, ¿quieres que te lleve?- Fui sorprendido, dirigí la mirada al conductor y no mostró ninguna reacción, ni siquiera me vio, ella continuó diciéndome algunos piropos, aún no me reponía de sus “comentarios” cuando llegó mi camión, me subí rápidamente. La distancia hacia la casa no era mucha, aproximadamente un kilómetro; pero iba bien cargado. A través del medallón del camión pude observar que el carro venía atrás y luego rebasaba; pero se mantenía a corta distancia del camión. Llegue a mi destino y supongo que por el espejo retrovisor la señora se dio cuenta, porque el carro nuevamente se detuvo, pronto abrí la puerta del edificio y subí al departamento, le comenté a mi esposa que me venía siguiendo una señora y bajamos a la calle para verla, en eso el carro ya se retiraba.

Algo aún más sorprendente, me sucedió una tarde que me dirigía a una tlapalería, en la misma colonia ticomán. Mi hijo Héctor me acompañaba montado en su carrito, mismo que amarré con un hilo para jalarlo. Por curiosidad voltee a ver quien había ocupado el espacio de la calle donde regularmente estacionaba mi carro ¡Que barbaridad! Una señora estaba sentada al lado del volante, levantando la pierna, me pareció revisaba el dedo gordo del pie, pero la falda la tenía arriba, hasta la cintura; y eso no era lo relevante, el caso es que no llevaba ropa interior, mostrando su ensortijada “cabellera”.
Intentando no mostrar reacción alguna, pero con la imagen grabada, continué jalando el carrito y nos alejamos. Al regresar de la tlapalería le comenté el incidente a mi esposa, quien molesta me dijo, que seguramente la señora lo había hecho intencional y no se trataba de un accidente.

Llegó el momento esperado, era alrededor de las 3 de la mañana, del martes 5 de noviembre de 1986, llegamos al hospital, mi esposa ya presentaba contracciones constantes, pasó a revisión y la internaron. Me senté a esperar, sabía que pronto nacería mi nuevo hijo, pues en el caso mi esposa una vez iniciando los dolores de parto no tardaba en dar a luz. Veía llegar pacientes a la sala de urgencias, trataba de disimular el nerviosismo, “ya no era primerizo”.

Serían aproximadamente las 5 de la mañana, salió de una sala una enfermera de edad avanzada y me dijo -Su esposa ya se alivio, tuvo niña- Sólo atiné a decir gracias, iba a preguntarle como estaban, pero deseche la idea, ¿ella como sabía quien era mi esposa? y además me dijo que había sido niña, por lo que no creí que su información fuera del todo confiable.

Al amanecer llegó el personal administrativo, me presenté a pedir información- Su esposa dio a luz una niña a las 4:08 am. las dos se encuentran bien.

Quise dar un brinco de felicidad, ¡era niña!, me fui a buscar una tienda de ropa para bebés, le compré una chambrita y regresé a la hora de visita, me urgía conocer a mi hija y desde luego felicitar a mi esposa.

Ese mismo día la dieron de alta, nos fuimos a la casa donde ya nos esperaban mis otros dos hijos. A ver mamá déjame ver a mi hermanita Karina, dijo Héctor muy contento, luego de mostrársela, mi esposa llevó la bebé a la cama. Luis que no se había acercado entro a la recámara a verla y regresó de inmediato llorando con sentimiento- Mi hermanita me pego- Era evidente, Luis un bebé de 1 año y nueve meses estaba celoso, por lo que mi esposa lo abrazo; al tiempo que simulaba regañar a la recién nacida.

Esta vez también di aviso a la oficina; y más aún solicité me autorizaran unos días de vacaciones, pues quería cuidar personalmente de mi esposa e hija, además de que para ese entonces no teníamos quien nos apoyara. Me autorizaron una semana, tiempo en que me esmeré en realizar todas las actividades del hogar. Los días se fueron muy rápido, aunque me sirvieron para valorar aún más, lo tedioso que resultan estos quehaceres.

La señora “Concha”, ya se había ido de la casa, tuvo también una niña, misma que previo acuerdo con una pareja regaló, argumentando que no tenía ni para alimentar a su niño, menos tendría para la leche y pañales de la nueva bebé.

Los días autorizados por gravidez se terminaban, no había cupo en la guardería del ISSSTE, por lo que mi hija ingresó a la guardería de la SEP. luego de varios intentos.

