Tuesday, December 27, 2005

Un Cielo Color Naranja

La madrugada del 19 de noviembre de 1984, mientras dormíamos placidamente fuimos abruptamente despertados, se escucharon fuertes explosiones, los vidrios de algunos de los departamentos vecinos se rompieron y el interior de la recamara se iluminaba con una luz anaranjada.- ¿Qué pasa? – Pregunto mi esposa.- No sé, contesté mientras me incorporaba para investigar- Me asomé a la ventana que daba a la avenida ticomán, todo era iluminado del mismo color, la imaginación muchas veces puede confundirte, pensé tal vez algún país le ha declarado la guerra al nuestro, ¿y si se trata de un bombardeo?, estos pensamientos los guardé de inmediato. Pronto, se escucharon voces, volví a la ventana y miraba correr a las personas, muchas gritaban los nombres supongo de algún familiar, otras lloraban sin dejar de correr o caminar con pasos acelerados, la mayoría vestía poca ropa y descalzos. – Creo que se trata de una peregrinación- Le dije a mi esposa, con la intención de no alarmarla. Era común que por esas fechas pasaran por la calle las peregrinaciones hacía la basílica de Guadalupe. Fui a la sala, prendí la televisión, supuse bien, había noticias.- ¡El riesgo está latente!, dos “salchichas” (depósitos de gas) pudieran hacer explosión en cualquier momento, ¡Es una tragedia!...decían los comentaristas.

La distancia entre, San Juan Ixtlahuaca (San Juanico) y la colonia Ticomán donde vivíamos no era mucha, pero tampoco tan cercana como para imaginar pudiéramos salir afectados. Subí a la azotea del edificio, al sur se veía el cielo más iluminado era el lugar donde se produjeran las explosiones, hacia el oriente había un terreno baldío, veía como la gente corría desesperada sin dirección, unos hacia el norte otros al contrario. Resulta impresionante observar la conducta que adoptamos los seres humanos bajo este tipo de circunstancias. Al ver algunas imágenes en la televisión que mostraban parte del tremendo desastre, así como la desesperación de la gente por salir de la zona de riesgo, decidí ayudar. Mi esposa con un embarazo de seis meses y mi hijo de dos años se quedaron en la casa, Arranque el carro que hacía poco tiempo comprara al “tío” Tomás, un valiant doster 1975. Antes de llegar al “epicentro” encontré a mucha gente que corría, abrí las puertas del carro y de inmediato se ocupó a su máxima capacidad, di vuelta y me dirigí hacia Tlalnepantla; con la intención de alejar a las personas del peligro.

Una vez puestos a buena distancia les pedí se bajaran, pues debería regresar por más gente. Una señora no bajaba.- Señora por favor baje del carro debo irme- Le dije volteando la cabeza para mirarla sobre mi hombro, momento en que me percaté que se encontraba únicamente en pantaletas, cubriendo sus pechos con las manos- ¡Es que me da pena salir así!- Me contestó tímidamente- Un señor que había sido mi “pasajero” ya se retiraba- Señor, señor, por favor préstele su chamarra a la señora para que pueda cubrirse.- Claro que sí, no se la presto, se la regalo- Dijo en un gesto de solidaridad.

Ya no me fue posible regresar, personal del ejército ya había acordonado la zona considerada de riesgo. Me alarmé al llegar al cruce de la avenida politécnico nacional y ticomán, pues mi familia se encontraba dentro de dicha zona; debido a que existía un gasoducto que pasaba precisamente por la avenida ticomán, misma que pudiera explotar. Dejé el carro y corrí a la casa, en la televisión continuaban emitiendo imágenes e informando de la situación. No fue necesario evacuar.

Tristemente unos días después, los diferentes medios de comunicación daban grandes cifras de muertos, heridos y desamparados. No faltaron las revistas amarillistas; que mostraban fotografías de cadáveres de personas y animales calcinados, cargadas de un morbo inconcebible.

La corrupción se cobraba una vez más a costa del sufrimiento de los más desprotegidos. ¿Las compañías de gas no deberían estar ahí?, o bien, ¿Porque se permitían asentamientos humanos en estos lugares?

Sunday, December 25, 2005

¿Un Milagro?

El diagnóstico era fatalista, en cualquier momento pudiera presentarse una septicemia (Contaminación total de su organismo), debido a lo avanzado de la infección que presentaba derivado de los brotes de varicela.

Muchas veces a los sucesos que no entendemos por alguna razón, les damos la connotación de milagros, casualidades, coincidencias o simplemente “fue algo fuera de lo común”, algunas ocasiones, resulta que el manifestar la fé, pudiera tener un tinte de inculto o poco enterado, más aún de fanático.

Es por eso que digo “cada quien”. Resulta, que después de platicar con mi esposa; sobre que sería mejor para nuestro hijo, ella salió del hospital, caminó por la avenida Politécnico Nacional sin tener un destino determinado, se encontró frente al templo de San Judas Tadeo, entró, se dirigió al cristo y luego a la imagen de San Judas, decidió “poner en sus manos” a nuestro hijo.- Si tu quieres señor, si es lo mejor para él ¡yo te lo entrego!, no quiero ser egoísta, tú sabes lo mucho que sufre. Al ir hacia la salida del templo encontró un vaso desechable; sin pensarlo, depositó en él agua bendita y regresó al hospital, ocultó el vaso y llegó al niño para darle a beber. Todo esto explicado por mi esposa posteriormente, ya que sabía que lo que había hecho estaba fuera de toda norma. Al día siguiente, todos los involucrados en el caso fuimos sorprendidos, mi hijo habló.- Quiero sopa.- Se consultó al médico en turno.- Denle lo que pida, lo más probable es que sea su ultima comida.- Comió muy bien y no únicamente sopa. Dado el estado en que su aparato digestivo se encontraba, no se concebía que lograra digerir los alimentos. Gradualmente comenzó una rápida recuperación. A unos días, dada su evidente mejora, fue programado para ingresar al quirófano con la finalidad de hacerle unos injertos de piel. Me propuse como donador, pero no fui aceptado, me explicó el doctor que no podían correr el riesgo de algún rechazó, tomaron piel de sus piernas y la colocaron en pecho y brazos, a unos días la noticia fue excelente.- Los implantes daban resultado, el 80% habían sido aceptados por su organismo.

La noticia comenzó a correr entre médicos, enfermeras y personal en general del hospital, luego salió hacia la guardería. El doctor Eguiza ya no se refería a mi hijo como, el “niño” sino, “al milagrito”, aceptaba que lo sucedido era algo fuera del alcance de la ciencia.- “Este niño viene para algo muy especial”.- fue el comentario de él y de otras personas enteradas. Poco más tarde nos enterábamos; que aparentemente el doctor Eguiza cambiaba su posición, respecto a la religión católica.

Increíblemente, en aproximadamente un mes; el niño comenzaba a hablar y nuevamente a aprender a caminar. Lo dieron de alta, no cabíamos de felicidad, al salir nos hicieron diferentes recomendaciones, debería continuar con terapias fisiológicas y psicológicas, también nos recomendaron comprarle una malla para evitar la cicatriz queloide. (gruesa, abultada). La terapia incluía estiramientos de los brazos, ya que los mantenía semi doblados a la altura de los codos. Mi esposa y yo Simulábamos jugar; levantándolo, tomándole uno de cada mano para levantarlo, él contento por el “juego” soportaba unos instantes, luego el dolor lo vencía. Compramos la malla que nos recomendaron, al ver que le provocaba le abriera la piel en algunas partes y observar un cambio total en su ánimo, decidimos retirarla.

Regresó a la guardería, el personal administrativo recibió instrucciones para que se erradicara todo tipo de ropa color blanco, debido a que mi hijo se había traumado durante el tiempo en el hospital, relacionando el color blanco con dolor y agresión

El niño volvía a la normalidad, su buen apetito regresó y con el la fama bien ganada, ya era el niño que guiaba a sus compañeritos para encontrar la caja de galletas y disfrutarlas, entre una serie de “travesuras” propias de su edad. En ese tiempo nunca imaginaríamos las grandes sorpresas y satisfacciones que mi hijo nos daría más tarde.

Ya me había reincorporado a mi trabajo, mi esposa lo hizo aproximadamente un mes después que yo. Efectivamente, existía un atraso importante; muchos compañeros se inconformaban porque el préstamo solicitado no llegaba. El Lic. Fernando Ortiz, quien era el coordinador administrativo me llamó a su oficina, una vez que planteo el problema, quedando claro que mi jefe Alejandro era responsable del citado atraso, me preguntó- ¿Que tiempo te llevará dar respuesta a la demanda? .- Espero darle solución en unos ocho días, necesito revisar todos los casos y en su caso completar la documentación necesaria.- No fueron necesarios los ocho días, antes pude dar respuesta y me presenté a informar al Lic. Fernando Ortiz.- Licenciado, ya se solucionaron todos los casos que estaban pendientes.- Muy bien, que vengan Vicente y Alejandro, le instruyó a su secretaria.- Las palabras textuales no las recuerdo, seguramente por la emoción que me causó la noticia, pero lo sustantivo fue.- A partir de hoy, Héctor Pérez pasa a ser jefe de la oficina, ocupando el lugar de Alejandro, a quien después se le encomendará alguna actividad. Debo decir, que Alejandro ya no duró mucho tiempo en el trabajo. No niego que dado el comportamiento que siempre Alejandro había mostrado, incluyendo su comentario desatinado respecto a mi estancia en el hospital, sentí que se hacía justicia.

Todo parecía regresar a la normalidad, desde luego la nueva posición me permitía mayor control en la “guerra interna”; que continuaba, aún quedaba una persona pendiente de recibir “la justicia”, se trataba de Vicente, que seguía como jefe del departamento.

Buscando una solución para “borrar” las cicatrices en el cuerpo de nuestro hijo, nos dijeron que era posible mediante una serie de operaciones, mismas que no era conveniente se realizaran en ese tiempo, siendo el principal riesgo someterlo a la anestesia total en diferentes ocasiones, además de continuar en el ambiente de hospitales que pudiera generar o incrementar las secuelas psicológicas. Decidimos no someterlo a dichas operaciones.

Algunas personas nos sugerían que ayudaría el que nuestro hijo tuviera un hermano, Héctor también lo pedía. La decisión, dada la experiencia reciente, no era fácil, pero la tomamos ¡tendríamos otro hijo!

Nuestra relación de pareja salió fortalecida, jamás nos culpamos del incidente y siempre nos mantuvimos unidos por ese gran amor filial en común. Fuimos logrando la recuperación emocional; manteniendo una permanente comunicación.

Saturday, December 24, 2005

Felíz Navidad y Prospero 2006

Para todos mis familiares y amigos, les deseo lo mejor hoy y siempre
buscando siempre el secreto para tener con frecuencia esos momentos de felicidad y plenitud.

Prosperando en lo espiritual y material, luchando por ser más productivos en todos los aspectos.
Son mis deseos para todos y todas.
Quiero aprovechar este espacio, para saludar de manera especial a ustedes, si a ustedes amables lectores que me motivan cada día a continuar escribiendo, particularmente a :
Héctor Manuel mi hijo, Tía Catalina Pérez Aguirre, Primo Jaime, Lalo( Amigo de Héctor y de la Fam.) Isaac (Amigo de Héctor y de la Fam.) Beto Arroyo, (Amigo de la fam.) etc. , si le sigo no termino así que si no los señalé no se sientan, felicidades a todos.
Atte.
Héctor Gerardo Pérez Gtz.

La Página Más Triste de Mi Vida

Por el mes de abril de 1983, recibimos la visita de unos primos, por parte de mis tíos Trino y Socorro, hermanos de mi mamá. Llegaron acompañados de Blanca Estela, mi hermana: José Asunción (Chon), Tomás, Agustín y Ramiro. Los llevamos a conocer el mercado de la colonia San Felipe y luego a visitar la casa de Margarita mí hermana, al regreso pasamos al jardín del “Quijote de la Mancha”, a un costado de la Villa de Guadalupe; donde nos sacamos algunas fotos para el recuerdo, por la noche brindamos jugamos y desde luego, nos desvelamos.

Al día siguiente, serían la 11:00 am. Estábamos reunidos desayunando. Blanca Estela, acomedida fue a la cocineta por el agua para el café, los espacios en el departamento realmente eran muy pequeños, al atravesar la sala, la jarra, supuestamente térmica, se estrelló y su primera reacción fue aventarla a un lado, atrás de un sillón individual, bañando con el agua hirviendo a mi hijo, que se encontraba jugando en ese lugar. Los gritos de alarma de los presentes y el llanto de mi hijo llenaron los espacios, mi esposa le quitaba el suéter azul empapado aún humeante y al hacerlo también le quitó la camiseta que venía adherida con la piel de mi hijo.

Mi primo “Chon” llevaba un carro convertible, me dio las llaves y nos dirigimos al hospital 1º. De Octubre, eran momentos de total desconcierto y desesperación, mi hijo se contorsionaba intentando esconderse debajo de asiento, mi esposa lo trataba de controlar, yo conducía lo más rápido posible. Llegamos a urgencias, nos decían que esperáramos, no hicimos caso, mi esposa cargando al niño se metió a una de la las salas, de inmediato lo revisó un médico.- Señora, su hijo tendrá que ser hospitalizado, por lo menos unas cuatro semanas.- ¿¡Que!? ¿Porque tanto tiempo?- Aún no comprendíamos ni sabíamos de la gravedad del caso.- Las quemaduras que presenta son de 1º y 2º grado, pero el porcentaje afectado es muy grande, el niño realmente está muy grave.- Mi esposa comenzó a llorar y un temblor se apoderó de todo su cuerpo, le dieron una serie de pastillas (calmantes), pero el efecto tardó, el niño fue internado.

A partir de esa hora comenzaría un camino muy difícil. Sentía una fuerte opresión en el pecho y un nudo en la garganta, quería pensar que era sólo una pesadilla pero la realidad me hacía regresar. Increíblemente todo cambiaba repentinamente. Sentía la obligación de ser fuerte. ¡No!, claro, no debería llorar, tenía que mostrarme como todo un “hombre”, según me habían dicho desde niño “los hombres no lloran”.

Regresamos a la casa moralmente deshechos, explicamos a nuestras visitas lo que el médico nos había dicho. Todos tenían que regresar a su lugar de origen.

Avisamos en el trabajo, respectivamente nuestros jefes nos dieron permiso de faltar, lo que hasta el día de hoy, vivimos profundamente agradecidos.

No nos despegaríamos de él, durante las 24 horas uno u otro; y ocasionalmente ambos, estábamos presentes a su lado. En una libreta, anotábamos las indicaciones del médico: los medicamentos, dosis, horarios, control de líquidos, todo, estrictamente todo. Cuando la enfermera en turno se acercaba a suministrarle algún medicamento, de inmediato lo verificábamos, siendo necesario corregir algunas veces. Nuestra presencia llegaba a incomodar, pero era lo que menos nos importaba.

En mi desesperación, buscaba angustiado otra opción para que lo atendieran, quería escuchar que me aseguraran que mi hijo viviría. Hablé con diferentes médicos especialistas, luego de mencionar las condiciones en que se encontraba, las respuestas eran similares.- No, no puedo asegurarle nada, le recomiendo que mejor lo sigan atendiendo en donde está, el sacarlo, aunque se haga en ambulancia: pudiera ocasionarle un mayor problema, tal vez no resista- No puedo describir la impotencia que sentía, no podía hacer nada, sólo confiar en los limitados recursos humanos y pedirle mucho a Dios.

El doctor Eguisa, era el jefe de pediatría, cotidianamente y de manera amable; me hacía favor de informar, sin tecnicismos, el proceso de recuperación de nuestro hijo.

Las curaciones, ¡que ingratos momentos!, aún a 21 años del suceso, provocan al recordar que mis ojos se llenen de lágrimas. Después de varias horas remojándose en una tina con agua corriente, llegaba la enfermera.- ¿Haber a cual le toca primero?- Tristemente eran varios casos, que por un descuido, un muy lamentable descuido, estaban en esa sección, Iban siendo extraídos de la tina, de acuerdo con el orden en que habían entrado a remojarse, lo que se hacía dos veces al día.- Haber señor (a), ayúdeme a detener a su hijo para que lo pueda curar.- Se trataba de sujetar al niño para que no se moviera mientras la enfermera limpiaba las heridas y retiraba la secreción hasta sangrar.- Está acción, el ver a tú hijo sufrir a tal grado, consciente que no podían ni debían anestesiar, dado el riesgo que representaba, escuchar las suplicas de tu niño, rechinando los dientes, porque el llanto ya no existía.- “¡Ya Paty o Favor, ya o favor¡”, era su vocecita, mientras nos miraba con desesperación rechinando los dientes.

Había una enfermera, Esperanza, no deberían tener en los hospitales gente como ésta, una ocasión; mientras curaba a mi hijo quien se quejaba por el dolor, se le ocurrió decir.- No le haga caso los niños son muy chantajistas- Mi esposa que estaba presente, le contestó, ojalá nunca pase por una situación como ésta.-

Le pedíamos a Dios, a todos sus santos que lo mantuviera con vida, ¡no!, no queríamos ni siquiera imaginar que muriera.

Constantemente llegaban a visitarlo, unos por sentir realmente la necesidad de acompañarnos en la situación y algunos seguramente por morbo. Algunas personas colocaban estampas de imágenes de santos, lo que el doctor Eguiza me decía que no era correcto. Poco después nos enteramos, por medio de una enfermera que trabajaba en la guardería donde mi hijo asistía y que además siempre estuvo pendiente del estado en que se encontraba, que el doctor profesaba la religión judía e inclusive era un impedimento para casarse, pues al parecer eran novios.

Las visitas de mi suegro eran diarias, también muy frecuentes las de la señora Evita, quien más tarde sería nuestra comadre.

Un día, Misael, un compañerito y Héctor, después del cotidiano proceso de remojarlos, esperaban su turno para la curación, me había tocado cuidarlos y Misael me pedía que le comprara unos cacahuates, el proceso en su recuperación iba muy bien, esperaba impaciente a su papá que le llevaría un carrito, tenía 3 años de edad. Llegó mi esposa, para relevarme y que aprovechara para salir a comer algo, ella se quedó para ayudar en la curación. La enfermara se dirigió a mi hijo para iniciar la curación, pero intervino la mamá de Misael,- Mi hijo entró antes, le toca que lo curen primero.- Está bien dijo mi esposa.

El horror que a continuación trataré de describir, me lo comentó mi esposa, quien presenció todo. La enfermera de nombre Félix, comenzó el proceso acostumbrado, al aplicar el medicamento (benzal líquido e isodine), la piel se amorató, el niño parecía asfixiarse.- ¿Es el medicamento de siempre?- Preguntaban mi esposa y la mamá del niño.- Sí, claro decía la enfermera, al tiempo que les pedía salieran de la sala y llamaba al médico en turno. Mi esposa encontró la forma de quedarse en el baño, pudo ver como llegaban algunos médicos, que inclusive mientras veían al niño convulsionar, ellos hacían algunas bromas. Al descubrir que mi esposa aún estaba dentro, le pidieron saliera de inmediato, a lo que ella hizo caso omiso. Con urgencia solicitaban tanques de oxigeno, todos corrían… Lamentablemente, el niño había muerto, supuestamente de un paro cardiaco. Sin embargo, nunca lo sabremos ya que aparentemente el benzal debería ser diluido y aparentemente no fue así.

Al salir, en la planta baja saludé al papá de Misael, llevaba un carrito de plástico, pude ver una parte que salía de la bolsa de su chamarra, lo saludé y todavía le dije -Su niño ya está mucho mejor, me estaba pidiendo cacahuates- Nunca hubiera imaginado, que precisamente su hijo acababa de morir, victima, probablemente, de un nefasto error.

Eran personas humildes, les dijeron que deberían acudir al ministerio público para declarar, debido al tipo de accidente, el niño según nos platicaron se había quemado con sebo hirviendo, dado que el papá un día antes había preparado barbacoa en el patio de su casa; y Misael se había caído derramando el contenido del recipiente mientras jugaba con su triciclo. Lo acompañe e induje a denunciar lo acontecido, que solicitara la aclaración del deceso de su hijo, él se encontraba muy triste, desecho. Decidió no solicitar la aclaración.

A partir de este incidente, no dejaríamos a nuestro hijo un instante solo, incrementamos las medidas de seguridad. Nuestras exigencias y demandas provocaron conflicto en el hospital, llegó el momento en que cambiaron prácticamente a todos los empleados del piso. Una noche, mientras velaba el niño comenzó a convulsionar, situación que concierta frecuencia se presentaba, corrí por el pasillo, buscaba a un doctor o alguna enfermera, ¡no encontraba a nadie!, desesperado, conociendo de un cuarto en el que seguido veía que entraban enfermeras, toqué en repetidas ocasiones, poco después salió una enfermera, restregándose los ojos y todavía adormilada- ¿Qué se le ofrece?- Dijo en tono molesto.- ¿Es usted la enfermera en turno?, Contesté con otra pregunta- Sí, somos varias, ¿pero que se le ofrece?.- me dijo nuevamente. -Que atiendan a mi hijo, está convulsionando, ¡Es increíble que en lugar de trabajar vengan a dormir¡- Una vez le dije en donde se encontraba el niño, con pasos largos se adelantó.

-Es normal señor, el niño convulsiona por el descontrol de los electrolitos- Dijo intentando tranquilizarme.- Quiero que lo vea el doctor de guardia- le dije imperativamente.- Sí, yo le llamo.-Me respondió, en un tono de más colaboración.- Luego de unos momentos, después de revisarlo; el doctor dispuso se le hiciera una transfusión de plasma.

Las complicaciones de mi hijo se sumaban, aunque el área en que estaba era supuestamente libre de gérmenes, al poco tiempo se infectó de varicela, las pústulas lo invadieron por todos lados, incluyendo las heridas, situación que vino a complicar aún más su salud; y que decir de las curaciones, teniendo que limpiar con unas tijeras dentadas las heridas.

El niño, continuaba agravándose cada vez más, llegó el día en que no comía nada, sólo era alimentado a través de los sueros, pronto sus venas estaban tan deterioradas, que prácticamente no tenía un solo lugar donde colocar la sonda, le practicaron una veno-disección arriba del tobillo; en el la parte interna.

Por falta de alimento el estómago sufría distensión, presentaba fallas en los aparatos respiratorio y circulatorio, la falta de electrolitos como sodio, potasio y calcio; le provocaban constantes convulsiones.

Por nuestra parte, las noches nos rotábamos a veces ella se iba a descansar un rato, otras lo hacía yo; que cuando lograba dormir, muchas veces los sueños me hacían despertar espantado, veía a mi hijo morir, una y otra vez, eran realmente pesadillas.

Después de unos tres meses, al preguntarle sobre el estado de mi hijo, el doctor Eguiza me decía – El caso es muy delicado, pídale a su Dios, porque nosotros hemos hecho lo que está en nuestras manos, sólo esperamos el deceso, que pude darse de un momento a otro.- La noticia me sacudió, como decirle a mi esposa lo que acababa de escuchar. Aturdido caminé un rato sin dirección, meditando si estábamos siendo egoístas, mi hijo sufría mucho, tal vez si le preguntáramos, él nos diría ¡déjenme en paz!, pero tan sólo era un bebé y además ya no hablaba.

Fui al hospital al relevo de mi esposa, la invité a salir de la habitación y en un área común para los visitantes, cerca de una ventana viendo sin observar hacia la avenida, le decía.-Nuestro hijo está sufriendo mucho, tal vez es mejor que Dios lo recoja, quizá estamos siendo muy egoístas.- ¿¡Te dijo algo el doctor!? –No, como crees, no me ha dicho nada.- Le mentí con toda intención, no quería verla sufrir más de lo que ya sufría.

En un acto desesperado, conciente de las respuestas antes recibidas, marqué un número de un doctor, que me habían dicho que era el mejor.- Una vez que le expuse el caso, agregando, tengo un departamentito, si usted se hace cargo se lo doy, su respuesta fue muy dura, pero ahora pienso realista.- La vida no se compra, por las condiciones que me dice su hijo se encuentra, es preferible no moverlo.

En este tiempo mi imagen cambiaba considerablemente, a pesar de que siempre había sido de complexión delgada, pesaba 7 u 8 kilos menos, la barba desarreglada y crecida. En mi esposa también era evidente la desmejora. Realmente en ese tiempo nunca nos importó, esto lo analizamos mucho después.

Alejandro, mi jefe inmediato torpemente se había encargado de correr el rumor en las oficinas, que seguramente no era para tanto, que lo más probable era que estábamos aprovechando el que nos hubieran dado permiso para faltar a nuestras labores. Claro, el no había ido al hospital, sin embargo, muchos otros compañeros si lo había hecho y un compañero indignado me comentó lo que Alejandro mencionaba. Una ocasión se presentó en el hospital, supuse que para corroborar su apreciación. Alejandro una vez que vio al niño, quien mostraba sus impactantes heridas, estuvo a punto de desmayarse, salió rápidamente del lugar con el rostro desencajado. No obstante, sus intrigas ya habían hecho impacto, así que me llamaron para que me presentara a trabajar. Resulta que una de las actividades que me correspondía se había atrasado, provocando una serie de disgustos y problemas entre el personal, precisamente se trataba; de los tramites de prestamos a corto y mediano plazos ante el ISSSTE.

Les aseguro, si tuviera un enemigo y lo considerara el peor de los enemigos, no le desearía una situación como la que antes les he participado.

Tuesday, December 20, 2005

El Primer Año De Matrimonio

Continuamos trabajando, a ella la cambiaron de área y en consecuencia de horario, siendo prácticamente el que yo tenía. Sin embargo, casi nunca salíamos a la misma hora.

Por lo regular me quedaba a dar el extra, algunos de mis compañeros pedían mi apoyo y con gusto e interés les ayudaba; principalmente en actividades nuevas para mí.

Un día de febrero de 1982, Luy acudió a mi oficina para decirme que le dolía el estómago, saliendo del trabajo fuimos a visitar a un médico, pues sí, a una clínica particular, no teníamos mucha confianza para acudir al servicio del ISSSTE.

El médico, después de consultarla.- Tengo que hacerle el tacto, es muy probable que se trate de un embarazo.- Doctor, ¿no seria mejor hacerle un ultrasonido?.- De cualquier forma debo hacerle el tacto.- Ante su determinación, me pareció ver en el doctor a un tipo lujurioso y con intenciones morbosas.- Hágale el tacto a la más vieja de su casa.

Salimos de la clínica, iba bastante molesto por el incidente y emocionado por la posibilidad. Si bien, en principio habíamos comentado esperaríamos un tiempo para el primer embarazo, para nada era motivo de preocupación que el plan no se cumpliera al pie de la letra.

Luego de los exámenes de embarazo correspondientes, sin incluir el tacto, ya que sin tener conocimientos de medicina, intuía que esta acción pudiera provocar en su caso un aborto. El resultado fue positivo, la noticia nos provocó mucha alegría, tendríamos a nuestro primer hijo. Luego de la explosión.- ¿Qué no te estabas cuidando?, le pregunté a mi esposa.- Pues no, yo pensé que tú me ibas a cuidar.- Su respuesta me provocó ternura, la abracé y regresamos felices a nuestra casa.


Mi esposa e hijo deberían ser atendidos de la mejor manera, acudimos a un hospital lejos de nuestra colonia, ubicado por las “fuentes de petróleos”, el trato era muy bueno, mensualmente íbamos a la consulta, el proceso era normal, después de los tres primeros meses de malestares; todo estaba bien.

Administrando ambos ingresos, pronto logramos amueblar el departamento. Luy bordaba en sus ratos libres las tradicionales chambritas y los pañales de tela de algodón, si claro, de varios colores, azul si es niño, rosa si es niña y dado que no sabíamos que sexo tendría; algunos neutros.

Recuerdo un vez que viajábamos en el pasillo de un camión urbano, debido a que iba completamente lleno. De pronto, mire como un chorro de un liquido café viscoso, de unas dos pulgadas y a presión; bañaba la espalda de la señora que se encontraba sentada frente a mi. Luy iba a mi lado, e instintivamente la jalé del hombro diciendo.- ¡A un lado, no te vayan a ensuciar!, percatándome en ese momento que ella era la emisora de tan repugnante vomito. Una señora de edad madura un poco “encopetada” (creída), que se encontraba a la derecha de mi esposa; también salió afectada con una muestra.- ¡Vieja cochina¡.- dijo muy molesta, por su parte, la que recibió la mayor cantidad en su espalda dijo comprensivamente.- No se preocupe, son cosas que pasan.- La señora, evidentemente se encontraba en el mismo estado.

-¡Vamos a bajarnos¡ - le dije, mientras miraba por la ventanilla, simulando haber llegado a nuestro destino.- No, ya se me pasó.- me contestó muy tranquila.- La tomé de la mano y le insistí .- Vamos a bajarnos. Finalmente bajamos del transporte para esperar el siguiente.