Mi esposa regresó a trabajar en la oficina, temprano llevábamos a los niños y niña a sus respectivas estancias, por la tarde íbamos a recogerlos.


En semana santa de 1987, fuimos de vacaciones al rancho, a la casa de mis papás, platicando con mi hermano Ignacio, quien trabajaba en una granja porcicultora, me comentó que el papá de su patrón estaba requiriendo una persona para que administrara un rancho en el municipio de Dolores Hidalgo, Guanajuato. Me interesó el asunto, le pedí me sacara cita para una entrevista, misma que se dio por el mes de junio.

De regreso de vacaciones, la inquietud de salir de la capital crecía, ahora con más fuerza; sabiendo que podía existir una buena oportunidad. Por otra parte, aunque mi nombramiento era el de Sub- Jefe del Departamento de Recursos Humanos, realmente desempeñaba el de Jefe del Departamento, razón por la que me presenté ante el coordinador administrativo, solicitándole me autorizara dicho puesto. Al respecto, me comentó que estaba consciente de mi desempeño y capacidad, sin embargo el hecho de no contar con un título profesional era la limitante; ya que no “cubría el perfil requerido” y en consecuencia no podía autorizar el puesto. Me pareció contradictorio, pues ya venía cubriendo el puesto; que teóricamente no podía, pero en fin, son las reglas.

Acudí a la entrevista con Don Jacobo, me dijo cuales serían mis responsabilidades así como derechos. El sueldo era un poco superior al que venia devengando, me ofreció casa y ayuda para gastos médicos; en caso necesario, así como enviar un camión para la mudanza. Decidí aceptar la propuesta ¡Al fin saldríamos del Distrito Federal!

Regresando, le comenté a mi esposa lo sucedido, iniciaría a partir del 15 de julio, por lo que deberíamos ir empacando los enseres de la casa. Por otra parte, ver la posibilidad de rentar el departamento en que vivíamos, así como otro que recientemente habíamos comprado, gracias a los ahorros generados por los ingresos de ambos.

Me presenté con el coordinador, le presenté mi renuncia, no sin hacerle notar mi inconformidad, por las limitaciones existentes para autorizar el puesto que antes le había solicitado. Mí esposa de igual forma presentó su renuncia. Cabe mencionar, que dadas las características de la institución no nos correspondía liquidación alguna.

Así comenzaba una nueva etapa de nuestras vidas.

Monday, January 09, 2006

Reencuentro

Hola, ¿como estás? -Bien gracias, aquí trabajando- De inmediato reconocí la voz de Pilar- ¿Qué milagro que llamas? -Pues ya ves, lo que pasa, es que tu hijo va a salir del país y es necesario que firmes un documento, quiero saber si estás de acuerdo. –Claro que sí, ¿Y a que lugar viajará?- A los Estados Unidos, con su grupo de boy scouts- Dime cuando y en donde nos podemos ver para firmar el documento- Me dio una dirección por el sur de la ciudad de México y fijamos el día y la hora.

Vivian en la casa de una de sus amigas, me presenté puntual de acuerdo con mis hábitos, luego de varios llamados a la puerta apareció una señora amable- Buenos días, ¿Es usted es el papá de Gerardo?- Sí señora, buenos días- Pase por favor, permítame un momento- Sí gracias.- Unos minutos después llegó Pilar- El saludo fue normal, más bien un tanto frío- Hola, el niño está haciendo su berrinche, dice que no quiere verte- No hay problema; es comprensible, pero platícame ¿como les ha ido?- Pues yo sigo trabajando en la Dirección General de Aduanas, el niño se ha estado haciendo insoportable, creo que en eso se parece mucho a ti. Verónica (Vero, la hija de Pilar) se incorporó saludándome más efusiva, ya era toda una señorita. Un tiempo más tarde se presentó mi hijo; me saludó de mano con cara de pocos amigos, le entregué un juguete que llevaba para él -¿Qué tal hijo, como te has portado?- Me contestó manteniendo su actitud- Bien- Por la forma, más bien parecía decirme; que te importa. Desde luego que entendía su comportamiento, hacía casi tres años que no lo veía.

Alguna vez, intentando desahogar estos sentimientos escribí lo que a continuación les comparto.