Mi esposa era una persona físicamente bien formada, pero también muy delgada, los primeros meses no presentaba mayores cambios, como al quinto mes de embarazo comenzó a crecerle el vientre de forma acelerada.

Tocaba ir a la consulta mensual, corría el séptimo mes de embarazo, llegamos al metro “indios verdes”, al estar en la fila para acceder a los andenes, un tipo acelerado se metió en la fila delante de mi esposa.- Tranquilo “maestro” todos vamos a pasar- le dije un tanto molesto por su acción.- ¡Maestro!, en donde me viste la cuchara, hijo de…- contestó, agregando un repertorio florido, proyectando su limitada educación.

-Ya te dije que tranquilo, ahorita no puedo atenderte, llevamos prisa.- Vamos a salirnos- me invitaba a darnos unos golpes.- Lo ignoré por unos instantes, pero era muy insistente, caminaba atrás de nosotros, me continuaba ofendiendo y luego hizo una especie de “cata”, tratando de intimidarme con movimientos de karate, diciendo- No le pego a un ciego.- Mira no estoy ciego, te voy a hacer el gusto, pero será rápido; porque aquí nos pueden ver los policías y nos aprenden.- Le entregue a mi esposa el reloj y los lentes, le dije no te preocupes espérame un momento, se quedó a la mitad de la escalera para llegar al anden. Bajé los escalones, él hacía unos movimientos karateriles, supongo de calentamiento, pero no había tiempo y me lance de inmediato, luego de unos cuantos golpes en la cara y unas cuantas patadas; concluyó como lo preví. Alcancé a ver como un policía saltaba el reguilete del control de entrada, pronto subí los escalones de la escalera, abracé a mi esposa y me coloque los lentes, él “afectado” pasó corriendo a mi lado huyendo del policía, no pudo escapar, ingenuamente se fue al final del anden y ahí lo “pescaron”, fue sujetado por el cinturón desde la parte trasera y con una mano volteada a la espalda, forzándolo a caminar con el pantalón metido literalmente en sus glúteos, abría desmesuradamente los ojos , no se si buscándome para acusarme o por la acción del pantalón. Continuamos nuestro camino.

Dadas las diferentes formas de vida, las maneras de pensar entre mi esposa y yo muchas veces deferían en fondo y forma. Me propuse a darnos un tiempo todos los días para platicar, los temas de fondo eran los más relevantes, así que esta práctica la llevamos a cabo de forma intensa a partir de entonces y durante unos diez años, lo cual nos ayudó mucho para comprendernos. Gradualmente, la intensidad disminuyó pero nunca hemos dejado de comunicarnos. Debo confesar, que muchas veces después de un problema pretendía no dirigirle la palabra, el orgullo mal fundado no me dejaba. Sin embargo, reconozco en ella una gran nobleza y humildad, siempre buscaba la manera de retomar.

Cuando los problemas atacan, casi siempre es preferible esperar a estar más tranquilos y contra atacar a cada problema por separado, pero nunca dejarlo pasar, dando por hecho que una reconciliación sexual es la solución.

El primer momento desagradable se presentó, era un 21 de febrero de 1982, ella como de costumbre salía antes que yo de la oficina, al llegar a la casa toqué la puerta y no hubo respuesta, por esos días Luy ya me había comentado que se no andaba sintiendo muy bien, me alarmé y metí la llave para abrir la puerta, alguien prendió la luz y -Estas son las mañanitas que cantaba el rey…-El tocadiscos acompañado por algunas amistades cantaban las “mañanitas Luy fue hacia mí .- ¿Qué estás loca o que? Le pregunté molesto. Hizo un “puchero”(mueca de llanto), - Es que es tu cumpleaños- Discúlpame, es que no me acordaba, la abracé y la consolaba mientras veía los arreglos, globos de colores, letreros de “felicidades”, un pastel en la mesa, que después me dijo ella había horneado. Me sentí muy mal por haber reaccionado de esa forma. Ya a solas, le comenté que no estaba acostumbrado, habían pasado muchos años en que no festejaba, prácticamente era la primera vez, le expliqué que me había preocupado porque al tocar la puerta no había abierto, en fin, ya la había herido.

Era el octavo mes del embarazo, Tony mi amigo que para entonces era coordinador regional de un proyecto denominado PIDER, radicaba en la ciudad de Guadalajara nos invitó a su casa, era arriesgado por el viaje; pero decidimos visitarlo, viajaríamos en avión.
-¡Que barbaridad, no vamos a llegar a tiempo al aeropuerto, ya es tardísimo¡ -sí, nos quedamos dormidos, llegamos tarde y perdimos el vuelo, aceptamos en anotarnos en lista de espera y sí que esperamos. Como a las cinco de la tarde, unas 9 horas después nos subimos al avión. Mi esposa iba con los pies muy inflamados, parecían garrapatas recién comidas. Arribamos a Guadalajara, teníamos la dirección de la oficina de Tony, el acuerdo era vernos ahí y él nos llevaría posteriormente a su casa.

Al llegar, una señorita nos recibió muy amablemente, comentando que su jefe le había dado instrucciones de que nos proporcionara el domicilio de su casa y una camioneta.

Cerca de las 8:00 pm. Llegamos a nuestro destino, los saludos, el comentario penoso del retraso y nos invitó a comer las famosas tortas ahogadas, cerca del “teatro degollado”, más de cortesía que por apetito aceptamos la invitación, realmente estábamos cansados y mi esposa más que caminar; parecía rodar con un par de llantitas de las redondas.

Necesitábamos conseguir a una muchacha, que apoyara en las actividades del hogar durante la convalecencia de Luy, razón por la que después de la visita, decimos ir a la ciudad de Jalostotitlán, Jalisco, ahí vivía mi hermana Lupita, mi cuñado administraba un hotel de su papá, era probable que conocieran a alguna persona interesada en trabajar.

Ya en casa de mi hermana -Tenemos una tía, que tú no conoces, está muy “necesitada”, (pobre) ella tiene una hija, a lo mejor acepta irse con ustedes- ¡Estaría muy bien!, si puedes llevarnos hoy mismo platicamos con mi tía.

Por la tarde noche, cruzamos un río con un caudal a las rodillas, subimos un cerro y llegamos a la casa de la tía, en ese momento no se encontraba, saludamos a mi tío político y a otras niñas hermanas de “Chayo” (Rosario) la mayor. Esperamos, mientras el tío me mostraba unas hortalizas que cultivaba en el patio trasero, un terreno atrás de los cuartos de su casa.

Llegó la esperada tía, portaba un mandil tradicional, vinieron las presentaciones de rigor y los comentarios alusivos a la familia. – Tía, ¿no le da miedo atravesar el río a esta hora?- pregunté curiosamente.- No, “mijo”, que me puede pasar, pero si a alguno se le ocurre aquí traigo con que responder.- me contestó, mientras sacaba una pistola 38 especial que traía abajo del mandil.- No, pues así sí.- le contesté convencido.

Regresamos a casa, Luy, “Chayo” y yo. Chayo, una muchacha alta, delgada, rubia ojos azules, sería la “secretaria” particular de mi esposa, aunque su posición en la casa nunca fue vista; al menos por ella de esta manera, sintiendo en principio que era mí prima. Resulta que era flojita, no ayudaba gran cosa, le gustaba recostarse en el sofá y leer revistas de moda o bien salir de paseo, cuando mis cuñadas y cuñado mayor, hermanos de mi esposa la invitaban, lo que se dio durante su estancia con cierta frecuencia

¡Que feo!, alguna vez viajábamos en el metro, mi esposa y Chayo iban sentadas, yo de pie frente a “Chayo”, de pronto, observé un animalito que caminaba alegremente en la cabeza de “Chayo”, puse atención, ¡no!, no podía ser ¡era un piojo! que se paseaba por el caminito que en el cabello se formaba. Al llegar a la casa le comenté a Luy mi descubrimiento, armamos un plan, yo me saldría de la casa con algún pretexto, mientras ella veía la forma de desparasitarla, para que no se apenara conmigo; me dirían que se habían hecho un tratamiento de mayonesa para el cabello. Así fue, sólo que el tratamiento aplicado a Chayo fue de un poderoso insecticida (DDT), además sin diluir, lo que le causó quemaduras en el cuero cabelludo, claro que a los parásitos les cambio la suerte.

Luy, a pesar de su embarazo avanzado, continuaba asistiendo a la oficina, con la intención de que una vez diera a luz pudiera estar mayor tiempo con el bebé

Un domingo 26 de septiembre de 1982, llegó el tan esperado momento, el proceso iba muy rápido, supusimos que no llegaríamos al hospital en el que venía siendo atendida, el más cercano era el “1º. De octubre” perteneciente al ISSSTE. Llegamos aproximadamente a las 11:00pm. La internaron y todavía pude ver que la habían puesto a caminar un rato, acompañada de otras mujeres en similar condición. Me quedé en el pasillo a esperar la noticia, me encontraba muy nervioso, emocionado, preocupado, contento y angustiado, todo junto.


Tuve que esperar a que amaneciera, no había personal administrativo para que me diera información, alrededor de la 7:00am. – Sí, la señora dio a luz hoy a las 4:19 am., fue niño y ambos están bien- Me pareció poco emotivo el tono en que lo dijo, seguramente yo esperaba que brincara de gusto, pero era comprensible, al fin y al cabo no eran su hijo y esposa.

Hablé por teléfono a la oficina para avisar, fui a la florería más cercana y compre unas flores. Regresé a la hora de visita, felicité e mi esposa y en un momento entró una enfermera con mi hijo, le tocaba de comer. Obviamente, quienes son padres, comprenden esos gratos momentos, a los que no lo son, simplemente les digo ¡es muy bonito!.

Al día siguiente la dieron de alta. Llegamos a nuestra casa, mi esposa mi hijo y yo, nadie más se presentó, ahí Chayo nos “apoyaría”. Continué asistiendo normal a mi trabajo, con frecuencia mi esposa me comentaba; sobre lo poco o nada acomedida de mi prima. Sin embargo, el compromiso con mis tíos era regresarla una vez cumpliera con el propósito. Alguna ocasión, mi esposa llamó a Chayo, no hubo respuesta; por lo que luego literalmente gritaba desde la recámara, Chayooo, Chayooo, y no había respuesta.
Mi esposa salió de la recámara, suponiendo que no se encontraba y cual fue su disgusto al verla cómodamente acostada en el sofá leyendo una revista.- ¿No oyes que te estoy hablando?.- No, no te escuché.- No, desde luego que la distancia no era problema para que la escuchara, se trataba de unos 6 metros de distancia, aunque la puerta de la recámara estaba cerrada, obviamente los gritos de Luy bajo esas condiciones debieron ser escuchados hasta el departamento de la parte superior del edificio.

Afortunadamente, el que mi esposa esperara hasta el último momento para tomar los 90 días; que por concepto de gravidez, por ley le correspondían, nos permitieron decidir en unas semanas regresar a mi prima a su casa, por lo que Luy se incorporó a las diferentes actividades del hogar. Uno de esos días subió a la azotea para lavar y que se encuentra con un montón de su ropa interior abajo del lavadero, claro ya no servía, era el último de los recuerdos de la prima Chayo.

Previamente habíamos platicado sobre la posibilidad de mandar al niño a una guardería, analizamos ventajas y desventajas, con base en comentarios de padres experimentados.

Mi esposa se encargó de realizar los trámites y a la edad de 4 meses el bebé, Héctor Manuel Pérez Urbina, ingresaba a la guardería del ISSSTE., ubicada precisamente atrás del hospital donde naciera.

Gemma y Fernando, una pareja de mediana edad en ese entonces; fueron los padrinos de bautizó, hicimos amistad debido a que Fernando se encargaba de cobrar las mensualidades del pago del departamento, unas personas amables y educadas. El evento se llevó a cabo en la basílica de Guadalupe de la “villa”. Desafortunadamente poco a poco nos distanciamos, al parecer pesaron las diferencias económicas, no podría asegurarlo, lo que sí es que la última vez que nos visitaron fue el día en que Héctor cumplió sus 3 primeros años. Por nuestra parte, en diferentes ocasiones acudimos a su casa, sin embargo llegó el momento en que no nos sentíamos cómodos y dejamos de hacerlo.

Ese tiempo fue muy bonito, nuestro hijo crecía sin mayores problemas, mi esposa y yo trabajando, todo parecía sonreír. Ya con un poco más de confianza, me atrevía a hacerle algunas bromas a la entonces tímida y vergonzosa esposa. Una vez, viajando en el metro, comencé a hacer disimuladamente algunos ruidos con la boca, la gente al escuchar, volteaba a su alrededor buscando el origen y llevando una mano hacia la cara para taparse las narices,.- pffrr, prrr..- Ya mi amor, no hagas eso.- Me decía Luy en voz baja.- Ya vamos a llegar, aguanta un poco.- le contestaba abrazándola, asegurándome que las personas que se mantenían pendientes (chismosas) escucharan. Sin embargo, al terminar la broma ya nos encontrábamos en medio de un círculo de personas, que hacían los gestos característicos para estos casos.

Otras veces, caminando por la calle, cerraba un ojo, torcía la boca y con una mano en alto, doblada por la muñeca y los dedos tensos, los pies chuecos y cojeando, la acompañaba. Ella insistía en que no lo hiciera, le daba mucha pena, en momentos trataba de fingir que no iba conmigo, yo me acercaba a ella para dejar en claro que íbamos juntos, una vez que me cansaba regresaba todo a la normalidad.

Me parecía interesante, observar la actitud de la gente, pendiente de lo que pasa a su alrededor. El metro era mi lugar preferido.- Y ya te dije que no lo vuelvas a hacer.- de pronto le gritaba.- Ella, se inclinaba por la pena, unas personas la veían con ternura, otras con cierto desprecio y a mí con coraje retenido. Pero la siguiente el caso se revertía.- Si, tú siempre me pegas, ya te dije que no lo vuelvo a hacer.- le decía en tono de sufrimiento.- Ella continuaba agachada, lo que aprovechaba para insistir.- De verás perdóname, por favor, te digo que no lo vuelvo a hacer. Disfrutaba viendo las caras de interrogación que la escena provocaba.

En ese entonces, jamás hubiera imaginado lo que el destino nos deparaba, vendría la historia más triste y difícil de mi vida.

Monday, December 19, 2005

Muchas Gracias

Siempre es buen momento para agradecer, pero hoy es un día muy especial en mi familia.
Se cumplen 24 años de haber iniciado el proyecto más reelevante, el inicio.

Gracias a mi esposa, que la sigo amando como o más que al principio, ¡gracias!
a mis hijos, que han venido a colmar de bendiciones nuestras vidas.

Sólo puedo decir... !MUCHAS GRACIAS¡

Diciembre 19 - 1981- 2005.

Un Fuerte Rompimiento

Desde un principio, Luy estaba de acuerdo en que yo continuara visitando a mi hijo, y así lo hice durante unos meses después de habernos casado. De ninguna manera escondía la argolla, muestra del compromiso matrimonial, al contrario, esperaba que Pilar al notarlo hiciera algún comentario, pero ella se mantenía en su posición y simulaba no verlo.

En más de alguna ocasión, después de que mi hijo se quedaba dormido, ella casualmente vestía un camisón provocativo, yo me limitaba a despedirme, el acuerdo con mi esposa fue muy claro, visitar a mi hijo. La incomodidad que sentía, me llevó a cambiar la decisión que alguna vez tomara, de no decirle nada más acerca de mi relación. Era urgente poner en claro las cosas, por lo que en una de estas visitas le dije.- Este anillo es de matrimonio, me casé con la chica que alguna vez te comenté.

¡No esperaba su reacción!, primero de risa, luego de coraje.- ¡Desde este momento tu has muerto para mí y para mí hijo!, y no lo vuelves a ver nunca.- me gritó llorando.- Pilar, también es mi hijo y estoy dispuesto a darte un pensión alimenticia, si gustas yo mismo la tramito.- No, no quiero nada de ti y si sigues viniendo me voy a cambiar de domicilio o de estado, te lo digo para que ni lo intentes, porque a la primera ocasión que sepa que vienes a buscarlo; te juro que me voy de aquí..- Insistí en realizar el trámite de la pensión alimenticia, argumentando que para mí sería sencillo llevarlo a cabo, pues trabajaba en Recursos Humanos, pero su respuesta fue un contundente no.

Mi temor a perderlo para siempre me limitó, sabía que Pilar tenía los medios para alejarse, además, como antes mencioné, no tenía la intención de arrebatarle al niño a esa mujer, que su error más grande fue quererme demasiado, exceptuando la decisión unilateral de embarazarse.



Me “cobijó” la tristeza, realmente me dolía el no poder convivir con mi hijo, me costaba trabajo aceptar que no se puede tener “todo” en la vida.

Muchas veces busqué la forma de verlo a escondidas, conociendo el recorrido que Pilar hacía para llevar a su trabajo, oculto entre los arbustos esperaba que llegaran a la estación del metro indios verdes, en varias oportunidades pude verlo, pero el dolor se acentuaba al no poder acercarme y darle un abrazo, decirle lo que lo extrañaba y lo quería.

Después de unos días de haber esperado sin éxito en la estación, comprendí que Pilar ya había cumplido con su amenaza, quizá alguna vez pudo verme sin que me diera cuenta, no lo sé.

Compartí la pena con mi esposa, ella me escuchaba y continúa escuchándome, muchos días y noches fueron de nostalgia, como si estuviera de duelo, Luy, el tiempo y una inmejorable noticia me ayudaron a superar la cuesta de esta etapa.

Sunday, December 18, 2005

Un Suceso Inesperado

Unas semanas después, habiendo “digerido el golpe”, que me proporcionara mi pretendida, mi ánimo se reestableció y continué visitando a mis “amistades femeninas”; que por unos días descuidara, ahora con mayor ahínco, administrando los días y las horas; para no quedar mal. No, no por el físico, era realmente muy joven.

Sucedió que una tarde como muchas, pero especial para mí, recibí una llamada telefónica.- ¿Héctor?.- ¿Sí?.- Hola, fíjate que me acaba de hablar mi papá y me dijo que hoy no puede venir por mi, ¿Me podrías llevar por favor a mi casa?.- No tuve mucho tiempo para pensar, la solicitud me sorprendió, y como si no supiera la hora de su salida; tontamente le dije .- Sí, ¿a que hora nos vemos?.- Pues salgo a las 10:00 pm.- Me “corroboró”, amablemente.- Está bien, nos vemos a la salida-.

Llegué como de costumbre unos minutos antes, mientras esperaba dentro del carro, recordé una ocasión que de manera similar e igual razón; yo la llevaría a su casa, y mientras esperaba, decidí hablarle a la oficina de un teléfono público que se encontraba fuera de la Institución, .- Que crees siempre si viene mi papá por mí, de todas formas gracias.- me dijo, lo que intuí no era verdad, por lo que estratégicamente estacioné el carro, para permitirme verla salir y enterarme si mi intuición no fallaba. La mire salir y a unos pasos se encontró con su novio, luego del saludo con el beso incluido, se subieron al carro y se fueron. Confirmé que mi intuición era buena. Decidí no apenarla, pasó mucho tiempo para que ella supiera que la había descubierto en la mentirilla.

Esta vez salió puntual.- ¡Hola!, hay muchas gracias, lo que pasa que me da miedo irme sola.- Sí, es muy peligroso por la hora.- Nos dirigimos a la colonia Pantitlán, ella callada, yo también. Rodeábamos por el “bordo de xochiaca”, atrás del aeropuerto internacional de la ciudad de México, en la radio sonaba una canción que decía “Creí que tu vida era mía y que tú me querías como yo te quiero a ti….- Yo también creí .- “pensé en voz alta”.- Pues ya puedes seguir creyendo, ya terminé con mí novio.- Volteé a verla y le di un beso rápido, para sellar el pacto y a la vez para no perder el control del volante.

Confirmé que además de bonita era inteligente, ella sabía que yo no volvería a pedirle que fuera mi novia, aprovechando hábilmente la oportunidad para retomar el “camino”, ya que de ninguna manera se puede decir, que ella me propuso nada.

A partir de entonces, me dejé de preocupar por ser el “chofer”, manejaba sí, pero en calidad de novio. La distancia de su casa a la mía era considerable, más aún cuando al llegar a la colonia Pantitlán, su mamá le decía te tienes que ir a la casa de Taxqueña, significando un mayor recorrido y una hora adicional, situación que realmente no me molestaba; ya que permitía que estuviéramos más tiempo juntos. No obstante, mi regreso a casa era alrededor de la 1:00 am., retomaba la lectura una o dos horas y después a acostarme.

En la oficina algunas personas no vieron con “buenos ojos” nuestra relación, lo que no me preocupó gran cosa, sin embargo, intentaban que terminara, haciéndole comentarios como “es casado”, “¡pero como si es un ogro!”, etc. etc.

No faltó quienes me pusieran a prueba, como una compañera que me visitó en la oficina mientras me encontraba sólo, se sentó en un escritorio y comenzó por mostrarme las pantorrillas.- ¡Mira como tengo de bellos!, esto me choca.- Bueno, no se te ven mal, hay mujeres que tienen muchos más.- le dije, mostrando tranquilidad, mientras ella en aparente descuido abría un poco las piernas.- ¡Es que mira!, hasta en las piernas tengo.- y sin más, las abrió totalmente dejando poco a la imaginación.- Ya bájate del escritorio, vienen unas personas y pueden pensar mal.- No caí, ¡prueba superada!.

El noviazgo marchaba por buen rumbo, mi trato hacia ella era totalmente distinto, el mirarla y abrazarla era suficiente, algunas veces un beso para complementar, pero nada de arrumacos ni más allá. No, no era necesario, “la miel” estaba en la sinceridad con la que siempre me mostré, no quería darme el lujo de fallar, iba con mucho cuidado.

En la primera oportunidad, le comenté a Pilar (mamá de mi hijo) lo que sucedía, que tenía una novia y pensaba mantener una relación en serio, ella como antes, no le dio aparentemente mayor importancia. Sin embargo, su trato hacía mi cambió de forma muy marcada, dejándome sentir su evidente malestar. Está conducta me llevó a decidir que no le volvería a comentar más, hasta que mi proyecto se cumpliera.

Seis meses después, camino a la casa de mi novia, saqué de la bolsa del saco una cajita con un anillo, tomando el volante con la mano izquierda, le extendí la derecha.- Mira lo que me encontré, es para ti ¿Quieres ser mi esposa?.- Sí, si, se que no fue lo más correcto, pero no pueden negar que fue original.

Su carita se iluminó, bueno eso creo, porque causa de la emoción no puedo asegurar si en ese momento pasamos debajo de alguna lámpara de alumbrado público. Con emoción me dijo que sí. Se hizo el silencio unos instantes y.- ¿Cuando puedo hablar con tus papás, para pedirles que me den una fecha para que vengan mis papás a pedir tu mano?. Acordamos el día, no más distante de una semana.

Sentado en el comedor de la casa de los papás de Luy.- Señora ¿Cómo a que hora viene su esposo?, es que; necesito hablar con ustedes.- Ya no debe de tardar, pero lo que tengas que decir dímelo a mí, es igual.- No, por lo que les voy a decir, es importante que estén los dos, debo darle él lugar al jefe de familia.- Unos minutos más tarde entraba Don Manuel, un hombre de regular estatura, obeso y muy amable.- Una vez que se integró en la mesa.- Bueno, lo que quiero decirles es que Luy y yo hemos pensado en casarnos; y quiero pedirles de favor me indiquen cuando pueden recibir a mis papás para hacer oficial el pedimento de la mano de su hija.- Me indicaron la fecha y continuamos platicando. Recuerdo a Doña Lupe diciendo en forma amenazante.- Una cosa si te digo, que lo que no me guste te lo voy a decir.- Lo que me hizo pensar que quería tomar cierta ventaja, por lo que de inmediato respondí.- Que bueno señora que me hace esta aclaración, porque en mi casa serán bienvenidas todas las sugerencias, pero órdenes de nadie. La relación con mi futura suegra; no parecía iniciar de la mejor manera, sin embargo, con Don la Manuel parecía todo lo contrario.

Era el mes de septiembre de 1981, acudí a la casa de mis papás; para pedirles me hicieran el favor de acompañarme a pedir la mano de mi novia. No existía el mejor clima en cuanto a la relación con mi papá, estaba consciente que podría negarse; ya que en el caso de mi hermana Margarita no aceptó recibir el pedimento, tomando su lugar mi hermano Ignacio.

Planteé el caso a mis papás; y sin mayor problema aceptaron. Saldríamos al día siguiente, haciendo escala en el rancho “La Begonia”, con el propósito de visitar a mi hermano, que por ese entonces ahí trabajaba.

Era un día nublado y frío, pero para mí muy especial, mis papás subían por primera vez a mi carro, significando un gran avance en lo emocional. Mi papá, no sentía mucha seguridad si yo manejaba, por lo que me dijo que él conduciría, lo que de ninguna manera fue un halago, sin embargo, el incidente en ese momento no me pareció de mayor relevancia.

Un alto porcentaje del camino; correspondía a una carretera muy angosta, comenzó a llover, luego granizó, los cristales se empañaron, no, no contaba con defroster, mi papá disminuía considerablemente la velocidad, no había en donde detenerse, él sudaba apretando el volante. Por mi parte, limpiaba el vapor del parabrisas con la mano, prácticamente los tres guardábamos silencio; rompiéndolo sólo para comentar las condiciones del clima.

Finalmente, llegamos al primer destino, mi hermano Ignacio y su esposa nos recibieron muy contentos, platicamos durante la comida y nos despedimos. Ahora con rumbo a la ciudad de México.

Por la noche llegamos a la casa de mi hermana Margarita. Durante la cena.- Yo creo que mañana es cosa de una hora.- dijo mi papá.- agregando,.- No es un asunto muy agradable, el que le pidan a una hija.- Sentí coraje y sentimiento mezclados, pensando “ni siquiera para este caso; tan importante para mí tiene suficiente tiempo”.- Es muy poco una hora, lo más probable es que se requiera de mayor tiempo.- le comenté, intentando que no sonara muy fuerte, ¡que tal y me decía que no iba! .-Pues vamos a lo que vamos, no creo que sea necesario más.- Preferí no decir nada.

Al siguiente día fuimos bien recibidos, pasamos a la sala y mi papá abordó el tema, mis suegros comentaban sobre el caso cuando.- “Prieta ve al mercado por un kilo de bistec, que te acompañe Héctor”.- ¡Era mi suegra, que se dirigía mi novia!, sí desde luego que fue una impertinencia, pero sin remedio; los involucrados salimos de cuadro para ir al mercado. Regresamos lo más pronto posible, con las prisas dejamos el encargo en la carnicería, ella supuso que yo y yo que ella, pero que tontería (oso, dicen los muchachos). Al entrar a la sala y evidenciar nuestro error, si existía alguna tensión se disipó. Los consuegros platicaban amenamente, fuimos invitados a comer y la plática continuaba. Mi papá, con base en sus costumbres; suponía pedir un plazo para regresar por la respuesta y así fijar la fecha del compromiso, razón por la que en la primera oportunidad tomé la palabra.- Nosotros pensamos casarnos en diciembre, precisamente el 19, por lo que la boda por lo civil sería el 12 de diciembre. ¡Es muy pronto!.- comentaron mis suegros.- No mucho, faltan 3 meses.- respondí, antes de que otra “cosa” pasara.

Una vez acordadas las fechas, con una despedida lenta la reunión concluyó. ¡Habían pasado más de tres horas!, salimos contentos y mis papás agradecidos por el trato brindado por la familia de mi novia. Recordé lo dicho por mi papá un día antes, pero no dije nada, no tenía sentido empañar con un comentario el momento.

Les agradecí a mis papás su intervención, regresamos a la casa de mi hermana y de ahí nos despedimos.

Los días pasaban rápidamente, Luy y yo planeábamos la boda, el presupuesto no era muy holgado, más bien debo decir estaba ajustado. Mi suegra, alucinaba con un gran salón y un grupo de violinistas, yo en unas buenas tablas para armar las mesas en el patio de la casa de mi novia. Ante estos planes tan contrastantes, me vi en la necesidad de recordarles a mis suegros; que yo dependía sólo de mi sueldo y no contaba con algún otro apoyo. El manifestarles mi situación me tranquilizó un poco, porque la presión iba creciendo.

Faltaban escasos dos meses para la boda, era preciso que mi prometida conociera a alguien más de la familia, por lo que la invité a la casa de mi hermana.