REENCUENTRO

¡Que bonita sonrisa! halagó el hombre,
al cruzar su mirada ya cansada
con la bella y descuidada niña
que inquieta platicaba en la ventana

¿Que fuerza emanaba la chiquilla?
Logrando estremecer en lo profundo
a aquel que inseguro caminaba
arrastrando su vida por el mundo

Seguramente él encontró la respuesta
al buscar en el baúl de los recuerdos
y ver de nuevo la misma sonrisa,
pero está vez dedicada a su muñeca

La emoción provocada del recuerdo
humedeció las mejillas de aquel hombre
y decidido encaró al desprecio
llevando a cuestas la última acción noble

Pero al estar de frente ante la niña
sintió que el corazón le reclamaba
contestando de nuevo a su sonrisa
se fue inspirado, sabiendo que lo amaba

El viaje está vez sería más largo
sus ojos de llanto se nublaban.
Pues ahora que se daba el reencuentro
la vida para él se terminaba

Platicando con Vero me enteré, que cuando mi hijo preguntaba por mí, Pilar le decía que ya había muerto, lo que Vero se encargó de desmentir; siendo la principal razón por la que yo estuviera ahí, dado que mi hijo con frecuencia le pedía a Pilar que lo llevara a verme. Los supuestos documentos que firmaría, aún no estaban listos y realmente nunca estarían. Sin embargo, a partir de esta visita se suscitaron algunas más.

Luego de varias visitas, Pilar me reclamó el que le llevara juguetes cada vez que iba a verlo, argumentando que ella no podía competir de esa forma y que no lo consideraba necesario ya que el niño me iba a querer sólo por interés. Estuve de acuerdo, no era conveniente, por lo que en lo sucesivo no llevaba regalos, prefería invitarlo a algún lugar, él estaba interesado en divertirse y yo urgido de conocerlo.

Vero estaba por cumplir sus quince años, me pidió que la acompañara a la iglesia en representación de su papá, lo cual acepté con mucho gusto; previo acuerdo con mi esposa. Se llevó a cabo una reunión en casa de la amiga, hubo muy pocas personas invitadas y fuera de poder acompañar a Vero, lo demás me era muy incomodo.

Uno de esos días, Pilar me comentó que había adquirido una casa en un nuevo fraccionamiento de Aragón, diciéndome que si podía ayudarle para hacer la mudanza. La apoyé para hacer el cambio de casa; y me dio gusto el saber que ahora se establecería, lo que me daba mayor seguridad, pues sería más difícil que cambiara de domicilio.

Por el mes de febrero de 1986, la situación en la oficina presentaba cambios, me nombraban Subjefe del Departamento de Recursos Humanos. Resulta que “caía” el jefe, Vicente, después de un importante desgaste y una larga lucha.

Dos de mis compañeros, Sergio y Esther, quienes tenían el puesto de jefes de oficina, habían estado esperando el puesto que ahora me encomendaban, razón por lo que su molestia no escondieron. Los primeros días, se reunían en una de sus oficinas, haciendo gestos de burla evidentes, sonreían al verme pasar y cuchicheaban. Dejé pasar esta situación unos tres o cuatro días, esperando pudieran digerir su enojo y envidia. Cuando consideré prudente, los abordé directamente.- Estoy consciente que ustedes esperaban al igual que yo recibir este nuevo nombramiento, pero la decisión ya fue tomada, los invito a continuar trabajando y dejar de actuar como lo han venido haciendo, ahora yo soy su jefe y estaré llevando de forma permanente una evaluación. No es necesario que me sonrían, únicamente les pido que hagan su trabajo y les exijo respeto, de lo contrario, créame se como utilizar el poder.

Al recibir el encargo, Vicente me hizo entrega de la documentación y asuntos pendientes, estábamos terminando cuando, dijo -Sólo me molesta un detalle, nunca pude saber quien realmente estaba atrás de todo este movimiento- Aquí me tienes, yo fui, si deseas arreglarlo de alguna otra forma; también estoy dispuesto, creo que con esta medida se acaban muchos atropellos cometidos y se hace en alguna medida justicia. No me contestó, sólo pude identificar una expresión de sorpresa, me extendió la mano y luego salió cargando una caja de cartón con algunas de sus pertenencias.

De pronto, lejos de disfrutar el triunfo me sentía desanimado, habían pasado 7 largos años de mi vida, claro no los sentía perdidos, pero me preguntaba si había valido la pena. Este desenlace y aunado lo sucedido en septiembre del año anterior (Sismo, 85), me llevaron a pensar; que lo mejor sería buscar una salida hacia la provincia.