No era temporada de lluvias, pero ese día llovió en serio, Luy estaba realmente atemorizada al ver que la hora establecida para llegar a su casa se acercaba.- ¡Vamos a hablar a mi casa, mi mamá me va a pegar!.- me decía muy angustiada.- Los teléfonos públicos más próximos no servían, unos sin bocina y otros no daban línea, llegamos a una tienda, ella se comunicó.- Mamá ya vamos para allá, es que cayó una tormenta.- dijo Luy en tono de suplica.- ¿Con quien hijo de la …. Estás? .- Estoy con Héctor, pero te digo que se inundaron las calles…- Dile a ese Cabr…, que ahorita que lleguen vamos a hablar… ¡pásamelo!.- Tomé la bocina.- ¿Donde andan cabr…?.- Mire no soy ningún cabr…, y ya vamos para allá.- Pues ahorita que lleguen vamos a hablar.-claro no se preocupe.- colgué con un amargo sabor en la boca.- Luy me decía, que su mamá era capaz de corrernos de su casa, que por favor; si me decía algo me aguantara, le dije que yo aguantaría, pero también tenía mis limites, por lo que era importante saber que decisión tomaría ella en caso extremo.- Me voy contigo.- me contestó con aplomo.- agregando - Aunque no me gustaría, sería un golpe muy duro para mi papá.

Después de algunas travesías, como el que se metiera el agua al carro, dado que los empaques de las puertas estaban mal, y el nivel del agua rebasó en algunos lugares los 40 centímetros. Llegamos, pasamos a la cocina para saludar, ahí estaba su papá, le dije el problema que se había presentado y él me dijo que estaban preocupados, la señora Lupita (mi suegra), se acercó y me dijo.- Pero una cosa si te digo, no vuelves a salir con mi hija hasta que la saques de la casa de blanco.- (hasta el día de la boda). .- Está bien.- le contesté y terminó la conversación. Que ingenua, pensé, se le olvidaba que trabajábamos en el mismo lugar.

Un buen día, mi suegro me comentó que estaban vendiendo unos departamentitos en la colonia “Residencial Ticomán, que sería bueno lo considerara. Resultó una excelente idea, pues vendí mi V.W. y pagué el enganche del departamento.

Llegó el 12 de diciembre, muy temprano acudimos a la Delegación Ixtacalco, acompañados de sus papás, mi mamá, mi hermana Margarita, su esposo y unos amigos de parte de la familia de mi esposa. Nos casaron, regresamos a casa de mis suegros, brindamos y cada quien para su casa.

Tranquilo, ya más tranquilo, no se había presentado ningún problema, pues dado mi turbulento pasado, llegué a preocuparme por si se presentaba alguna persona a reclamar.

Un día antes de la boda por la iglesia, fui al rastro a conseguir la carne, pues el menú consideraba barbacoa de ternera, resultó que mi papá había dejado instrucciones para que me llevara la carne que necesitara sin que tuviera que pagar, agradecí en silencio el regalo. Rente unas tablas en una bodega que se ubicaba frente a la casa de mis suegros, con el apoyo de mi suegro y algún agregado armamos las mesas y un baño provisional.

Aproximadamente a la media noche, mi suegro me sugirió me fuera a descansar un rato, le tomé la palabra y me acosté en el sofá de la sala. Muy de mañana me levanté, fui a mi departamento a ponerme el traje de novio y regresé para cumplir cabalmente mi compromiso.

La misa se llevó a cabo a las 12 am. en la iglesia de la colonia, llegaron algunos de mis familiares, si, mis papás algunos hermanos, unos primos, algunos amigos y compañeros de trabajo y muchos familiares de mi esposa. La fiesta humilde pero emotiva, al grado que mi papá acompañado de un piano nos cantó una canción, para no quedarme atrás también me atreví. La barbacoa no había quedado muy bien que digamos, ¡ Estaba horrible!, a alguien (mi suegro) se le ocurrió utilizar unos tambos (bien lavados) que antes se utilizaran para depositar petróleo y la carne ya pueden imaginar se impregnó de ese sabor, sabiamente comí bastantes frijoles charros.

Serían las 10:00 pm, cuando nos dispusimos a salir de viaje, luego de unos muy emotivos momentos de despedida, (abrazos y lloriqueos) mi cuñado y mi hermana Margarita nos hicieron favor de llevar a la central de autobuses del sur.

No había hecho ninguna reservación, confiado en que contaba con algo de dinero, supuse no tendríamos problema. Pronto me percaté de mi exagerada ingenuidad, para no decir una mala palabra. ¡Era diciembre¡, los hoteles estaban a reventar, con el poco equipaje que llevábamos a cuestas, pero con el sol sobre la nuca, caminamos un buen rato por las calles del no muy popular en ese entonces, Ixtapa Zihuatanejo.
Encontramos un cuarto, no muy bonito, pero al fin, podríamos inclusive descansar y darnos un buen baño.

Que les platico, ustedes saben o se imaginan, estábamos de luna de miel, salíamos a comer y regresábamos pronto, visitamos la playa, tomamos las fotos de rigor, para la posteridad, todo fue muy bonito. Ah, me olvidaba, no compramos boletos de regreso y no había “corridas” suficientes para la ciudad de México, decidimos viajar hacía el municipio de Lázaro Cárdenas, Michoacán, ahí abordaríamos un avión bimotor que nos llevaría a la capital del estado.

Nos hospedamos, el hotel se veía moderno y cómodo, pero al entrar a la habitación, Luy comenzó a decir.- No se porque, pero tengo mucho miedo.- No, no piensen mal, lo demás ya había sucedido.- A sugerencia de ella, revisamos cada rincón de la habitación, lo único que llamaba de alguna forma la atención, era un domo roto en el baño.

Ella entró en verdadero pánico; yo también sentía algo muy raro, la presencia de algo o alguien, se me erizaban los bellos de los brazos y me recorría un escalofrío en todo el cuerpo, ella me abrazaba espantada diciendo – No me dejes, no me dejes por favor.- la abracé y le dije.- No te preocupes, si es alguna energía, nosotros también contamos con energía y no podrá hacernos ningún daño.

Unas horas más tarde, con el sabor a desvelados nos dirigimos al pequeño aeropuerto, el vuelo sería de 45 minutos, unas fotos del recuerdo y allá vamos.

Al aterrizar el avión dio unas fuertes sacudidas, a través de la ventanilla pudimos ver la humareda, no sabíamos que pasaba, pero sí, que algo no era normal. – Continúen con los cinturones puestos, tenemos un pequeño problema, en un momento aterrizaremos.- se escucho decir a la azafata, unos instantes y el avión se detuvo, al bajar, nos dimos cuenta que una de las dos ruedas delanteras estaba deshecha, afortunadamente el problema no fue mayor.

Nos dirigimos a la casa de mis papás, pasaríamos con mi familia la navidad y año nuevo. Para llegar al rancho, era necesario hacer escala en el pueblo de Santa Cruz de Juventino Rosas, lugar que hacía tiempo no visitaba.

En el jardín del lugar, los carros de sitio esperaban pasajeros, abordamos el carro en turno y se acercó el chofer, antes de que se sentara al volante lo pude reconocer, y que ¡sorpresa!, se trataba del “viejito”, aquel señor con el que alguna vez tuviera un problema muy serio. Vestía camisa mal fajada, no podría traer pistola en la cintura.- Pase, lo que pase no te espantes.- le dije a mi reciente esposa en voz baja.- ¿Porqué, que pasa?.- Me preguntó.- Después te explico- Recordaba, que el día del incidente él traía el arma en la guantera de la camioneta, por lo que no despegué la vista de la guantera del carro, durante el trayecto, él me preguntó que si íbamos a “los establos”, le contesté que sí, luego me dijo que si era hijo de Don “Pepe”, también mi respuesta fue afirmativa, no hubo más, llegamos sin contratiempo a la casa de mis papás, salió mi hermana Alicia a recibirnos pudiendo percatarse de quien era el chofer.- ¿Ya viste quien los trajo?.- preguntó un tanto alarmada, pues en la familia sabían del problema.- Sí, pero no me dijo nada ni yo creí conveniente recordarle.



Pasamos la navidad y el año nuevo, como estaba previsto, llegaron mis suegros y cuñados, mi papá se portó muy amable inclusive los invitó a conocer el rancho, mi mamá no se diga siempre ha sido una excelente anfitriona.

El trabajo nos esperaba, regresamos a la ciudad de México, reanudamos nuestras actividades y a iniciar una vida juntos.

Los muebles eran muy modestos, una cama matrimonial, la estufa, un catre que se hacía pasar como sillón o sofá, algunos trastes de cocina, acomodados en unas cajas de madera (huacales) y nada más.

Sunday, December 11, 2005

Llegó el Amor

¿Recuerdan? Era 12 de diciembre. No, nada tiene que ver con costumbres religiosas, lo relevante para el caso, es que se trataba del día del santo de la mamá de mi amiga, lo que la exigía llegar a su casa a más tardar a la 8:00 pm. Le prometí que estaría en su domicilio a la hora señalada.

Sí, ¿Por qué no? , el Vip´s. El menú es lo de menos. Platicamos tomamos café y continuamos platicando. Le confesé a grandes rasgos mi agitado pasado, particularizando el caso de mi hijo. Ella me comentó sobre su presente. –Tengo dos años con mi novio.- ¿Y como te llevas con él? - pregunta obligada.- Pues últimamente no muy bien, hemos tenido algún distanciamiento.-, “Pude ver una pequeña lucecita”,- Yo tengo tiempo de no tener novia.-, Preparaba terreno, - ¿Ya nos vamos?, no quiero llegar tarde, ¡no conoces como se pone mi mamá cuando se enoja!.- No te preocupes, llegaremos.

La llevé a su casa puntualmente, acordamos continuar platicando y aproveché para ofrecerle llevarla a su casa, cuando su novio no acudiera por ella a la oficina.

En el camino de regreso a mi casa, entusiasmado por su reacción, al saber de mis fracasos, pensaba en la posibilidad de llegar a interesarle al grado de que diera “carpetazo” a su relación de noviazgo.

Hacía años que mis relaciones con mujeres sólo eran de amistad; y bueno honestamente algunas veces un poquito más. Es preciso decir, que por esos tiempos las costumbres diferían de las actuales, generalmente, la connotación de “novio (a)”, era inclinada hacia los sentimientos, un grado más sublime. Sucedía con cierta frecuencia, que tus necesidades fisiológicas sexuales se satisfacían por aparte, no siendo tema dentro de un noviazgo. Otra de mis reglas era no acudir a lugares de prostitución, posiblemente debido a mi primera experiencia; por lo que me era importante invertir tiempo en amigas de moral, un poco o mucho, distraída.

Si bien estaba considerando una nueva excepción en mi proceder, respecto a no mantener una relación dentro del trabajo, sentía que esta vez se justificaba plenamente dadas mis intenciones; además me daba cierta ventaja, que de alguna manera equilibraba con la relación que ella mantenía durante dos años. “Coincidíamos” frecuentemente en el comedor y otras veces en alguna de las oficinas.

Los horarios eran distintos, mi hora de salida por lo regular era a las 6:00 pm, y el de ella hasta las 10:00 pm. por lo que fue necesario ajustar mis tiempos; con la finalidad de estar pendiente, por si se le ofrecía la llevara a su casa, situación que gradualmente se hizo costumbre. “Veía” como la balanza se nivelaba poco a poco, el novio iba perdiendo terreno.

Conforme avanzaba nuestra amistad y confianza, el conocimiento mutuo no se quedaba lejos, podía ver a una muchachita, inteligente, ingenua, tierna pero no tan dulce, imaginativa; que a veces superaba lo razonablemente creíble; pero inocente, reprimida y hasta espantada por el trato que su mamá le ofrecía.

Por mi parte, nunca intenté colocarme caretas que evitaran mostrarme tal cual era, no me interesaba confundirla; mostrando algo diferente a mí, no quería correr el riesgo de que se emocionara fantaseando sobre supuestos; que al despejarse provocaran reproches y decepciones.

El 5 febrero de 1981 habría fiesta en su casa, resulta que cumplía sus 20 años de edad, fui invitado al igual que algunos compañeros de oficina. Desde luego, no quería pasar desapercibido, compré una tortuga de peluche, que bien pudiera haberle puesto el mensaje, “lento pero seguro”, pero preferí entregarle una carta que dice:

CELOS

¿Quién ahora te estrecha cariñoso?
¿Quién percibe tu aliento de cerca?
Y sientes su corazón latir dichoso
Cuando inspirado la boca él te besa

¿Quién provoca tus deseos
Mientras cuentas las estrellas
Y te llena de caricias
Para que las veas más bellas?

Poco a poco me invade la zozobra
Los celos merodean mi sentimiento
Mezclando la esperanza con tristeza
Intento desahogar esto que siento

Irónico el destino se presenta
¿Qué puedo reclamar a tu conducta?
Sobraría una mirada interrogante
Y yo recordaría mi anterior ruta

Más …en lo profundo de tu mirada inquieta
Se refleja el alma atormentada
Y en tu caricia delicada y suave
Descubrí en ti el deseo de ser amada

Y... preciso es decirte es que no basta
Ver rendido a tusa pies a quien te ama
Cuado jamás podrás corresponderle
Con esa misma fuerza, con el alma

Hoy que se acerca tu gran día
Los tuyos harán presente su cariño
Déjame gozar de esta alegría
Festejando también sentirme tuyo


¡Claro!, se trata de una declaración, pero no fue vista de ésta forma, al menos no se dio por enterada.

La fiesta estaba en su apogeo, servían comida y bebidas, algunos bailaban en el patio y por mi parte, me hacía acompañar de unos amigos de ella, que tocaban la guitarra dentro de la sala. Por la confianza que uno de ellos mostraba con los de la casa, supuse era el novio y le pedí que me acompañara una canción, él amistosamente hizo sus acordes ¡y que me animo!, “Las higueras que están en tu caasa, dannn la sombra muy bonita, cuantos quisieran sombrearse; para verte de cerquita, peero no se me emparejaan, yo ya besé tu boquita… , como pueden deducir la canción se intitula “las higueras” y continúa en ese mismo orden de ideas. Mientras le echaba ganas cantando, miraba de reojo las reacciones del que suponía era el novio, quien se esforzaba para acompañar mi “tímida” melodía, sin hacer ningún gesto de descontento. Su actitud me hacía pensar “tiene atole en las venas”, lo que me dio mayor seguridad para continuar cantando: “los amigoos que traen tus hermaanos me haan tirado de balazoos, quieren acabar conmigo para que les hagas caso, peeero no se me emparejaaan, yo ya te tuve en mis brazos…Terminé la canción y el amigo continuaba igual, como si nada pasara. ¡Efectivamente! No pasaba nada, él alguna ocasión había sido novio de mi pretendida, de lo que hacía ya un buen tiempo, razón por la que no se sintió aludido.