Una de las resistencias para agilizar la meta para salir del Distrito Federal, era precisamente el pensar que al estar lejos, las visitas a mi hijo se complicarían. Sin embargo, estaba equivocado. Una ocasión que visité a mi hijo, Pilar me comentó que el comportamiento del niño cada vez era peor y que mis visitas sólo le estaban causando daño, que inclusive había consultado a un psicólogo, por lo que me pidió dejara de visitarlo. No creí prudente discutir, a partir de entonces mis visitas fueron mucho más espaciadas.

Por otra parte, mi esposa y yo habíamos tomado el acuerdo de mantenernos con los dos hijos que ya teníamos, razón por la que ella tomaba anticonceptivos, mismos que un doctor le recomendó suspendiera, dado que aparentemente presentaba un problema de riñón, haciendo mención que seguramente presentaría un retraso en la menstruación. No imaginamos que este sería el origen de una nueva página en la historia.

Sunday, January 08, 2006

¡Se Mueve el Piso!

Eran las 7:17 del jueves 19 de septiembre de 1985, sentado al borde de la cama me disponía a amarrar las agujetas de los zapatos, mi esposa preparaba las maletas de los niños para llevarlos a la guardería. Sentí que me iba de frente, de momento creí que me había mareado al momento de inclinarme, pero los movimientos se hacían más fuertes y se escuchaban los tronidos de la estructura del edificio, los vidrios se rompían, mi esposa y yo espantados intentábamos tranquilizarnos, mientras cada uno cargábamos a un niño; nos colocamos abajo del marco de la puerta de la recámara. Fueron unos instantes de angustia, prendí el televisor y los noticieros comenzaban a narrar el desastre, sin todavía conocer los innumerables daños transmitían conmocionados.- Muchos edificios se han derrumbado, existen incendios, se recomienda no salir a la calle.- Era una realidad, el sismo nos había tomado por sorpresa-

Debido al problema del corazón, mi mamá acompañada de una de mis hermanas menores, tenían unos días en la casa, habían salido muy temprano hacia el hospital para asistir a la consulta, y luego regresar a la ciudad de Celaya y finalmente al rancho.

Unos minutos después del movimiento sísmico, llegaron inesperadamente mi mamá y mi herma Angélica (Gelis), pues el temblor las sorprendió frente al edificio de Sears, que se encontraba en la avenida Politécnico Nacional esquina con Montevideo, mismo que vieron como se derrumbaba. Después de cerciorarse que estábamos bien nuevamente se despidieron.

Aprovechando que las oficinas del CPAR estaban cerca de la casa, consideré conveniente presentarme, pero en cuanto llegué me informaron que las actividades se habían suspendido, reanudándose hasta el lunes siguiente.

Gradualmente las imágenes en la televisión, iban dando a conocer la gran magnitud del temblor. La ciudad de México y sus alrededores se encontraba incomunicada, se hablaba de una enorme cantidad de muertos y desaparecidos, cifras que seguramente nunca se conocerán con precisión.

Era impresionante ver los escombros de lo que alguna vez fuera el edificio de “Nuevo León” de Tlaltelolco o del hotel “del prado” y muchos más; colgando de los muros destruidos colchones y sábanas

Además de los edificios y casas destruidas, muchas mostraban serios daños, de hecho ya no eran habitables, pero muchas personas se aferraban a sus propiedades, temían dejar abandonados sus muebles y que fueran saqueados. Muchos no tardaron en convencerse, un día después por la tarde noche -¡Esta temblando!, gritamos al unísono mi esposa y yo, sin pensarlo cargué a mi hijo Luis de escasos 8 meses de edad, ella tomó a Héctor de la mano y corrimos hacia la calle, subimos al carro y me dirigí a un lugar de la colonia en donde no hubiera edificios que representaran riesgo, en el camino veíamos personas que salían desesperadas de sus casas, se trató de un nuevo temblor ahora con menor intensidad, pero que provocó mayor pánico dado lo ocurrido el día anterior. Muchas casas y edificios que habían quedado dañados, terminaron derrumbándose agravando más el problema.

Las réplicas continuaron por unas dos semanas, reinaba el pánico, personas del interior de la República buscaban a sus familiares mediante los radios de banda civil, la sociedad comenzó a organizarse, luchaban días y noches desalojando escombros con la esperanza de encontrar alguna persona con vida, es en verdad impresionante lo que una sociedad organizada puede lograr.