Salí de la reunión en la sala; con el propósito de despedirme, ella había estado atendiendo a los invitados, lo que limitaba el tiempo que pudiera concederme. En el patio, continuaban bailando muchas parejitas, por mi parte la buscaba para despedirme, así como de sus papás y hermanos. Al terminar la pieza que bailaban, se anunció que la cumpleañera partiría su pastel. En ese momento alcancé a ver que había tomado su tiempo para bailar. Partió el pastel, lo distribuyeron entre los invitados, con los comentarios del caso, quedando bien “¡está riquísimo!”, aunque muchos no se lo terminaran.

Me despedí con la sensación de no haber hecho un papel muy adecuado, los papás de ella; seguramente habían notado cierta intención en la “cancioncita”, pero bueno, al menos intenté afinar lo mejor posible.

Los días transcurrían y continuaba en calidad de amigo; y se puede decir también de chofer, pues el llevarla a su casa después de salir del trabajo se hacía algo cotidiano.

Una noche al llegar frente a la puerta de su casa, apagué el motor del carro y que me decido.- Mira, quiero decirte que; el tiempo que tenemos de conocernos ha hecho que me encariñe de ti, y el “papelito” de chofer que vengo haciendo no me gusta, creo que es tiempo de que decidas a quien prefieres ¿a tu novio o a mí?, debo confesarte, que si no quieres ser mi novia me va a doler , pero no hay mayor problema; sólo que nuestra relación obviamente cambiaría, sería desde luego mucho más distante..- Unos instantes de suspenso y….- Me quedo con él.- Está bien, ten por seguro que nunca más insistiré.-

Me retiré con una opresión en el pecho, el golpe a mi ego también hizo impacto. Me refugié con mayor ímpetu en la lectura. En horas de oficina, aunque existiera la oportunidad de saludarla, la evitaba, o en caso de saludarla me portaba frío…distante.



En múltiples ocasiones me hacía distintas preguntas: ¿Cuál fue mi error? , ¿Tal vez demostré demasiado interés?, ¿Quizá fue muy pronto?. Terminaba recordando que yo sólo había limitado las probabilidades posteriores, al decirle que nunca más insistiría.

Continuaba visitando con regularidad a mi hijo. Pilar sabía de mi interés por una muchachita, pues pensando en proyectar mis intenciones se lo había confiado, luego le conté lo sucedido, si bien es cierto; no al detalle, únicamente le dije que no se había dado la relación. Por su parte, no comentaba nada, simplemente esbozaba una sonrisa y cambiaba de tema.

Mi hijo ya hablaba, durante mi visita, que era de varias horas; lo llevaba al parque a jugar. Cada vez era más difícil que aceptara irse a dormir, estaba consciente que yo aprovechaba para irme. En varias ocasiones el me decía “Yo te atompaño” (acompaño). Me dolía dejarlo, pero sabía que lo último que podía hacer era separarlo de su mamá.

Wednesday, December 07, 2005

Un Nuevo Reto

El empeño en conocer más, rendía sus frutos, Ahora mi puesto era de analista administrativo, tenía encomendadas actividades de mayor responsabilidad, como: Selección y reclutamiento del personal, altas y bajas ante el seguro social y cálculo de finiquitos; entre otras.

El jefe del departamento de personal renunció, lo que significaba una posible promoción, no era fácil, según especulaciones de algunos compañeros, habíamos dos posibles candidatos y entramos en plena competencia por el puesto.

Memo, tenía unos meses más de antigüedad, era responsable de la elaboración de la nómina, atención a problemas sindicales y del cálculo de pagos vacacionales. Investigué el procedimiento para realizar la nómina y demás actividades, inclusive; muchas veces atendía al sindicato, “apoyando” a Memo, quien en ocasiones se saturaba de trabajo.

Tengo presente un día en que realizaba la selección de personal obrero, unas treinta personas estaban formadas en el pasillo contiguo, yo desde mi lugar, a través de los ventanales; observaba las características físicas de cada uno, ya que se trataba de contratar ayudantes generales. El licenciado DiazWall´s me llamó a su oficina.- ¡Piensa contratar a estos dos!, refiriéndose a dos personas que había hecho presentarse previamente fuera de su oficina.- No, señor, aún no les entrego solicitudes.- Pues no quiero que permanezcan más dentro de las instalaciones, y no los haga perder su tiempo, parecen delincuentes.-Si señor ahora hablo con ellos.-Se trataba, de dos personas desalineadas, cabello un tanto largo, camisas amarradas en la cintura y sin algunos botones, zapatos llenos de lodo y mezcla. Los invité a mi lugar.- Señores, por el momento para ustedes no hay trabajo. La expresión les cambió de inmediato, hubo un pequeño silencio, uno de ellos se colocó atrás de su compañero, el que estaba adelante comenzó a suplicar.- ¡No, por favor!, dénos una oportunidad, no le quedamos mal.- su rostro era de angustia y desesperación, el que estaba atrás, no decía nada, al menos con palabras, pero con sus expresiones y mirada decía mucho más, noté que las lagrimas le escurrían por la mejilla.- Discúlpenme, pero debo obedecer las políticas de la empresa.-Por favor, tenemos meses de no trabajar, ¡mis hijos y mi esposa tienen hambre!, ya debemos unos meses de renta, ¡estamos desesperados¡, esto último lo dijo llorando, el que hasta el momento hablara.-Yo estaba muy conmovido.- Vamos hacer una cosa, vengan mañana bien bañados, con el cabello corto, zapatos boleados y camisa abotonada, si quieren traigan la misma ropa; pero bien limpia, les voy a apartar dos lugares, vengan mañana temprano.

Llegué y ahí estaban, me observaban con la mirada cargada de esperanza, yo hacía tiempo, esperando llegara mi jefe, con la ilusión de que no los reconociera. Buenos días, dijo el Lic. Díaz-Wall´s , dirigiéndose a los dos que esperaban pacientes en el pasillo.-buenos días, contestaron tímidamente el saludo.- ¡La ilusión se cumplía¡ no los reconoció.- Los llamé a mi lugar, llenaron la solicitud de empleo, en fin los contraté.

Resultaron unos excelentes trabajadores, a unos meses de haber ingresado, fueron recomendados por sus superiores; para otorgarles la base. Me fueron a ver un día sábado para darme la noticia, llevaban una botella envuelta en una bolsa de papel.- Esta es para usted en agradecimiento, ojalá le guste.- No es necesario, con la noticia que acaban de darme es suficiente.- Recíbala por favor, se la trajimos a usted, ¿no nos va a despreciar verdad?, ¿o, prefiere otra cosa?.- No, de ninguna manera, ¡claro! que me la voy a tomar! , muchas gracias, lo que pasa; es que no tenían porque haber gastado..- Lo hicimos con mucho gusto.- Se despidieron, dejándome un “grato sabor de boca”.

Por lo que se refiere a mi relación sentimental, mi hijo, Héctor Gerardo Pérez Vázquez, crecía y con él la esperanza de Pilar, porque me quedara con ella para siempre. El cariño por mi hijo cada vez era mayor, pero mis planes seguían inamovibles. El tiempo había llegado, la página estaba por dar vuelta. Renté una recámara amueblada; en una colonia que para mí estaba muy bien, “San Bartolo Atepehuacan”, a un lado de la colonia “Lindavista”.

Fue un momento muy difícil, le dije a Pilar, que de acuerdo a lo que alguna vez habíamos acordado me iba a vivir a otro lugar, le agradecí lo que hasta esa fecha había hecho por mí, ella me decía que había imaginado que ya no me iría. Lloramos abrazados por unos minutos, le dije que si estaba de acuerdo, yo seguiría visitándolos a ella y a los niños, estuvo de acuerdo y me retiré.

El lugar era cómodo, se trataba de un departamento, aunque yo sólo tenía derecho a la recámara y a utilizar el baño, porque había otro huésped que ocupaba el resto del espacio. Mi recámara tenía una ventana, que daba a un pasillo el que servía de división con la casa de los dueños. Una noche, después de bañarme, salí desnudo hacía la recámara, pues esa ocasión no estaba el otro inquilino, cosa que pasaba frecuentemente. ¡Sorpresa!, me miraba en el pequeño espejo que colgaba en la pared para peinarme, cuando noté, a través del espejo, que en la ventana de la cocina de los dueños se movió una silueta, seguí “peinándome”, pendiente de distinguir de que o quien se trataba. Era la hija de la señora, que me miraba con toda intención, ya que la luz de la cocina permaneció apagada. La culpa era mía, por dejar un tanto abiertas las cortinas, razón por la que jamás dije nada al respecto.

Los fines de semana, regularmente visitaba a mi hijo, jugábamos un rato y esperaba a que se durmiera para despedirme de Pilar y Vero.

Continuaba con mis inquietudes, tenía varias amigas, paseaba a distintos lugares ya sin mucho sentimiento de culpa, respecto a la relación con Pilar, pues cada quién podía hacer su vida, claro eso nunca había estado en duda, pero obviamente las condiciones cambiaban.

Una ocasión que visité a mi hermana Margarita, me entregó un telegrama, en el que me invitaban a una entrevista de trabajo. Llamó mi atención, ya que no había hecho ninguna solicitud, llamé al numero de teléfono y acordé verme con una persona en un Vip´s . Me hizo un oferta que superaba las condiciones laborales en que me encontraba: horario de 9:00 am a 5:00 pm., servicio de comedor, mil pesos más y descanso los días sábados.

¿No existirá alguna equivocación? Porque yo no hice solicitud para entrar a trabajar.- pregunté, con temor a que me dijera que efectivamente se trataba de un error.- No, de ninguna manera, contamos con un grupo de investigadores.- No insistí, prefería convenientemente creer en su respuesta.


Renuncié a Cigarros Tabacalera Mexicana y me incorporé al (CPAR), Centro de Procesamiento Arturo Rosenblueth, adscrito a la Subsecretaría de Planeación Educativa.
Estaría adscrito al Departamento de Recursos Humanos, la mayoría de las actividades eran similares a las de mi responsabilidad en el trabajo anterior. Una totalmente diferente, era calcular y tramitar financiamientos para el personal que, por alguna razón, no saliera su pago. Es importante mencionar, que en ese entonces existía un atraso constante en el pago del personal, haciendo obligatorio para el responsable de la contratación; el comentario al personal de nuevo ingreso, de que los pagos podrían llegarse a atrasar hasta por tres meses. Sí, mucha burocracia e ineficiencia, desafortunadamente.

Recibí la visita inesperada de personal de CIGATAM, no, no era de cortesía, un teniente del personal de seguridad y otros dos ex compañeros, el motivo según me indicaron era que existía un fraude y debería aclarar lo sucedido, y de resultar culpable, me amenazaba el teniente, me meterían a la cárcel. Con el permiso de mi jefe, a quien le dije me requerían de urgencia en mi anterior trabajo para aclarar un problema, los acompañé a las oficinas. .- Existe falsificación de documentos y después de hacer algunas investigaciones, tenemos que usted está involucrado, más vale que confiese, de lo contrario de aquí sale derechito a la cárcel.- Me dijo el Director de Finanzas.- No, señor, nunca he falsificado ningún documento.- Acuérdese, no creo que se le haya olvidado, me consta que tiene buena memoria, he visto como se sabe todos los números de nómina del personal, algo tan importante no creo lo olvide.- No, señor, no recuerdo porque yo no he falsificado nunca nada.- ¿Me lo llevó, señor Director?, verá como le ayudan a recordar con una calentadita, dijo el teniente.- No, espere,.- contestó el aludido, y continuó preguntando.- No recuerda si alguna vez firmó un documento que no fuera suyo?.- ¡Me dio la clave!.- Sí, en una ocasión, “Polo” (Leopoldo), me pidió que firmara un recibo de pago de prima vacacional, argumentando que de otra forma, el trabajador, no cobraría por encontrarse en el tercer turno y a esa hora no había quien le pagara en caja y que Memo, le había pedido me pidiera que lo firmara para poder cobrar en efectivo y pagarle. Al respecto, yo no falsifiqué la firma, sólo puse el nombre del trabajador con mi propia letra, y le aseguro que es el documento, que dice me involucra. Unos instantes y entró Memo a la oficina.- Sentí ganas de darle una golpiza hasta cansarme, pero no era el lugar apropiado.- Haber, Héctor, repita lo que acaba de decirnos.- dijo el Director.- Al terminar de narrar nuevamente lo sucedido, Memo, permaneció sentado agachando la cabeza a un lado mío.- ¿Guillermo, (Memo) Qué tiene que decir al respecto?.- sólo se concretó a mover la cabeza de un lado a otro, esbozando una risilla irónica.- Usted se encarga teniente.- dijo el Director, para después dirigirse a mí en un tono más tranquilo.- Gracias por su aportación para esclarecer el problema, porque resulta que de acuerdo con la auditoria existe un faltante mayor a los $100,000.00 pesos, que bueno que usted no sale involucrado, pero para otra vez fíjese bien lo que firma.- Ya no creí conveniente volver aclarar que no había firmado, me despedí y nunca más supe de la conclusión del problema. Lo que sí comprendí, es que durante la competencia para ocupar el puesto de la jefatura vacante, Memo me había tendido una trampa.

Al poco tiempo de mi nuevo empleo, noté como frecuentemente citaban a diferentes personas a la oficina del coordinador administrativo, quienes al salir mostraban un rostro desencajado, resulta que les notificaban que serían dados de baja. Pronto, tuve la oportunidad de conocer los supuestos motivos del proceder de tres de los jefes, siendo de acuerdo a mí forma de pensar, generalmente injusticias, abusaban del poder que tenían.

No fui la excepción, también fui invitado a la silla de los acusados. Resulta, que Alejandro, el jefe de la oficina; antes de salir de vacaciones, repartió la carga de trabajo entre mi compañero Sergio y yo. Había un informe que Sergio no lo sabia elaborar, razón por la que me pidió que lo hiciera, lo elaboré y al final firmé como responsable del trabajo, ¡No lo hubiera hecho!, Sergio se molestó mucho y en cuanto regresó de vacaciones el Jefe de la oficina le dio la queja.

Se encontraban en la oficina, el Jefe del Departamento, Vicente, Alejandro y Fernando, este último el Coordinador Administrativo, comenzó el interrogatorio ¿.-Porque firmas un informe que no te corresponde?, ¡Es una falta muy grabe!, ¿Qué otros documentos has firmado y no lo has dicho?.- Una y otra persona me preguntaba, me sentía acosado, como perro atrapado fuera de barrio, tiraban mordidas uno y otro.- Si, son tan amables, puedo responder a uno a la vez, atiné a solicitar.- Fernando, aceptó.- Está bien, te pregunto, ¿porque te tomas atribuciones que no te corresponden?.- Sergio no sabe hacer el trabajo que le encomendaron y me pidió a mí que lo hiciera, como puede ver es necesario hacer algunos cálculos; y por eso yo firmé como responsable..- Fernando dio la instrucción de que Sergio se integrara a la “reunión”.- A ver Sergio, ¿Es verdad que tú le pediste a Héctor que hiciera el informe, porque tú no sabes hacerlo? .- Yo no le dije que no sabía,.-Contestó.- Fernando nuevamente interrogó a Sergio .- ¿Sabes hacerlo o no? .- No, nunca lo he hecho, pero Alejandro me dejó a mí como encargado de la oficina y yo debería haber firmado.- Está bien puedes retirarte.- Rápidamente, Alejandro tomó la palabra.- Sí, yo le pedí a Sergio que se quedara como responsable de la oficina, porque tiene mayor antigüedad y es algunos años mayor que Héctor.- Siguieron los supuestos, mientras yo anotaba cada uno, aproveché que guardaron silencio y tomé la palabra, fui dando respuesta a cada una de sus interrogaciones y concluí, precisamente aclarando el comentario de Alejandro.- En relación a que Sergio se quedó como responsable de la oficina, no fue hecho del conocimiento a ninguno de los demás compañeros ni a mí; y si la edad tiene que ver, entonces ¿Sería conveniente que Don Juanito (El señor que se encargaba de la limpieza), fuera el Director General? , él es el mayor de todos los que trabajamos aquí. En silencio, esbozaron una mueca de sonrisa los que me enjuiciaban, sabía que mi pregunta había sido muy atrevida, pero también estaba seguro que no podían responder. .- Creo que se ha cometido un error humano.- dijo Fernando, y agregó,- No te preocupes, vete a seguir trabajando. Salí airoso de esa encrucijada, mis compañeros mi miraban atentos desde sus asientos, buscaban seguramente, el indicador que muchas ocasiones habían visto y al no encontrarlo, algunos se acercaron a preguntarme.- ¿Qué paso, no te corrieron?.- No, no tenían porque, todo estuvo bien.-

A partir de ese entonces, me propuse a combatir esas irregularidades. Reuní a algunos compañeros, previa selección, y los invité a platicar fuera de los muros de la institución, les ofrecí algunas sugerencias de cómo comportarse en caso de ser invitados a la “silla de los acusados” y con tristeza recordamos algunos ex compañeros, que sin razón habían sido despedidos. Mi propósito no fue constituir una sección sindical, pero sí el deshacernos del personal prepotente, lo que implicaba llevar a cabo algunas estrategias, basadas principalmente en dos vertientes: Realizar nuestro trabajo de la mejor manera y en caso de ser candidatos a salir, antes de renunciar, comentarlo con el equipo, donde se elaboraba una denuncia ante la Subsecretaría a la que pertenecíamos, elemento aplicado en diferentes ocasiones. .

La meta resultó a largo plazo, pero de eso más adelante les platico, por ahora sólo les digo; que el conflicto llegó al extremo, intervinieron las líneas telefónicas, contrataron peritos para detectar el origen de los “problemas” y ¡nada!.

Para esas fechas, yo contaba con 23 años de edad, me sentía seguro de mi mismo, continuaba aprendiendo, llevé diferentes cursos de capacitación, entre otros: Dbase-III, en el Centro Nacional de Cálculo e Introducción a la computación. Por mi cuenta, todo lo relacionado a manejo de presupuestos por capítulo y algo de contabilidad. Las computadoras personales comenzaban a tener auge, aunque con muchas limitaciones, aprendí a manejar un procesador de texto y una hoja de cálculo en lotus (1,2,3). De esta manera, justifiqué la asignación de una P.C. para mi oficina, me autorizaron una con capacidad de 10 megas, ¡Era muy buena!. Para aprovecharla y hacer notar que efectivamente la ocupaba, comencé por llevar el control de puntualidad y ausentismo, poco más tarde, elaboré un folleto informativo interno con emisión mensual.

Continuaba ascendiendo, me nombraron pagador habilitado y adicionalmente, gestor de pensiones ante el ISSSTE, nombramientos que no me redituaban gran incremento salarial, pero si en conocimientos.

En el CPAR, se elaboraban los certificados de primaria y secundaria a nivel nacional, además, se daba apoyo al Colegió de México y ocasionalmente a la misma secretaría de hacienda. Una institución muy productiva, ya que se maquilaban servicios también a bancos. La plantilla de personal era de alrededor de 400 empleados; de los que aproximadamente el 40% eran mujeres y muchas de ellas jóvenes.

Ya tenía un tiempo de vivir solo, aunque contaba con mis “amistades”, comenzaba a imaginarme con una esposa y mis hijos, sentía la necesidad de estar acompañado, de tener a una persona con quien compartir mis metas e ilusiones, es decir formar una familia. Desde luego, continuaba visitando a mi hijo y Pilar de hecho; se portaba muy accesible, no se oponía a mis visitas, creo que ayudaba el que no tuviera pareja.

Una muchachita, delgada, piel morena, cabello largo; acompañada por otras tres se presentaron a la contratación, me llamó la atención la primera, pero no hice nada por acercarme siguiendo fiel a una de mis reglas, “En el trabajo no…” .

El 12 de diciembre de 1980, se llevó a cabo en el trabajo la fiesta de fin de año. La mayoría se encontraban reunidos en el patio, me había atrasado por terminar una actividad. Me incorporé al grupo y de inmediato me dispuse a ver que había en las mesas, me serví un buen plato de comida. Había un grupo de muchachas y me dirigí hacia ellas para preguntarles si tenían salsa. De inmediato, la muchacha que me había llamado la atención unos meses antes, me dejó su silla y fue en busca de salsa, regresó y comenzamos a platicar.

Dio inicio la música para bailar, invité a mi nueva amiga y “rompimos” el baile, siguieron muchas piezas más y continuamos bailando, seguramente podríamos habernos acabado los zapatos, pero la invité a tomar un café.

Sunday, December 04, 2005

Mi Primer Hijo

Mi primer hijo

No, de ninguna manera había razón para dudar si el hijo era mió, dado el comportamiento y forma de pensar de Pilar, No obstante, confieso, que sin motivo, un día atormentador atravesó por mi mente esta idea. Lo único que débilmente intentaba soportar dicho pensamiento, era que a unos pocos meses de conocer a Pilar, ya viviendo juntos, se presentó la inesperada visita de su ex esposo. Por cierto, fueron minutos de mucha tensión. Me encontraba en la recámara viendo la televisión, Vero dormía a mi lado, tocaron la puerta, me asomé con cuidado por una orilla de la cortina de la ventana, (capitalizando experiencias pasadas). Era un señor de mediana estatura, más bien alto y fornido, fui a comentarle a Pilar, que en ese momento estaba en la cocina. .-“Es el papá de Vero, vete a la recámara, en un momento lo despido”.-. Regresé a la recamara, saqué mi navaja y la metí bajo la manga de la chamarra, sosteniéndola con los dedos índice y pulgar; por lo que pudiera ofrecerse. Supuse que pediría ver a su hija y necesariamente entraría a la recámara. Unos 30 minutos de angustia y escuche abrir y cerrar la puerta, efectivamente ya se iba el visitante. Pilar me dijo que era la primera vez que la visitaba y le parecía muy raro, pero que sería la última, porque ya había hablado con él. Este incidente provocó un problema en la relación, ¡por lo pudo haber sucedido!. Y como consecuencia me alejé unas semanas de la casa, pero más adelante decidí volver.

Durante mi convivencia con Pilar, nunca más se presentó “la visita inesperada”. Como les decía, no había razón para dudar de que yo había engendrado ese nuevo ser que estaba por llegar. Pronto deseche la tonta idea, y el simple hecho de rechazarla me tranquilizó.

El espacio en la casa era adecuado, pero con la llegada de mi hijo se hacía necesario algo más grande, ese fue el pretexto para buscar otra casa en donde vivir. La realidad, por supuesto nunca expresada, es el que mi hermana y cuñado vivieran en la parte de abajo, dadas las cuestiones culturales, provocaban cierta incomodidad.

Un cuñado de Pilar nos ofreció en renta su casa, argumentando que él y su familia se iban a radicar al estado de Oaxaca. Acordamos el monto de la renta y la fecha en que haríamos la mudanza. El rumbo no era nada bonito, “Coactepec Barrio Alto”, La casa era grande y hubiera sido cómoda, de no haber sido porque, resultó que nos encontramos con el cuñado de Pilar su esposa e hijas, que supuestamente en 15 días más se irían. No hubo problema, o mejor dicho no lo expusimos como tal, finalmente se trataba de su casa, aunque ya nos la habían rentado. Nos asignaron una recámara en la que retacamos literalmente nuestras cosas. Muebles; como comedor y sala se sumaron a los que ahí estaban.

Dejé de frecuentar el café y a mis “amistades”, debido a las ocupaciones y la distancia entre las colonias.

Pasaban los días, semanas y meses y seguíamos juntos, arrinconados en la recámara asignada. ¿Ya no se irían a Oaxaca?, durante ese tiempo él no trabajaba, decía continuar estudiando en el politécnico, lo que me parecía muy extraño, un tipo de unos 32 o 34 años, con tres hijas y esposa, ¡seguía tranquilamente de estudiante!. Claro, por supuesto que la despensa se vaciaba constantemente y… bueno ¡ellos no tenían dinero! Y la renta que les dábamos era insuficiente para cubrir sus gastos.

El tiempo paso muy rápido, el quince de febrero de 1979, nacía mi hijo, yo me había ido al trabajo, ella se dio cuenta que estaba por dar a luz y acudió al hospital. Recibí la llamada ¡ya había nacido!, me dirigí a visitarla y a conocer al bebé. Estaba acostada, se veía contenta pero desmejorada, me comentó que había sido necesario hacerle la cesárea. Fui a los cuneros y ahí estaba, fue una emoción difícil de describir; pero les puedo decir que en ese momento me sentía feliz.

Una tarde, regresó “el concuño” de una semana de viaje, según lo que platicó, había ido a San luis Potosí, para un asunto de trabajo. Veíamos tranquilamente un partido de fut-bol, me invitó una cerveza y le regalé un paquete de cajetillas de cigarros, de las que me daban como cortesía en el trabajo. Se levantó, supuse iría a guardar el paquete de cigarros, pero pasó un buen rato y no regresó, me fui a la recámara “asignada”, unos minutos más tarde, Vero entraba espantada - ¡Papá, mamá!, mi tío le está pegando a mi tía. Pilar intentó salir de la recámara para ver que pasaba, yo le dije que no interviniera, que ellos deberían arreglar sus asuntos. Fue necesario salir, el bebé pedía a “gritos” su leche, Pilar se dirigió a la cocina, dejando la puerta de la recámara entreabierta, pude ver que el escenario del pleito se llevaba a cabo precisamente en la cocina. A distancia noté como “el concuño” jaloneaba de un brazo a Pilar, Corrí a la cocina y aparté a Pilar.- “A mi mujer no la toques, porque te metes en un serio problema”.- le dije muy enojado, el muy sonriente me contestó y tú ¿Qué me puedes hacer? Es más, ¡lárguense de mi casa!.- Te estamos pagando renta y si fueras hombrecito y cumplieras tu palabra el que no debería estar aquí eres tú.- Pues yo hago lo que quiera en mi casa.- Con tu mujer y tus hijas, pero ya te dije a mi mujer no se te ocurra volver a tocarla.- ¿Porque no? .-respondió.- Ya te dije, tú que me puedes hacer, dijo con una risilla burlona. Recordé en ese momento, que durante la fiesta de fin de año, él hiciera alusión a que dado su físico, a mí, fácilmente con un golpe me pondría quieto, lo que avivó más mi enojo, contestándole.- Te puedo romper el hocico.- Pues tira el primero.- me retó, sin siquiera ponerse en guardia, con la mueca de sonrisa dibujada. Le tiré el primero y en ese momento también el último, se cayó golpeándose la cabeza, escupió un buche de sangre y algo más, lo que supe unos instantes después eran dos dientes.

Pilar me pidió me fuera a la recámara, pensando en evitar que el problema se hiciera mayor, ella y su hermana atendieron al “golpeado”. Cerré la puerta, prendí la televisión para distraer a Vero ya que mi hijo apenas tendría un mes de nacido. Pasaron unos minutos y patearon la puerta de madera, el “golpeado” se había recuperado y su carácter cambiaba, ahora me insultaba #&%$#”¡(%! de forma muy agresiva, estaba por dar vuelta al picaporte para averiguar “que se le ofrecía”, cuando Pilar me gritó ¡No abras, lleva la pistola!, En ese momento me arrepentí de no habérsela comprado, cuando apenas hacía unos días me la ofreciera, era una bonita revolver calibre 22. Buscaba mi navaja, pero como suele suceder, cuando más necesitas las cosas no las encuentras. Aunque podría ser desventajoso para mí, estando a dos metros de distancia las cosas podrían emparejarse. Al ver lo infructuoso de mi búsqueda, le dije desde mi guarida.- Deja la pistola y salgo hijo de tu…mamita, (bueno no así literalmente). Nuevamente Pilar gritaba, ¡cuidado va hacía el jardín!- Pronto bajé el bambineto con el niño de la cama, coloqué el colchón en la ventana que daba al jardín, me agaché y abracé a Vero, protegiéndola con mi cuerpo.
Escuche un par de disparos, no pasó nada. Unos instantes y.- “Ya sal Gerardo, para que mi marido desquite su coraje”.- Si claro que voy a salir, pero si tiene tantas ganas; que sea parejo, que deje la pistola.- le contesté, de la forma más educada posible bajo esas circunstancias.- ¡Ya dejó la pistola!.- dijo (gritó) Pilar. Salí decidido, él se encontraba a unos metros de la puerta y nuevamente con su mueca de risa, aunque descompuesta, porque los labios estaban muy inflamados y sangrantes y se podía ver una ventanita entre los dientes.- Dame la mano, me dijo, como simulando un saludo, pero su mirada lo delataba, quería sorprenderme, insistió unas dos o tres veces más y le seguí el juego. Al darle la mano, me jaló y tiró un derechazo, pero no me encontró, ya me había agachado, nos abrazamos tratando de derribarnos, me fui a estrellar en la pared, aproveché el vuelo y caí encima de él, comencé a darle duro, unos cuantos frentazos y me agarró del cabello, hice lo mismo, mientras que con la mano desocupada le tupía golpes. De repente ya nos encontrábamos debajo de la mesa del comedor, le dije “hay muere”. Volvió a mostrar su intento de sonrisa cada vez menos creíble.- Con uno que te acomode te mando a dormir.- fue su respuesta. Las mujeres de ambos echaban porras y daban ánimos, cada una a su “gallo”, las niñas lloraban espantadas. Las señoras hicieron a un lado la mesa del comedor, para dar espacio al show. En varias ocasiones que estábamos en el suelo, afortunadamente yo siempre encima de él, le sugerí que ya terminara, su respuesta siempre era igual, por lo que le dije.- Pues ahora no termina hasta que te mueras.- Realmente lo dije enojado, sin pensar efectivamente en matarlo.- Continuamos, en un momento le proporcioné una fuerte patada; ahí donde duele mucho y él se me lanzó como para pegarme con la cabeza, me hice a un lado y se estrelló en el respaldo del sofá de la sala, me monté en su espalda y le abracé con una mano el cuello y con la otra, la derecha, que por cierto la traía herida por el primer golpe, le seguía dando a placer en pleno rostro, o lo que de él quedaba. De repente, hizo un sonido gutural muy raro y se colgó.- ¡Ya lo mataste¡.- dijo la hijita mayor de él, de unos 5 o 6 años. Reaccioné, ambas mujeres me tenían cada una de una pierna, jalaban buscando que dejara de abrazar al contrincante, el sofá a media sala y lo solté. Pilar y su hermana corrieron para regresar con cebolla y alcohol y dárselo a oler. Por mi parte estaba a cierta distancia observando preocupado, pensaba que podía no despertar.