Unos días más tarde, en diferentes lugares de la ciudad se percibía un olor nauseabundo, cuando parecía que todo esfuerzo resultaba inútil, saltaba la noticia han rescatado con vida a otra persona y luego a unos bebés. Ante la sensibilidad que prevalecía en el ambiente, estas excepciones cobraban la connotación de milagros. Sin embargo, considero que es conveniente reflexionar sobre las condiciones en que vivimos y lo que pudiera realizarse, a fin de evitar en la medida de lo posible las consecuencias de un nuevo desastre.
Es evidente que la ciudad de México ha estado sujeta a lo largo de su historia a los riesgos geológicos que la rodean. El riesgo volcánico es menos frecuente y debemos esperar que se presente a más largo plazo. Además, la actividad volcánica va frecuentemente precedida por fenómenos premonitorios. Si se logran registrar e identificar estos síntomas precursores con instrumentación adecuada, un programa acorde de protección civil permitiría mitigar la pérdida de vidas y los daños materiales.
La actividad sísmica, por otro lado, no sólo nos acecha en forma más sorpresiva e impredecible, sino que es también más frecuente. A juzgar por el rico registro histórico de sismos sentidos en la ciudad de México, debemos esperar que ésta seguirá siendo azotada en el futuro por grandes temblores. El movimiento de placas tectónicas que los origina ha existido durante millones de años y seguramente continuará irremisiblemente en el futuro. Por otro lado, el desarrollo científico actual está aún lejos de poder efectuar predicciones inminentes con un alto grado de confiabilidad, existen además serias dudas sobre la utilidad práctica de una predicción que tenga un margen de error de varios días en una urbe de las dimensiones de la ciudad de México.
Los daños sufridos en la capital a raíz de los sismos del 19 y 20 de septiembre de 1985 muestran que durante su incontrolable crecimiento, la ciudad se ha hecho más vulnerable a los fenómenos sísmicos, debido al número y tipo de edificaciones construidas en los últimos treinta años. A mediano plazo, las opciones que parecen viables para mitigar el peligro sísmico en la ciudad de México son un proceso de descentralización que inhiba un mayor crecimiento de la ciudad, un estricto y escrupulosamente implementado código de normas y procedimientos de construcción, la reglamentación del uso y mantenimiento de los inmuebles y la formulación de un adecuado sistema metropolitano de protección y defensa en caso de catástrofes naturales.
Corría la última semana del fatídico mes de septiembre del 85, cuando en la oficina una llamada telefónica insospechada me hacía cobrar nuevas esperanzas, se trataba de Pilar la mamá de mi hijo Héctor Gerardo.

Un Nuevo Hijo

Nos dirigimos al hospital 1º. De octubre, habían iniciado los dolores de parto, gracias a los resultados obtenidos en el caso de Héctor, habíamos recuperado la confianza.

Serían entre las 9 y 9:30 de la noche del jueves 7 de febrero de 1985. El doctor en turno después de revisar a mi esposa nos sugirió que regresáramos a nuestra casa.- Todavía le falta dilatación, es cuestión de varias horas para que de a luz, si no vive muy lejos regrese a su casa.-

El hospital se encontraba a unos diez minutos, mi mamá estaba de visita en la casa, había aceptado la invitación de quedarse; las veces que tuviera consulta por el problema que presentaba en el corazón. ¿Qué pasó, “mijo”? -Le comenté lo dicho por el doctor- Mira hija, come estas nueces para que tengas fuerza.- dijo dirigiéndose a mi esposa, extendiendo la mano.- No doña Tere, muchas gracias, no tengo ganas, me duele mucho el oído-

Unos minutos y -Mi amor, ¡Creo que se me rompió la fuente!- La cargué y salimos nuevamente hacía el hospital, Héctor mi hijo, ya estaba dormido, por lo que mi mamá nos acompañó. Bajaba con cuidado la escalera, ella pesaba cerca de 70 kilos; 28 de estos los había ganado durante el embarazo- Despacio hijo, con cuidado- Decía mi mamá, cargando una sábana que previamente tomara de la cama.


Ante los quejidos de mi esposa, la distancia me parecía incrementarse –No te preocupes “mija”, si es necesario yo recibo a tu niño- dijo mi mamá, tratando de tranquilizar la situación. Yo pensaba, ¿“tu niño”? ¿y si son dos?, como nos habían dicho unos meses antes. No sabíamos, porque los últimos meses; debido a que ella se sentía bien no habíamos acudido a la consulta.

Entre cargando a mi esposa -¡Rápido un doctor, ya está naciendo mi hijo!- Espere un poco, el doctor salió un momento- me dijo una enfermera, tratando de interponerse en mi camino- Esto no espera, hace un rato me dijeron que faltaban todavía unas horas y ya se le ha roto la fuente de agua.- contesté en tono de reclamo. Pronto acercaron una silla de ruedas para que la sentara.- Yo la llevo a la sala de expulsión, usted no puede entrar-

Esperé un momento en el pasillo, luego decidí llevar a mi mamá a la casa para que pudiera descansar. Regresé en unos minutos, pregunté por mi esposa y mi hijo pero aún no tenían el informe, esperé nervioso en la sala.

Serían la 7:00 am cuando- Familiares de la señora Lourdes Urbina (Luy)- Si, dígame, soy el esposo- La señora dio a luz un niño a las 11:15 pm. Ambos se encuentran bien, a partir de las 9:00 inicia la hora de visita, si gusta puede traerle ropa por si la dan de alta.

Di aviso a la oficina, regresé a la casa para darles la noticia a mi mamá y a mi hijo, que estaba muy pendiente de que llegara su hermanito, a quien con frecuencia le inventaba canciones aún en el vientre de mi esposa, que entre otras cosas decía “pronto vas a salir y vas a jugar conmigo”.

Mi esposa se recuperaba después del baño en una camilla, su rostro evidenciaba las huellas de la noche anterior. Me recibió con una sonrisa diciendo- Hola mi amor- Hola ¿Cómo te sientes?- Bien, aunque adolorida, no hubo tiempo para trabajo de parto, nació sin anestesia y me rasgo mucho, pero creo que me van a dar de alta porque no hay suficientes camas. A su costado estaba el bebé, ella hizo a un lado la cobijita y ¡que emoción! ahí estaba durmiendo el bebé, un poco inflamado de la cara pero ya mostraba sus facciones. La enfermera me comentó que ya había sido dada de alta, por lo que se puso la ropa que le había llevado y después de algunos trámites salimos del hospital alrededor de las 11:00am.

Ya en la casa, mi esposa nos comentó los pormenores, se le había reventado un oído y narraba los dolores combinados con los inherentes al parto, le habían desgarrado el pantalón de maternidad que llevaba, lo que lamentaba pues le gustaba mucho. Héctor al conocer a su hermanito saltaba de alegría, mientras mi mamá le hacía a mi esposa algunas recomendaciones tradicionales de cómo cuidarse.

Mi mamá se quedó una semana en la casa, haciéndose cargo de los cuidados de recuperación de mi esposa. Continúe asistiendo de manera normal a mi trabajo, donde las “cosas” se mantenían un tanto tensas, ambiente al que ya me había acostumbrado.

Mi esposa aplicó la misma estrategia que en el caso de Héctor, aprovechando los 90 días de gravidez a partir de la fecha en que dio a luz, permitiéndole estar de tiempo completo con el bebé.


La complicación llegó, cuando Luy debería reincorporarse a su trabajo y nos enteramos que no había cupo en la guardería. Afortunadamente, la abuelita Lolita por parte de mi esposa y una tía religiosa (Emilia), que vivían en la colonia Martín Carrera, nos ofrecieron cuidar del bebé mientras asistíamos a nuestro trabajo.

Un fin de semana, la tía Emilia se encontraba de visita en la casa y se dirigió a mí, interpretando a mi hijo, -“Papá me lejas il con mi tía mili a Michoacán”- Sí, sé que se oye cursi, pero recuerden que ella interpretaba a un bebé de tan sólo 3 meses. Sin dudar acepté su primer permiso, sabíamos mi esposa y yo que lo poníamos en muy buenas manos.

Tres meses después se solucionaba el ingreso del bebé Luis Gerardo a la misma guardería del ISSSTE, en la que Héctor Manuel era atendido.

Por estas fechas, ya se gestaba uno de los desastres naturales más grandes registrados en la historia de México.

Friday, January 06, 2006

Cambio de Imagen

De la imagen física que presentaba unos años atrás, poco o nada quedaba, pero del aspecto interior; aun había mucho trabajo por realizar, existían muchos resentimientos y rencores hacia algunos miembros de la familia; y en general hacia la sociedad.