Luego de un rato, el reaccionaba, lo primero que hizo fue hablar por teléfono, algo de la conversación escuche “tras bambalinas”, Hablaba con unos sobrinos que vivían en Tlaltelolco, obviamente, les decía su versión de lo ocurrido, entre otras cosas que le había pegado a “la mala“. Pilar me sugirió me fuera, yo le decía que nos saliéramos todos, pero me dijo, si te quedas el problema será mayor, ya vienen sus sobrinos para acá y a mí no se atreverán a hacerme nada.

Me despedí de ella, vero y mi hijo, fui a la farmacia y compré una venda para amarrarla a mi mano herida, por los dientes del “risueño”. Ahí hacían base los “peseros” (carros particulares que se rentaban al público para su transporte), intenté subir a uno y otro en varias ocasiones, pero me decía el chofer.- No así no te puedo llevar.- Llevaba los puños y mangas de la camisa empapados de sangre y el resto de mi ropa; incluyendo el pantalón con manchas, huellas del reciente “combate”. Intentaba convencer a un chofer cuando vi pasar el carro de “los sobrinos”, iba lleno. Escuché una ráfaga de disparos, los que me causaron risa, pues creían que estaba adentro de la casa y seguramente muy espantado. Terminé convenciendo al chofer.- Me vas a llevar a como de lugar, si quieres no subas más pasajeros yo te pago tu viaje.- Es que vienes herido.- No, la sangre no es mía, bueno no toda, sólo traigo la herida en el puño.

Me bajé frente a la basílica de Guadalupe, entré a una tienda de ropa (Hecali), compré una playera y un pantalón y me cambié en los vestidores. Abordé un camión rumbo a la casa de mi hermana Margarita, les platiqué lo sucedido y me ofrecieron me quedara en su casa mientras el problema se solucionaba.

A Pocos días llegó de visita mi hermana Alicia, quien se ofreció a lavar mi ropa encontrándose las huellas del delito, le tuve que hacer extensiva mi reciente experiencia.

La comunicación con Pilar era a través de llamadas telefónicas, me decía que “los primos”, tenían varios días que esperaban desde muy temprano en la esquina de la casa, y que según lo que había escuchado, sólo querían darme una golpiza y que pagara los dientes que tenían que comprar para su tío, por lo que me recomendaba no me acercara.

Al respecto le pedí de favor, les hiciera llegar por algún medio mi mensaje.- Que ellos sabían en donde trabajaba y que si tenían ganas ahí nos podíamos ver, les haría el “gusto” de uno a la vez, de lo contrario, si me daban entre todos deberían matarme para terminar el problema, porque si no lo hacían yo si lo iba a hacer. Nunca supe si Pilar se ocupó de hacerles llegar el mensaje, pero las “cosas” se calmaron en unos meses.

La convivencia con Pilar, Vero y mi hijo, fue afectada de manera importante, yo continuaba viviendo en casa de mi hermana y mi cuñado.

Un día Pilar me habló al trabajo, me decía que ya se había cambiado a otra casa y me dio la dirección, era frente a la colonia Bosques de Aragón, por la avenida central.

Fui a visitarla, quería ver a mi hijo, en fin a todos. Pilar me pidió que regresara a vivir con ellos y así lo hice, regresé.

Compartíamos la casa con la dueña, una señora madura con dos hijos, uno de ellos adolescente, de 18 años y el otro menor. No mencionaría los hijos de la señora si no fuera porque me llamaba la atención que el mayor aún durmiera con la mamá, pero bueno no me consta nada.

Yo continuaba trabajando en CIGATAM, dada la ubicación de la casa, significaba viajar de extremo a extremo de la ciudad, de la colonia Aragón a Atzcapotzalco, la hora de entrada regularmente era a las 8:00 am. Sin embargo, muchas veces debía entrar a las 6:00 am. para recibir al primer turno. Una de esas veces, me tocó presenciar algo muy desagradable, la calle aún estaba oscura, un señor caminaba a unos 15 metros adelante de mí, pude ver las luces de un carro al tiempo que él decidía atravesar la calle, tuve el impulso de gritarle ¡aguas!, pero me detuve creyendo que lo iba a distraer, fue muy rápido, escuche el claxon y luego un golpe, viendo al señor volar varios metros y caer a un lado de la banqueta, prácticamente a la altura en que me encontraba, pero al otro lado de la calle.

Crucé la calle corriendo, había una bolsa de plástico y regados algunos alimentos, seguramente el almuerzo. Lo miré de cerca, estaba oscuro, para cerciorarme si estaba vivo, no me pareció lo estuviera; deduje por la ropa que vestía se trataba de un albañil. Me dispuse a esperar, casualmente era la esquina en donde abordaba mi camión. Un instante más tarde un tipo distraído que llegaba también a esperar su transporte poco faltó para que pisara al accidentado, lo hubiera hecho si no le prevengo.

Me llamó la atención, que poco más tarde, aún esperaba mi transporte, cuando el carro que lo atropelló regresó, lo reconocí porque llevaba impreso el golpe. El chofer desde su volante; observo por unos instantes, al supongo difunto, para luego irse a toda prisa. Esto lo comento, porque al regresar de mi trabajo; comenté lo sucedido con la familia y pregunté si se habían enterado del accidente, ya que estaba relativamente cerca de la casa. No se habían enterado. Sin embargo, dos días después encontraron un cadáver en una bolsa de plástico, en un terreno baldío, muy cerca del lugar del accidente. ¿?.

La estancia en esta nueva casa fue por poco tiempo, Se presentó la oportunidad de vivir solos en “Parque Residencial Coacalco”, estado de México. Nos mudamos, la casa era mucho más cómoda, tenía suficientes espacios y la colonia en ese entonces se encontraba bien y sin mayores problemas de delincuencia, sólo había un detalle, tenía meses de haber vendido el v.w. y continuaba viajando en transporte público.

La distancia hacía mi trabajo se incrementaba considerablemente, ahorré y compré otro carrito V.W, ¡Por supuesto!, o ¿había otro?, no, en congruencia con mi ingreso.
Naturalmente, el contar con un vehículo de transporte, llevaba implícito un plus, El rendimiento, que no quiero exagerar y decir que de una chica por cuadra, pero en realidad no era nada malo. Ahora, me era posible hasta en ocasiones darme el lujo de desdeñar; a algunas chicas que en otros tiempos, con el sólo hecho de que voltearan a verme me hubieran motivado.

Resulta, que una noche que regresaba del trabajo; a través del transporte público, ya que mandé el carro al taller, fui sorprendido por una situación poco común.

Del lugar en que me bajaba del camión, caminaba hacía mi casa, eran alrededor de las 11:00pm., iba sigiloso, atento a cualquier posible indicio de atraco, aunque como ya les dije la colonia era tranquila, mi conducta siempre era de alerta. Resulta, que al voltear a una casa que mantenía los ventanales iluminados, ¡que barbaridad!, en la mesa del comedor, había una escena de las que comúnmente se realizan en la cama, sin de dejar de mirar, continué caminando despacio, mi ritmo cardíaco se aceleró a consecuencia de la excitación y temor a ser descubierto. Fue breve, pero muy impactante, ¡Que descuido! pensé y luego, ¿y si fue a propósito? para permitir ser vistos por quienes regresábamos tarde de trabajar, (a manera de estímulo). La verdad nunca la supe, lo que sí, es que me propuse conocer a la dama, meta que fue sencillo alcanzar; ya que vivíamos relativamente cerca. Los días sábados, llegaba a la colonia el “mercado sobre ruedas”, ahora generalmente conocidos como “tiangüis”. La miré entre los puestos, me acerqué discretamente, y burdamente lo primero que se me ocurrió; fue chocar con ella “accidentalmente”, para iniciar alguna conversación..- ¡Perdón!, le dije de inmediato, mostrando una amplia sonrisa; tomándola por el hombro para, ayudarle a conservar el equilibrio, ¡perdón vecina!, volví a decirle.- No tenga cuidado, ¿Qué vive por aquí?.- Sí, de hecho tengo poco tiempo de haberme cambiado.-Pronto me apresuré a comentarle que trabajaba hasta el Distrito Federal.- Yo también todos los días tengo que viajar y es un relajo, ya ve que muchas veces no hay suficiente transporte.- Me dijo que era profesora, la escuela se ubicaba en la entrada al Distrito Federal, cerca de la estación del metro “Indios Verdes”. Ante la problemática que manifestó sobre el transporte, pude ver una opción inmediata para continuar con el proceso, le ofrecí pasar por ella a mí salida del trabajo, argumentando que me quedaba de paso. Aceptó, agradeciendo de antemano mis “finas” atenciones.

Una mujer, entre los 30 y 34 años, con buenas mediadas físicas, usaba cabello teñido de rubio, aunque de piel morena clara. Tenía dos niñas que nunca me presentó ya que no había razón ni interés; dado el tipo de relación que mantuvimos por unos meses.

Por ese entonces, yo ya tenía la inquietud de escribir algunos pasajes de mi vida, lo que le confíe a la profesora y le entregué mis ensayos para que los leyera. Dijo que le habían gustado y me propuso que fueran editados, inclusive; que ella conocía a una persona que tenía contacto con una editorial y podría ser que fueran transcritos al italiano.

Nunca hubo tal edición, ni siquiera en español, lo único fue un tórrido romance y la perdida de mis primeros ensayos.

La conclusión de esta relación, no se manifestó por ninguna de las partes, simplemente nos fuimos dejando de ver.

Coincidentemente, tenía poco de haber conocido a Lilia Margarita, ella vivía en “Villa de las Flores”, trabajaba en un banco de la Avenida Reforma en la Ciudad de México; como encargada de la caja de seguridad. Era originaria de Monterrey y su forma de pensar no era muy liberal, aunque era menor de las mujeres que por lo regular escogiera, tampoco se cosía al primer hervor, tenía unos 27 años. El reto fue más difícil de lograr. Sin embargo, una ocasión visitamos un bar. (“Barón Rojo”), después de algunas copas el “entusiasmo” se aceleraba, le propuse darle un “escarmiento” a tan inquietante sensación, pero ella se mostraba insegura, Tomamos carretera, (México-Pachuca), dejé pasar el primer motel, que parecía decirme a gritos “pasen, pasen”, interrogué nuevamente a Lilia, pero seguía insegura. Moví el volante y entramos en uno de tantos en el “triangulo de las bermudas”, así le decían; o hasta la fecha es reconocido conocido el lugar, por el número de moteles, en donde de pronto “se perdían los carros”.

¡Increíble!, pero cierto, en la primera relación me quedé dormido y todavía era de madrugada cuando me despertó.- ¿Puedes hacerte a un lado?, ya me cansé.- ¡Que “oso”, dicen ahora los muchachos, tanta insistencia, toda una labor y… para el numerito.

Nos bañamos y la llevé a su casa, en el camino le comenté que nunca antes me había pasado y estaba dispuesto a corregir mi falta, lo que ella convino a que así fuera.

Hubo la oportunidad en distintas ocasiones de congratularme y así fue, por lo que cumplí cabalmente con las expectativas.

Cambiando un poco de tema, me viene a la mente un “sueño raro”, que tuve durante mi estancia en “Parque Residencial Coacalco. Estaba durmiendo, una “copia” de mi salía y veía al “original” dormido al lado de Pilar, caminé, flotando hacía la puerta de la recámara, aunque estaba cerrada, algo me dijo que no era necesario abrirla, la atravesé y me encontré en el pasillo, volteé hacia el baño, que mantenía la puerta abierta, me imaginé que podría irme a dar una vuelta a cualquier lugar y continúe “flotando” por el pasillo, observé las cortinas del ventanal de la sala que daban a la calle, pero al pensar en abandonar la casa, de pronto sentí miedo de dejar mi otro yo sólo, creí que “otro que anduviera como yo paseando en forma de “copia”, podría fácilmente ocupar mi lugar, decidiendo de inmediato regresar. Fue una sensación que a la fecha no puedo describir, realmente de un placer especial.

El incidente me hace recordar otro sueño raro, este se presentó cuando estuve viviendo por un tiempo en la casa de mis papás, resulta que nos dijeron, “el próximo domingo nos toca jugar en el campo No. 11, del deportivo los galeana”. Yo no ubicaba el campo, no nos había tocado jugar en él. Por la noche del sábado, me soñé en el campo No. 11, hacía un poco de viento frío, estaba por iniciar el encuentro, yo jugaría por el extremo derecho y corrí a ocupar mi posición, el árbitro señaló el inició; y en ese momento se presentaron un buen número de bándalos para golpear a los integrantes de ambos equipos. El domingo, no recordaba lo soñado, pasaron por mí los compañeros de equipo y llegamos. Al estar en el campo, el viento helado y todos los demás elementos me recordaron el sueño de la noche anterior, sentí “ridículamente” temor, al iniciar el encuentro, corrí hacia el extremo izquierdo; los bándalos comenzaron a golpear a todos los que ahí se encontraban, ¡era real!, pues hubo necesidad de que acudieran algunas ambulancias a recoger a los heridos. No se que fue, lo que sí, es que gracias al “sueño” me escapé de una soberana golpiza.