Por las noches me invadía la nostalgia por el hijo que no podía ver, recordaba y compartía con mi esposa los momentos que pasáramos juntos, los juegos y sus palabras.

Una mezcla de nostalgia y coraje aderezada con impotencia se apoderaba de mí, llegando de inmediato el sentimiento de culpa. Desde luego, resultaba inevitable el remover la herida generada al independizarme de la familia, que para mí había sido provocada por la falta de comprensión y cariño.

Tenía la necesidad de extirpar “tumores añejos”, debería iniciar por el principio, comencé por tratar de entender el comportamiento de mis padres y el porque del mismo, llegando a una conclusión que me ayudó para iniciar el “tratamiento” par sanar, “Nadie puede dar más de lo que tiene”. Comprendí la importancia de la aceptación y la auto evaluación sin complacencia, encontrándome con la urgencia de alcanzar un propósito, modificar mi actitud; buscando un punto de equilibrio en mi carácter, objetivo que a la fecha mantengo y conservaré mientras exista; ya que estoy consciente que mientras esté vivo siempre presentaré cambios. Curiosamente, pasa como con la carrera de galgos, la liebre siempre está un poco más adelante.

El cambio de actitud era distinto al que una vez llevara a cabo hacía un tiempo, considero que se complementa, siendo este último más enfocado al “ser”, es decir al interior. Conforme avanzaba, sentía mayor seguridad para romper algunas de las “caretas y ataduras”.

Los resultados no se hicieron esperar, la carga emocional cada vez era más ligera; y los ambientes familiar y laboral mejoraban. Cobraban sentido algunas frases: “Nada es verdad, nada es mentira, todo es del color del cristal con que se mira”, “Nadie es dueño de la verdad absoluta”, “Perdona nuestras ofensas, de la igual forma que perdonamos a quienes nos ofenden”, “Si no te quieres y aceptas a ti mismo, no puedes querer y aceptar a los demás”.

La lucha interna era intensa, algunas “batallas” con frecuencia me eran adversas, conforme avanzaba en el “tener”, la soberbia aparecía dominando a la “humildad”, cuando creía sometida la ira, la prudencia, tolerancia y cordura se descuidaban y cuando la lujuria parecía controlada, la honestidad, decencia y castidad se escondían. Llegando a la conclusión, de que la imperfección del ser humano nos permite un área muy extensa de oportunidades para mejorar, motivándonos cada día a lograr satisfacciones.

Lo antes expuesto, serían las “armas” para emprender el reto de ser padre de familia y retomar el importante lugar de hijo y hermano.


A partir del primer año de casados, se hizo costumbre acudir a casa de mis papás a pasar las festividades de navidad y año nuevo, siempre recibidos con mucho gusto por parte de mis papás y hermanos. Sería el segundo o tercer año, cuando aproveché el mensaje de año nuevo para hablar sobre la reconciliación y el perdón, los abrazos fueron, o al menos así los sentí, más efusivos, particularmente cuando llegó el turno con mi papá. A partir de ese entonces, nuestra relación fue de amistad, respeto y afecto.

Gradualmente y casi sin percibirlo, el concepto e imagen que tenía particularmente ante mi papás se había transformado, permitiéndome de una forma mucho más abierta; manifestar a mis hermanos mis diferentes puntos de vista, desde luego con mucha prudencia para no caer en susceptibilidades. Irónicamente, el que alguna vez fuera considerado como un irresponsable, vago y flojo, ahora aparecía en el escenario familiar como ejemplo a seguir. Ante mis hermanos esta imagen no parecía nueva, pero la aceptación por parte de mis padres; hacía más fuerte mi compromiso, el que un día lanzara molesto a mi papá en tono de reto; cuando me dijo “prefiero perder a uno que a todos”. Contestándole, “aún de lejos voy a seguir influenciando en ellos”

No estaba sólo, las reflexiones y cambios que en consecuencia se generaban, eran motivo de largas charlas con mi esposa, considerando que deberíamos mantenernos en una frecuencia similar, dándonos a conocer permanentemente. Reconozco, que muchas veces después de suscitarse un problema, mi orgullo mal entendido me provocaba pensar en aplicar la “ley de hielo” (no hablar), pero mi esposa, en una demostración de humildad, buscaba la reconciliación, rompiendo el silencio para dar pie a la comunicación, dejando una gran lección que siempre tendré en mi mente y corazón.